ORACIONES INICIALES
Por la señal de la Santa Cruz ✠ de nuestros enemigos ✠ líbranos Señor ✠ Dios Nuestro.
En el Nombre del Padre, del Hijo ✠ y del Espíritu Santo. Amén.
¡Oh Virgen Santísima Inmaculada, belleza y esplendor del Carmen! Tú, que miras con ojos de particular bondad al que viste Tu Bendito Escapulario, mírame benignamente y cúbreme con el manto de Tu maternal protección. Fortalece mi flaqueza con Tu Poder, ilumina las tinieblas de mi entendimiento con Tu Sabiduría, aumenta en mí la Fe, la Esperanza y la Caridad. Adorna mi alma con tales gracias y virtudes que sea siempre amada de Tu Divino Hijo y de Ti. Asísteme en vida, consuélame cuando muera en Tu amabilísima presencia, y preséntame a la Augustísima Trinidad como hijo y siervo devoto Tuyo, para alabarte eternamente y bendecirte en el Paraíso. Amén.
PARA MEDITAR HOY
El experto y bravo capitán, Don Juan de Lazaga, se sentía gozoso después de seis días de deshecha borrasca, viendo desaparecer en derredor suyo buques menos afortunados, mientras él capeaba los vientos y se defendía como se defienden los héroes de los mares aguantándose hasta perder la vida asidos a la última astilla de la nave. Pero aún le quedaba un recurso, aún tenía alientos para respirar, para exhalar un tierno y profundo suspiro y articular con él el dulcísimo nombre de María: -"¡Madre mía del Carmen, valednos!".
Con ese suspiro y ese nombre fue envuelto un voto que llegó hasta el Cielo. Lo acogió María e inflamó en un instante los corazones de todos sus compañeros, de aquellos hombres curtidos por las brisas de todos los mares que, adivinando el pensamiento, gritaron todos a una: -"¡Virgen bendita del Carmen, salvadnos que perecemos!" Esto sucedía durante los días del 6 al 12 de Septiembre de 1854. Más de quinientas personas sufrieron el horroroso temporal y huracán de seis días a bordo de un navío que contaba los cien años de surcar los mares.
Treinta y un días más tardaron en arribar o tomar puerto, casi anegados y en riesgo inminente de ser absorbidos a cada instante por las olas. Se salvó el buque y se salvaron todos los hombres, sin que faltara uno solo. -"Fue la Virgen del Carmen, nuestra Reina Marinera, quien nos salvó en aquel inminente peligro en que estuvimos a punto de perecer". Así proclamaba, llorando como un niño, el capitán y todos sus marineros, cuando ante el santo Obispo Antonio María Claret, fueron a rendir fervientes acciones de gracias a su Madre del Carmen, en la iglesia Metropolitana de Santiago de Cuba, el día 26 de Octubre de 1854, ante un público enardecido por la emoción, que no cesaba de aclamar y bendecir a la Virgen del Carmen.
por el Padre Rafael María López-Melús, O. Carm.
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