lunes, 13 de mayo de 2024

REZAD EL ROSARIO TODOS LOS DÍAS, la primera Aparición de Nuestra Señora en Fátima

  


                  Mientras que Europa y medio mundo vivían sumergidos en medio de la Gran Guerra, Nuestra Señora quiso manifestarse a tres niños, naturales de una aldehuela portuguesa llamada Aljustrel, en la región de Fátima; eran dos hermanos,  Jacinta (7 años) y Francisco Marto (8 años), y su prima Lucía Dos Santos (10 años). De familias sumamente humildes pero muy cristianas, los niños eran analfabetos y pese a su corta edad y a fin de paliar las necesidades de la maltrecha economía familiar, ejercían como pastores.

                  Aunque los tres fueron propiamente videntes -ya que vislumbraron a Nuestra Señora como gracia espiritual- tan sólo Lucía conversaba con Ella; la pequeña Jacinta la veía y la podía escuchar pero no era capaz de hablarle, al tiempo que su hermano Francisco, tenía que conformarse con la contemplación de la bella Señora, pero no la escuchaba, ni podía tampoco hablar con Ella, por lo que Lucía destacaría como la principal interlocutora y testigo fiel de aquellas celestiales revelaciones.


DEL RELATO DE LAS APARICIONES
según las "Memorias" de Sor Lucía Dos Santos


PRIMERA APARICIÓN DEL ÁNGEL (en la Primavera de 1916)

               Por este tiempo, Francisco y Jacinta pidieron y obtuvieron permiso de sus padres para comenzar a guardar sus rebaños. Entonces acordamos pastorear nuestros rebaños en las propiedades de mis tíos y de mis padres, para no juntarnos en la sierra con los otros pastores.

               Un bello día fuimos con nuestras ovejas a una propiedad de mis padres, situada al fondo de dicho monte, mirando al saliente. Esa propiedad se llama «Chousa Velha». Alrededor de media mañana comenzó a caer una lluvia fina, algo más que orvallo. Subimos la falda del monte seguidas por nuestras ovejas, buscando un resguardo que nos sirviese de abrigo.

               Allí pasamos el día, a pesar de que la lluvia había cesado y el sol había aparecido, hermoso y claro. Comimos nuestra merienda, rezamos nuestro Rosario, y no recuerdo si no fue uno de aquellos Rosarios que solíamos rezar, cuando teníamos ganas de jugar, pasando las cuentas y diciendo solamente las palabras: "Padre nuestro y Ave María". Terminado nuestro rezo, comenzamos a jugar a las chinas. Hacía poco tiempo que jugábamos, cuando un viento fuerte sacudió los árboles y nos hizo levantar la vista para ver lo que pasaba, pues el día estaba sereno. Vemos, entonces, que, desde el olivar  se dirige hacia nosotros un joven de unos 14 ó 15 años, más blanco que la nieve, el sol lo hacía transparente, como si fuera de cristal, y de una gran belleza. Al llegar junto a nosotros, dijo: 

               – ¡No temáis!. Soy el Ángel de la Paz. Rezad conmigo.

               Y arrodillándose en tierra, dobló la frente hasta el suelo y nos hizo repetir por tres veces estas palabras: 

               – ¡Dios mío! Yo creo, adoro, espero y Te amo. Te pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan y no Te aman

              Después, levantándose, dijo: 

              – Rezad así. Los Corazones de Jesús y María están atentos a la voz de vuestras súplicas

              Sus palabras se grabaron de tal forma en nuestras mentes, que jamás se nos olvidaron. Y, desde entonces, pasábamos largos ratos así, postrados, repitiéndolas muchas veces, hasta caer cansados. Nadie pensó hablar de esta Aparición, ni recomendar secreto a los demás; el silencio se imponía por sí mismo. Era una gracia tan íntima, que no era fácil decir de ella la menor palabra.


SEGUNDA APARICIÓN DEL ÁNGEL (en el Verano de 1916)

              Pasado bastante tiempo, en un día de verano, en que habíamos ido a pasar el tiempo de siesta a casa, jugábamos al lado de un pozo que tenía mi padre en la huerta. De repente vimos junto a nosotros la misma figura o Ángel, como me parece que era, y dijo: 

               – ¿Qué hacéis? Rezad, rezad mucho. Los Sangrados Corazones de Jesús y de María tienen sobre vosotros designios de Misericordia. Ofreced constantemente al Altísimo oraciones y sacrificios

               – ¿Cómo nos hemos de sacrificar? – le pregunté. 

               – En todo lo que podáis, ofreced a Dios un sacrificio como acto de reparación por los pecados con que El es ofendido y como súplica por la conversión de los pecadores. Atraed así sobre vuestra Patria la paz. Yo soy el Ángel de su guarda, el Ángel de Portugal. Sobre todo, aceptad y soportad, con sumisión, el sufrimiento que el Señor os envíe



TERCERA APARICIÓN DEL ÁNGEL (entre Septiembre u Octubre de 1916)

              Pasó bastante tiempo y fuimos a pastorear nuestros rebaños a una propiedad de mis padres, que queda en la falda del mencionado monte, un poco más arriba que los Valinhos. Es un olivar al que llamábamos «Pregueira». Después de haber merendado, acordamos ir a rezar a la gruta que queda al otro lado del monte; para lo cual, dimos una vuelta por la cuesta y tuvimos que subir un roquedal que queda en lo alto de la «Pregueira». Las ovejas consiguieron pasar con muchas dificultades. 

