miércoles, 21 de octubre de 2020

VISIONES DEL FIN DEL MUNDO (1ª Parte) por la Mística Ana Catalina Emmerich

 


              He visto personas de la secta secreta minar sin descanso a la gran Iglesia … y he visto cerca de ellos una horrible bestia que había surgido del mar. Tenía una cola como la de un pez, garras como las de un león, y varias cabezas que rodeaba como una corona una cabeza más grande. Sus boca era ancha y roja. Estaba manchada como un tigre y se mostraba muy familiar con los demoledores. Se acostaba a menudo en medio de ellos durante su trabajo: a menudo también, ellos iban a encontrarla en la caverna donde se escondía a veces.

             Durante ese tiempo, vi por un lado y por otro, en el mundo entero, muchas personas buenas y piadosas, sobretodo eclesiásticos, vejados, prisioneros y oprimidos, y tuve el sentimiento de que ellos llegarían a ser mártires un día» 

              Como la Iglesia estaba ya en gran parte demolida, no quedando en pie mas que el coro con el altar, vi a estos demoledores penetrar en la iglesia con la bestia,

               (Los demoledores encontraron en el templo) … una mujer llena de majestad. Me parecía que ella estaba embarazada, ya que caminaba lentamente: los enemigos fueron presa del pánico al verla y la bestia no pudo ya dar ni un paso adelante. La bestia alargaba el cuello hacia la mujer con el aspecto más furioso, como si quisiera devorarla. Pero la mujer se volvió y se posternó con el rostro contra la tierra. Vi entonces a la bestia huir de nuevo hacia el mar y los enemigos correr en el mayor desorden.

               Vi la iglesia de San Pedro y una enorme cantidad de hombres que trabajaban en invertirla, pero vi ahí también a otros que hacían reparaciones. Cadenas de trabajo ocupadas de este doble trabajo se extendían a través de todo el mundo y me quedé asombrada de la coordinación con la que todo ello se hacía. Los demoledores extraían grandes fragmentos; eran particularmente sectarios en gran número y con ellos los apóstatas. 




               Estas personas, haciendo su trabajo de destrucción, parecían seguir ciertas prescripciones y una cierta regla: llevaban delantales blancos rodeados de una cinta azul y provistos de bolsillos, con paletas de albañil en la cintura. Ellos tenían además vestidos de todo tipo: había entre ellos hombre distinguidos, altos y gruesos, con uniformes y cruces, los cuales sin embargo no trabajaban directamente en la labor, sino que marcaban en los muros con la paleta los lugares donde había que demoler. Vi con horror que había también entre ellos Sacerdotes Católicos...

               Ya toda la parte anterior de la Iglesia estaba destruida: no quedaba en pie más que el Santuario con el Santísimo Sacramento...



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