"En la mañana del 8 de Septiembre, me sentí inundada por un río de paz. Y en medio de esa paz, "que supera todo sentimiento", emití los Santos Votos... Mi unión con Jesús no se consumó entre rayos y relámpagos -es decir, entre gracias extraordinarias-, sino al soplo de un ligero céfiro parecido al que oyó en la montaña nuestro Padre San Elías... ¡Cuántas gracias pedí aquel día...! Me sentía verdaderamente reina, así que me aproveché de mi título para liberar a los cautivos y alcanzar favores del Rey para Sus súbditos ingratos. En una palabra, quería liberar a todas las Almas del Purgatorio y convertir a los pecadores...
Pedí mucho por mi madre, por mis hermanas queridas..., por toda la familia, pero sobre todo por mi papaíto, tan probado y tan santo. Me ofrecí a Jesús para que se hiciese en mí con toda perfección Su Voluntad, sin que las criaturas fuesen nunca obstáculo para ello...
Pasó por fin ese hermoso día, como pasan los más tristes, pues hasta los días más radiantes tienen un mañana. Y deposité sin tristeza mi corona a los pies de la Santísima Virgen. Estaba segura de que el tiempo no me quitaría mi felicidad..."
Santa Teresita de Lisieux, "Historia de un alma"
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