               Después que llegamos, de rodillas, con los rostros en tierra, comenzamos a repetir la oración del Ángel: ¡Dios mío! Yo creo, adoro, espero y os amo, etc. No sé cuántas veces habíamos repetido esta oración, cuando vimos que sobre nosotros brillaba una luz desconocida. Nos levantamos para ver lo que pasaba y vimos al Ángel, que tenía en la mano izquierda un Cáliz, sobre el cual había suspendida una Hostia, de la que caían unas gotas de Sangre dentro del Cáliz. El Ángel dejó suspendido en el aire el Cáliz, se arrodilló junto a nosotros, y nos hizo repetir tres veces: 

               Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente, y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, presente en todos los Sagrarios de la tierra, en reparación por las iniquidades, sacrilegios e indiferencias con que Él mismo es ofendido. Y por los méritos infinitos de Su Sacratísimo Corazón y del Corazón Inmaculado de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.

              Después se levanta, toma en sus manos el Cáliz y la Hostia. Me da la Sagrada Hostia a mí y la Sangre del Cáliz la divide entre Jacinta y Francisco, diciendo al mismo tiempo: 

               – Tomad y bebed el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo, horriblemente ultrajado por los hombres ingratos. Reparad sus crímenes y consolad a vuestro Dios

              Y, postrándose de nuevo en tierra, repitió con nosotros otras tres veces la misma oración: "Santísima Trinidad... etc.", y desapareció. Nosotros permanecimos en la misma actitud, repitiendo siempre las mismas palabras; y cuando nos levantamos, vimos que era de noche y, por tanto, hora de irnos a casa.


LA APARICIÓN DE NUESTRA SEÑORA, DOMINGO 13 DE MAYO DE 1917

               Estando jugando con Jacinta y Francisco encima de la pendiente de Cova de Iría, haciendo una pared alrededor de una mata, vimos, de repente, como un relámpago. 

             – Es mejor irnos ahora para casa –dije a mis primos–, hay relámpagos; puede venir tormenta. – Pues sí. Y comenzamos a descender la ladera, llevando las ovejas en dirección del camino. 

              Al llegar poco más o menos a la mitad de la ladera, muy cerca de una encina grande que allí había, vimos otro relámpago; y, dados algunos pasos más adelante, vimos sobre una carrasca una Señora, vestida toda de blanco, más brillante que el sol, irradiando una luz más clara e intensa que un vaso de cristal, lleno de agua cristalina, atravesado por los rayos del sol más ardiente. Nos detuvimos sorprendidos por la aparición. Estábamos tan cerca que nos quedábamos dentro de la luz que la cercaba, o que Ella irradiaba. Tal vez a metro y medio de distancia más o menos. Entonces Nuestra Señora nos dijo: 

              – No tengáis miedo. No os voy a hacer daño.

              – ¿De dónde es Vd.? – le pregunté.

              – Soy del Cielo.

              – ¿Y qué es lo que Vd. quiere?

              – Vengo a pediros que vengáis aquí seis meses seguidos, el día 13 a esta misma hora. Después os diré quién soy y lo que quiero. Después volveré aquí aún una séptima vez (1).

               – Y yo, ¿también voy al Cielo?

               – Sí, vas.

               – Y, ¿Jacinta?

               – También.

               – Y ¿Francisco?

               – También; pero tiene que rezar muchos Rosarios.

               Entonces me acordé de preguntar por dos muchachas que habían muerto hacía poco. Eran amigas mías e iban a mi casa a aprender a tejer con mi hermana mayor.

                – ¿María de las Nieves ya está en el Cielo?

                – Sí, está. (Me parece que debía de tener unos dieciséis años).

                – Y, ¿Amelia?

                – Estará en el Purgatorio hasta el Fin del Mundo. (Me parece que debía de tener de dieciocho a veinte años).

               –¿Queréis ofreceros a Dios para soportar todos los sufrimientos que Él quisiera enviaros, en acto de desagravio por los pecados con que es ofendido y de súplica por la conversión de los pecadores?

               – Sí, queremos.

               – Tendréis, pues, mucho que sufrir, pero la Gracia de Dios será vuestra fortaleza.



               Fue al pronunciar estas últimas palabras (la gracia de Dios, etc...) cuando abrió por primera vez las manos comunicándonos una luz tan intensa como un reflejo que de ellas se irradiaba, que nos penetraba en el pecho y en lo más íntimo del alma, haciéndonos ver a nosotros mismos en Dios que era esa luz, más claramente que nos vemos en el mejor de los espejos. Entonces por un impulso íntimo, también comunicado, caímos de rodillas y repetíamos íntimamente: 

               – Oh Santísima Trinidad, yo os adoro. Dios mío, yo Te amo en el Santísimo Sacramento. 

               Pasados los primeros momentos, Nuestra Señora añadió: 

             – Rezad el Rosario todos los días, para alcanzar la paz para el mundo y el fin de la guerra

               Enseguida comenzó a elevarse suavemente, subiendo en dirección al naciente, hasta desaparecer en la inmensidad de la lejanía. La luz que la rodeaba iba como abriendo camino en la bóveda de los astros, motivo por el cual alguna vez dijimos que habíamos visto abrirse el Cielo...


NOTAS ACLARATORIAS

              1- Esta "séptima vez" tuvo lugar la mañana del día 16 de Junio de 1921, cuando Lucía se despedía de la Cova de Iría. Se trataba de una Aparición particular y personal.


Seguro que también te interesará leer el artículo

(Para acceder sólo tienes que hacer clic sobre el título)



No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.