domingo, 18 de noviembre de 2018

DEDICACIÓN DE LAS BASÍLICAS de San Pedro y San Pablo





                San Pedro y San Pablo están unidos por la Liturgia tanto en la celebración del día de su Martirio, el 29 de Junio, como en la celebración de la Consagración de sus Basílicas, el 18 de Noviembre. Para eso son dos columnas de la Iglesia estos Apóstoles, dispares en el origen y en el modo de cumplir su común mandato, pero unidos en idéntico testimonio martirial en la misma persecución. La dedicación de ambas basílicas recuerda a todos los cristianos en el mundo que la Fe Católica se fundamenta en la predicación fiel del Evangelio de Cristo Nuestro Señor y en la sangre de los primeros discípulo que supieron ser leales hasta el Martirio.

                En el siglo IV aparecen y se levantan basílicas en honor de los Mártires, cuando ya pasó el tiempo de las persecuciones. Antes, no hay constancia de tumbas de los que murieron por la Fe en los primeros siglos a excepción de las de Pedro y Pablo. Los dos murieron mártires en Roma, en el año 67 en distintos días, aunque la Liturgia los una en la misma celebración. A San Pedro lo crucificaron y los cristianos lo enterraron junto a la Vía Aurelia; el Apóstol San Pablo fue decapitado y recibió sepultura en la Vía Ostiense, cerca del Tíber. Tuvieron una importancia capital en la fundación de la Iglesia en Roma y los cristianos no podían olvidar sus tumbas.

                En el siglo IV el Emperador Constantino atendiendo a los ruegos del Papa Silvestre, edificó una Basílica sobre la tumba del Apóstol San Pedro, que fue dedicada en el año 326. Las reliquias del primer Papa recibían la visita de muchos peregrinos que hacían por tocar paños y lienzos a la tumba de San Pedro, a modo de reliquias que luego colocaban sobre los enfermos.




                El mismo Emperador mandó también edificar otra Basílica sobre la tumba del Apóstol San  Pablo; un templo pequeño que remozó posteriormente y amplió el Emperador Valentiniano.

                Estas dos Basílicas se convirtieron en los templos más visitados de Roma, centros de peregrinaciones mundiales y donde más profesiones de Fe se repiten con el rezo del Credo. Hasta tal punto es esto así que el Papa Simplicio, en el siglo V estableció turnos permanentes de sacerdotes que atendían a los peregrinos desde las primeras horas del día hasta la puesta del sol.

                En previsión de futuros ataques, el Papa León IV hizo amurallar la Basílica Vaticana en el siglo IX, es lo que se conoce como la Ciudad Leonina; el Papa Juan VIII haría lo mismo con la de San Pablo.

               Se realizaron sucesivas restauraciones del altar de San Pedro, levantado sobre su tumba. La primera construcción se había hecho pequeña y amenazaba ruina; por eso el Papa Nicolás V se propuso construir la actual llamando a los mejores arquitectos y a los más renombrados artistas; varios Papados se sucedieron hasta que pudo consagrarla el Papa Urbano VIII el 18 de Noviembre de 1626.




                Las excavaciones realizadas por el Papa Pío XII pusieron al descubierto las distintas capas superpuestas de las sucesivas restauraciones. La coincidencia entre lo que se había transmitido de palabra y lo que constaba por escrito muestra una coincidencia admirablemente confirmada por la arqueología. Apareció el altar construido por el Papa Calixto II en el siglo XII, el de Gregorio Magno en el 600 y más abajo la construcción constantiniana del siglo IV, hasta llegar al primer revestimiento hecho por el Papa Anacleto, allá por el año 160, que encerraba la humilde fosa excavada en la tierra y recubierta por tejas, con los restos del Apóstol.

                La Basílica de San Pablo fue destruida casi enteramente en 1823 por un incendio; comenzó su reconstrucción el Papa León XII y la consagró Pío IX, el 10 de Diciembre de 1854.




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