ORACIONES INICIALES
Por la señal de la Santa Cruz ✠ de nuestros enemigos ✠ líbranos Señor ✠ Dios Nuestro.
En el Nombre del Padre, del Hijo ✠ y del Espíritu Santo. Amén.
¡Oh Virgen Santísima Inmaculada, belleza y esplendor del Carmen! Tú, que miras con ojos de particular bondad al que viste Tu Bendito Escapulario, mírame benignamente y cúbreme con el manto de Tu maternal protección. Fortalece mi flaqueza con Tu Poder, ilumina las tinieblas de mi entendimiento con Tu Sabiduría, aumenta en mí la Fe, la Esperanza y la Caridad. Adorna mi alma con tales gracias y virtudes que sea siempre amada de Tu Divino Hijo y de Ti. Asísteme en vida, consuélame cuando muera en Tu amabilísima presencia, y preséntame a la Augustísima Trinidad como hijo y siervo devoto Tuyo, para alabarte eternamente y bendecirte en el Paraíso. Amén.
PARA MEDITAR HOY
El Padre Teófilo Raynaud, de la Compañía de Jesús, refiere un caso sucedido en su tiempo a la religiosa Sor María Martina, Superiora del Real Convento de los Mártires de París, y que él escuchó de sus mismos labios.
Bajando dicha religiosa muy de mañana, el día de la Purísima Concepción, a una pieza baja del convento, muy cerca de los sótanos y de la carbonera, a recoger unas cosas que le eran indispensables, se halló de improviso acometida por dos perros alanos, que tenían para guardar la huerta del convento y que no la conocieron.
Acometiéndola con furia y rabia los dos animales, la arrojaron al suelo y a dentelladas la despojaron de casi toda la ropa. Gruñendo y dándole manotazos salvajes trataron de quitarle el Escapulario del Carmen, más sin llegar a conseguirlo. Ella daba gritos y voces desesperadas, pero sin que llegase a ser percibida de ninguna de las hermanas, por hallarse el sitio muy apartado de los dormitorios y del Coro, donde debía hallarse entonces casi toda la Comunidad.
No desatendió María Santísima el desamparo y la tribulación en que se encontraba Su sierva, y así quiso que el alano que estaba a punto de ahogarla soltase al punto su presa y corriendo uno y otro, dando fuertes y dolorosos aullidos, cual si estuviesen poseídos del demonio, fueron a tirarse en una acequia, donde perecieron ahogados.
Recobrada un tanto la religiosa, salió como pudo de la covacha, y aunque hubiese querido o pretendido ocultar a sus hijas el prodigio, no pudo hacerlo, y con lágrimas del más profundo y sincero agradecimiento, les rogó que la acompañasen al Coro para entonar un Magníficat a la Santísima Virgen por el beneficio sin par que acababa de otorgarle esta dulcísima y amorosa Madre.
por el Padre Rafael María López-Melús, O. Carm.
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