Tal día como hoy, el 8 de Junio de 1899, Santa Gema Galgani recibía el don de los sagrados estigmas de la Pasión; tenía la mística apenas 21 años de edad. A ese cruento dolor compartido con Nuestro Señor Jesucristo se añadió la incomprensión de los que la rodeaban: fue tachada de embustera y de histérica, y hasta su mismo Confesor pensó que las heridas se las causaba ella misma.
"Después de la Comunión, Jesús me avisó de que por la tarde me haría una gracia grandísima. Se lo dije a Monseñor Volpi, y este me dijo que estuviese atenta y que se lo contara luego. Llegó la tarde. De repente me asaltó un fuerte dolor de mis pecados. Después me sentí recogida... Al recogimiento sucedió la pérdida de los sentidos y me hallé en presencia de mi Madre Celestial y del Ángel de la guarda, que me mandó hacer un acto de contrición. Después mi Madre me dijo: -"Hijita, en Nombre de Jesús te sean perdonados tus pecados. Mi Hijo te ama mucho y quiere hacerte una gracia muy grande. Sabrás hacerte digna de ella... Yo seré tu Madre. Sabrás mostrarte verdadera hija." Me cubrió con Su manto, y en ese instante apareció Jesús. De Sus Llagas no salía sangre sino llamas de fuego, que vinieron a tocar en mis manos, pies y costado. Creía morir y habría caído al suelo si mi Madre no me hubiera sostenido. Permanecí así varias horas. Después mi Madre me besó en la frente, desapareció y me hallé de rodillas. Seguía sintiendo un dolor fuerte en las manos, pies y costado. Me levanté para acostarme, pero noté que de estas partes manaba sangre..."
De esta manera Santa Gema pasó a convertirse en la víctima de Jesús, queriendo "suplir en su carne lo que le falta a la Pasión de Cristo". Este hermoso don se manifestaría en las tardes del Jueves al Viernes, todas las semanas; queriendo disimular las llagas usaría guantes, por la vergüenza que sentía al creerse indigna de semejante gracia.
Santa Gema, inmersa en la oscuridad del mundo, rodeada por la incomprensión de los hombres, bien pudo hacer suyas las palabras del primer estigmatizado "Nemo nihi molestus sit. Ego enim stigmata Domini Iesu in corpore meo porto"... "Ningún hombre me dañe, puesto que llevo las marcas de Nuestro Señor en el cuerpo" (San Pablo a los Gálatas, cap. 6, vers. 17)
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