Pero, ¿qué serán estos servidores, Esclavos e Hijos de María? Serán fuego encendido (Sal. 104, 4; Heb. 1,7), ministros del Señor que prenderán por todas partes el fuego del Amor Divino. Serán flechas agudas en la mano poderosa de María para atravesar a sus enemigos: como saetas en manos de un guerrero (Sal. 127, 4).
Serán hijos de Leví, bien purificados por el fuego de grandes tribulaciones y muy unidos a Dios. Llevarán en el corazón el oro del amor, el incienso de la oración en el espíritu, y en el cuerpo, la mirra de la mortificación. Serán en todas partes el buen olor de Jesucristo (ver II Cor. 2, 15-16) para los pobres y sencillos; pero para los grandes, los ricos y mundanos orgullosos serán olor de muerte.
Serán nubes tronantes y volantes (ver Is. 60,8), en el espacio, al menor soplo del Espíritu Santo. Sin apegarse a nada, ni asustarse, ni inquietarse por nada, derramarán la lluvia de la Palabra de Dios y de la Vida Eterna, tronarán contra el pecado, descargarán golpes contra el demonio y sus secuaces, y con la espada de dos filos de la Palabra de Dios (Heb. 4,12; Ef. 6,17) traspasarán a todos aquellos a quienes sean enviados de parte del Altísimo.
Serán los Apóstoles auténticos de los Últimos Tiempos a quienes el Señor de los Ejércitos dará la palabra y la fuerza necesarias para realizar maravillas y ganar gloriosos despojos sobre sus enemigos. Dormirán sin oro ni plata y –lo que más cuenta– sin preocupaciones en medio de los demás Sacerdotes, Eclesiásticos y Clérigos (Sal 68,14).
Tendrán, sin embargo, las alas plateadas de la paloma, para volar con la pura intención de la Gloria de Dios y de la salvación de los hombres adonde los llame el Espíritu Santo. Y sólo dejarán en pos de sí, en los lugares donde prediquen, el oro de la caridad, que es el cumplimiento de toda la Ley (ver Rom. 13,10).
Por último, sabemos que serán verdaderos Discípulos de Jesucristo. Caminarán sobre las huellas de su pobreza, humildad, desprecio de lo mundano y caridad evangélica, y enseñarán la senda estrecha de Dios en la pura Verdad, conforme al Santo Evangelio y no a los códigos mundanos, sin inquietarse por nada ni hacer acepción de personas; sin perdonar, ni escuchar, ni temer a ningún mortal por poderoso que sea. Llevarán en la boca la espada de dos filos de la Palabra de Dios (Heb. 4,12); sobre sus hombros, el estandarte ensangrentado de la Cruz; en la mano derecha, el Crucifijo; el Rosario en la izquierda; los Sagrados Nombres de Jesús y de María en el corazón, y en toda su conducta la modestia y mortificación de Jesucristo. Tales serán los grandes hombres que vendrán y a quienes María formará por orden del Altísimo para extender Su Imperio sobre el de los impíos, idólatras y mahometanos. Pero ¿cuándo y cómo sucederá esto?... ¡Sólo Dios lo sabe! A nosotros nos toca callar, orar, suspirar y esperar: Yo esperaba con ansia al Señor (Sal. 40 ,2).
Tratado de la Verdadera Devoción, nº 56-59
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.