ORACIONES INICIALES
Por la señal de la Santa Cruz ✠ de nuestros enemigos ✠ líbranos Señor ✠ Dios Nuestro.
En el Nombre del Padre, del Hijo ✠ y del Espíritu Santo. Amén.
¡Oh Virgen Santísima Inmaculada, belleza y esplendor del Carmen! Tú, que miras con ojos de particular bondad al que viste Tu Bendito Escapulario, mírame benignamente y cúbreme con el manto de Tu maternal protección. Fortalece mi flaqueza con Tu Poder, ilumina las tinieblas de mi entendimiento con Tu Sabiduría, aumenta en mí la Fe, la Esperanza y la Caridad. Adorna mi alma con tales gracias y virtudes que sea siempre amada de Tu Divino Hijo y de Ti. Asísteme en vida, consuélame cuando muera en Tu amabilísima presencia, y preséntame a la Augustísima Trinidad como hijo y siervo devoto Tuyo, para alabarte eternamente y bendecirte en el Paraíso. Amén.
PARA MEDITAR HOY
El Sacerdote Don Vicente Vela, Vicario-Coronel castrense de la Marina, testigo presencial, relata este suceso:
Era el año 1943. Con otros buques de la Escuadra Española se hallaba fondeado en El Ferrol uno de los destructores tipo "Alsedo". El Comandante del destructor supo que el maquinista suboficial del buque se encontraba en el Hospital de Marina en gravísimo estado, y sin pérdida de tiempo, voló al hospital para visitarle y consolarle.
El Comandante pregunta a una religiosa, que ejercía como enfermera, sobre el estado espiritual del doliente: -"A juzgar por la imagen de la Virgen de la Caridad que cuelga sobre su pecho -responde la Hermana- parece creyente, pero... se negó rotundamente a confesar".
El Comandante -creyente a machamartillo y, por añadidura, portador del Santo Escapulario desde su infancia-, llevado de celo cristiano ejemplar, le dio a besar el crucifijo, que el enfermo besó más por acatamiento y respeto a su jefe que por veneración y afecto a Cristo Crucificado. Le invitó a que se reconciliara con Dios, oponiéndose rotundamente. Le insistió con alientos paternales, pero todo fue inútil. Desvanecida toda esperanza, y ante la fatigosa respiración del enfermo, el comandante, atribulado, se retiró a orar por él, no sin dejarle puesto un Escapulario del Carmen sobre su pecho.
Minutos después volvió el Comandante, temiendo el desenlace fatal, y al largarle el último cabo ante el náufrago que se avecinaba, el maquinista impenitente pidió Confesión. El Santo Escapulario le dio alientos para las postreras palabras; terminada su Confesión, con profundas muestras de sincero arrepentimiento, murió plácidamente, mientras el Padre Capellán le encomendaba el alma.
por el Padre Rafael María López-Melús, O. Carm.
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