sábado, 29 de septiembre de 2018

SAN MIGUEL ARCÁNGEL, Príncipe de los Ejércitos Celestiales




                San Miguel es uno de los siete Arcángeles y está entre los tres cuyos nombres aparecen en la Biblia. Los otros dos son San Gabriel y San Rafael. La Santa Iglesia Católica da a San Miguel el más alto lugar entre los Arcángeles y demás Coros Celestiales puesto que le llama "Príncipe de los espíritus celestiales", "Jefe o cabeza de la Milicia Celestial".

               El mismo nombre de Miguel, nos invita a darle honor, ya que su nombre evoca la batalla diaria que hemos de librar los católicos contra los enemigos de Dios y de la Santa Iglesia, y es que Miguel significa "Quién como Dios". Por eso se le representa como un ángel guerrero, espada en mano, pues capitaneó el Ejército de Dios que expulsó a los ángeles rebeldes de las esferas celestes; por eso es normal comprender que su sólo nombre causa pavor en el mismo infierno. ¡De cuántos males nos libraría en esta tierra si le fuésemos devotos!

               San Miguel Arcángel, tiene además, como especial misión, presentar nuestras almas a Dios justo después de morir, en el momento del Juicio Particular; de alguna manera actuará como abogado o fiscal en nuestra causa y tratándose del Príncipe de los Ángeles, ¿acaso no influirá su intercesión por nosotros? Otro motivo más para empezar a ser devotos sinceros de este Defensor de la Iglesia.


               


Para conocer el origen y el modo de rezar la Corona a San Miguel Arcángel


                San Miguel es figura principal entre los que sirven inmediatamente al trono del Señor y bajan a la tierra para anunciar o hacer cumplir sus designios. Protector del pueblo de Dios, de Israel, en la antigua Ley; de la Iglesia de Cristo en el Nuevo Testamento. En la Sagrada Escritura ha hallado su fundamento la piedad popular de todos los tiempos para erigir a San Miguel en Príncipe de los ejércitos celestiales, guerrero victorioso en las luchas cósmicas contra el espíritu rebelde, el dragón de las tinieblas.

               Daniel, el profeta de las revelaciones angélicas, nos da a conocer el nombre de nuestro Arcángel. Miguel, llamado gran jefe de los israelitas, que luchan por la liberación del pueblo de Dios, desterrado y sometido al dominio persa. Allí mismo se habla de los príncipes de Persia y de Grecia, refiriéndose, según el común sentir, a los ángeles guardianes de estas naciones.

                El Apocalipsis, nos presenta a San Miguel en su misión definitiva, culminante. Ante la aparición de la Mujer, símbolo de María y de la Iglesia, con su Hijo, en el cielo se traba una batalla. Miguel y el Dragón frente a frente, el Arcángel fiel contra el soberbio ángel de la luz. Cada uno manda un ejército de ángeles. Vence Miguel y el Dragón es sepultado en los infiernos.

                De esta visión del profeta de Patmos se derivan las imágenes medievales del guerrero de alas brillantes con labrada armadura, al que no le falta la lanza que destruye al dragón, vencido a sus pies.

               La Iglesia misma le reconoce el título de defensor de sus huestes, le llama "Ángel del Paraíso", "príncipe de las milicias espirituales", y en las Letanías de los Santos le asigna el primer lugar detrás de la Santísima Virgen. Su protección no nos abandona hasta después de la muerte.

               En el momento solemne de ofrecer el Santo Sacrificio de la Misa por sus difuntos, la Iglesia le invoca para que presente las almas a la luz santa del Juicio Divino.



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