lunes, 23 de septiembre de 2024

PADRE PÍO, SACERDOTE SANTO, VÍCTIMA PERFECTA

   

               El Padre Pío nació el 25 de Mayo de 1887, en una aldea llamada Pietrelcina, al sur de Italia, en la provincia de Benevento; sus padres, Horacio Forgione y Giuseppa de Nunzio eran unos humildes agricultores, que encomendaron su protección al Seráfico San Francisco de Asís, por eso le bautizaron con su nombre. Con el pasar de los años, el Padre Pío se configuraría con aquél Santo no sólo por pertenecer a su Orden, sino por llevar en su cuerpo los estigmas de la Pasión.

              Desde muy niño fue profundamente sensible y espiritual; así a la corta edad de cinco años, se ofreció al Señor como Víctima y comenzó a tener frecuentes visiones de su ángel custodio, de Nuestra Señora la Virgen y del mismo Jesucristo, visiones estas que le acompañarían el resto de su vida.




               Pero también el Demonio se le representaría de distintas maneras; cuando esto ocurría, nunca le falló la ayuda su ángel de la guarda o incluso de Nuestro Señor, que ponían al diablo en fuga.


"Cada Misa escuchada con devoción, produce
en nuestra alma efectos maravillosos,
abundantes gracias materiales y espirituales
que no alcanzamos a comprender.
A tal fin, no malgastes tu dinero, sacrifícalo 
y ven a escuchar Misa. El mundo puede existir 
sin el sol, pero no puede existir sin la Misa."

(Padre Pío)


               Siendo apenas un adolescente, Francisco manifestó su deseo de ser franciscano capuchino. Ya que la familia era sumamente pobre, su padre se vio obligado a emigrar a Estados Unidos y Jamaica, en busca de medios económicos con los que sustentar la carrera eclesiástica de su hijo.

               La víspera de su entrada en el Noviciado Capuchino de Morcone, el futuro Santo recibió la visita de Nuestro Señor, que le animó a seguirle; también la Virgen Santa le consoló y prometió ayuda en el camino que iba a comenzar. Al tomar el hábito, cambió el nombre de Francisco por el de Pío.

               Años más tarde, el 10 de Agosto de 1910, Fray Pío es ordenado sacerdote en la Catedral de Benevento; como recuerdo de aquél día, el ya Padre Pío escribió: “Oh Jesús, mi suspiro y mi vida, te pido que hagas de mí un Sacerdote Santo y una Víctima perfecta”.

               Aquejado por su débil salud, pasó algún tiempo en su pueblo natal, donde vivía retirado en una pequeña choza; fue precisamente allí donde sufrió los síntomas de unos estigmas aún invisibles, pero que de cierto le hacían padecer como un auténtico crucificado. Aturdido, confundido por semejante gracia, rogó al Señor que nunca se hicieran visibles aquellas heridas que ya sufría.

               Continuaba su convalecencia en Pietrelcina, pero el demonio no dejaba de molestarle; se le manifestaba de diversas maneras, unas veces con forma de animales, otras de mujeres en actitudes lascivas… sin embargo, era después consolado por aquellas visiones celestiales que desde su infancia le acompañaban. Su Santo Ángel Custodio, San Francisco, la Purísima Virgen María, le sostenían y aumentaban el sentido del continuo sufrimiento que iba a padecer pronto, cuando se asemejase con Cristo en los sufrimientos de la Pasión.


"Durante el día, cuando no puedas hacer otra cosa,  
       llama a Jesús, en el medio de tus ocupaciones,
      con gemido resignado de tu alma, y El vendrá,
          quedará siempre unido al alma por medio 
   de Su gracia y Su santo amor. Vuela con tu espíritu 
       hacia el tabernáculo, cuando no puedas llegar
         con tu  cuerpo, y desahoga allí tus deseos...
  habla, reza, abraza al dilecto de las almas mejor aún
       que si lo pudieras recibir sacramentalmente."

(Padre Pío)


               El 12 de Agosto de 1912, sufrió -a semejanza de Santa Teresa de Jesús y de Santa Verónica Giulianni- lo que era tener herido el corazón por el Amor de Dios. Así mismo lo narró él en una carta a su director espiritual: “Estaba en la iglesia haciendo la acción de gracias tras la Misa, cuando de repente sentí mi corazón herido por un dardo de fuego, hirviendo en llamas, y yo pensé que iba a morir”.

               Tras un largo período en su Pietrelcina natal, el Padre Pío, casi recuperado de sus dolencias físicas y por orden de sus superiores, se dirige a Foggia el 17 de Febrero de 1916, para pocos meses después, entrar en el convento de San Giovanni Rotondo, donde probaría si salud mejoraba por el particular clima de la región. Los superiores del Padre Pío, al comprobar que era aquel el lugar donde más alivio encontraría para sus dolencias, se resolvieron a enviarle definitivamente allí. Desde que entró, el 4 de Septiembre de 1916 hasta su muerte, jamás volvió a salir de aquel convento.

               Durante la Primera Guerra Mundial, el Padre Pío sería llamado a filas hasta en tres ocasiones, pero siempre sería devuelto al convento por su pésima salud.




