El primer Domingo después de Pascua, celebra la Iglesia el Domingo in albis o de Quasimodo. También es frecuente referirse a él con el popular nombre de Pascuilla. Recibe el nombre de in albis, más correctamente, in albis vestibus depositis, "quitadas las vestiduras blancas", porque en la Iglesia primitiva, en este día, se recibía a los neófitos (recién bautizados en la Vigilia Pascual), que acababan de dejar sus túnicas blancas que portaban desde el Domingo de Pascua, en oración y penitencia, y se les recibía con inmensa alegría y como miembros de la Santa Iglesia Católica.
Se despojaban de sus túnicas albas dando a entender que abandonaban unas vestiduras viejas, como si dejaran un mundo perteneciente al pasado y lleno de pecados para entrar, a través del Bautismo, a la vida de Cristo Resucitado.
Es una Fiesta muy antigua que ya es constatada en occidente a finales del siglo IV cuya finalidad era la de prolongar durante una semana entera la Solemnidad del día de Pascua, única fiesta bautismal del año, para permitir a los neófitos saborear, en su original frescura, la alegría de su bautismo y dar gracias a Dios por el insigne beneficio que acababan de recibir.
Recibe este Domingo el nombre de Quasimodo, de las palabras de la Primera Carta del Apóstol San Pedro (cap. 2, vers. 2), que el Sacerdote lee como antífona de entrada en la Misa del Domingo in Albis, y que son las siguientes:
Estos recién nacidos eran para la Iglesia los que se acababan de bautizar, los cuales se incorporaban a la comunidad en este Domingo, como se ha dicho, después de una semana de oración y penitencia. El Bautismo, en tanto en cuanto abre a los cristianos las puertas del cielo es denominado semen gloriæ, puesto que es la semilla de la Gloria, el germen de la vida en el Cielo.
San Juan, cap. 20, vers. 19-31
Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: "La paz con vosotros". Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor. Jesús les dijo otra vez: "La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío". Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: "Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos".
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Los otros discípulos le decían: "Hemos visto al Señor". Pero él les contestó: "Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré".
Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro y Tomás con ellos. Se presentó Jesús en medio estando las puertas cerradas, y dijo: "La paz con vosotros". Luego dice a Tomás: "Acerca aquí tu dedo y mira Mis Manos; trae tu mano y métela en Mi Costado, y no seas incrédulo sino creyente". Tomás le contestó: "Señor mío y Dios mío". Le dice Jesús: "Porque Me has visto has creído. Dichosos los que no han visto y han creído".
Jesús realizó en presencia de los discípulos otras muchas señales que no están escritas en este libro. Estas han sido escritas para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en Su Nombre.
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