               Cuando apenas había pasado un mes de la transverberación, una nueva gracia espiritual marcaría el resto de la vida del Padre Pío. De nuevo, tenemos conocimiento exacto de los hechos a través de una carta que él mismo escribió a su director espiritual:

                “Era la mañana del 20 de Septiembre de 1918. Yo estaba en el coro, haciendo la acción de gracias de la Misa y sentí que me elevaba poco a poco siempre a una oración más suave, de pronto una gran luz me deslumbró y se me apareció Cristo, que sangraba por todas partes. De su cuerpo llagado salían rayos de luz, que más bien parecían flechas que herían las manos, los pies y el costado.

                 Cuando volví en mí, me encontré en el suelo y llagado. Las manos, los pies y el costado me sangraban hasta hacerme perder las fuerzas para levantarme. Me sentía morir, y hubiera muerto si el Señor no hubiera venido a sostenerme el corazón que sentía palpitar fuertemente en mi pecho. A gatas me arrastré hasta la celda. Me recosté y recé, miré otra vez mis llagas y lloré, elevando himnos de agradecimiento a Dios.”

             Pero a estas dolorosas experiencias, se le sumaría la de la incomprensión humana; el Padre Agustín Gemelli, franciscano, doctor en medicina, se acercó al convento de San Giovanni Rottondo para examinar los estigmas del Padre Pío, que se negó, ya que el Padre Gemelli no traía consigo autorización alguna. Eso fue el detonante para que el médico franciscano publicase un artículo calificando al Padre Pío de neurótico y se ser él mismo el que se había autolesionado.

             Por tal motivo, la Santa Sede, confiando en el juicio del Padre Gemelli, tomó la decisión de “aislar” al Padre Pío durante casi diez años, entre 1923 y 1933, donde se le requisaba hasta la correspondencia epistolar. Durante todo ese período no dejó de sufrir la Pasión de Nuestro Señor.

             Al estar tan configurado con Nuestro Señor, el Padre Pío vivía la Santa Misa como en lo que en realidad es: un Sacrificio. Por eso, su Misa duraba unas dos horas, tiempo en el cual se sumergía en los dolores no sólo de Cristo, sino de la Virgen Santa. Conforme avanzaba la Santa Misa, era como si subiese al Monte Calvario. De hecho sufría la misma agonía que el Crucificado y sangraba abundantemente durante la Consagración. 

             El mismo Padre Pío explicaba así lo que es el Santo Sacrificio de la Misa: “La Misa es Cristo en la Cruz, con María y San Juan a los pies de la misma y los ángeles en adoración. Lloremos de amor y adoración en esta contemplación”.

             Una vez alguien le preguntó cómo es que podía pasar tanto tiempo de pie durante la Santa Misa, a lo que el Padre Pío contestó: “Hija mía, no estoy de pie, estoy suspendido con Cristo en la Cruz”.


"En estos tiempos tristemente faltos de fe, 
de impiedad triunfante, donde todos los que nos rodean
 tienen siempre el odio en el corazón, y la blasfemia 
en los labios, el mejor medio de mantenerse libre 
del mal es fortificarse con el alimento eucarístico."

(Padre Pío)

               A partir del 16 de Julio de 1933 la Santa Sede levanta las restricciones al Padre Pío y éste puede volver a celebrar Misa en público; a partir del año siguiente se le permitiría de nuevo confesar. 

               Con el dinero de los donativos que sus devotos hacían llegar al Convento de San Giovanni Rottondo, el Padre Pío proyecta la creación de un Hospital, "la Casa Sollievo della Sofferenza", que sería inaugurada el 5 de Mayo de 1956.



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               A raíz de la Segunda Guerra Mundial, el mismo Padre funda los "Grupos de Oración del Padre Pío". Los Grupos se multiplicaron por toda Italia y el mundo. A la muerte del Padre los Grupos eran 726 y contaban con 68.000 miembros.

               Desde 1959, periódicos y semanarios empezaron a publicar artículos y reportajes mezquinos y calumniosos contra la "Casa Alivio del Sufrimiento". Para quitar al Padre los donativos que le llegaban de todas partes del mundo para el sostenimiento de la Casa, sus enemigos envidiosos planearon una serie de documentaciones falsas y hasta llegaron, sacrílegamente, a colocar micrófonos en su confesionario para sorprenderlo en error.

               Algunas oficinas de la Curia Romana condujeron investigaciones, le quitaron la administración de la Casa Alivio del Sufrimiento y sus Grupos de Oración fueron dejados en el abandono. A los fieles se les recomendó no asistir a sus Misas ni confesarse con él.

               El Padre Pío sufrió mucho a causa de esta última persecución que duró hasta su muerte, pero su fidelidad y amor intenso hacia la Santa Madre Iglesia fue firme y constante. En medio del dolor que este sufrimiento le causaba, solía decir: "Dulce es la mano de la Iglesia también cuando golpea, porque es la mano de una madre".

               El Viernes 20 de Septiembre de 1968, el Padre Pío cumplía 50 años de haber recibido los estigmas del Señor; celebró la Santa Misa a la hora acostumbrada. Alrededor del altar había 50 grandes macetas con rosas rojas para sus 50 años de sangre... De la misma manera milagrosa como los estigmas habían aparecido en su cuerpo 50 años antes, ahora, 50 años más tarde y unos días antes de su muerte, habían desaparecido sin dejar rastro alguno de cinco décadas de dolor y sangre, con lo cual el Señor ha confirmado su origen místico y sobrenatural.

               Tres días después, murmurando por largas horas "¡Jesús, María!", muere el Padre Pío... era el 23 de Septiembre de 1968. 



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