El Padre Gaver, en el 1400, relata como Nuestra Señora se aparece a San Pedro Nolasco en el año 1218 y le revela Su deseo de ser Liberadora a través de una Orden dedicada a socorrer a los cristianos cautivos en tierras infieles.
Ante la visión de la Virgen Santísima, San Pedro Nolasco, confundido por tal gracia, le pregunta:
"¿Quién eres Tú, que a mí, un indigno siervo, pides que realice obra tan difícil, de tan gran caridad, que es grata Dios y meritoria para mi?"
Nuestra Señora le responde:
"Yo soy María, aquella en cuyo vientre asumió la carne el Hijo de Dios, tomándola de Mi sangre purísima, para reconciliación del género humano. Soy Aquella a la que dijo Simeón cuando ofrecí Mi Hijo en el Templo: "Mira que éste ha sido puesto para ruina y resurrección de muchos en Israel; ha sido puesto como signo de contradicción: y a Ti misma una espada vendrá a atravesarte por el alma"
¡Oh Virgen María - prosiguió el Santo- Madre de Gracia, Madre de Misericordia! ¿Quién podrá creer que Tú me mandas?
"No dudes en nada, -sentenció Nuestra Señora- porque es voluntad de Dios que se funde una orden de ese tipo en honor mío; será una orden cuyos hermanos y profesos, a imitación de mi hijo Jesucristo, estarán puestos para ruina y redención de muchos en Israel (es decir, entre los cristianos) y serán signo de contradicción para muchos."
Para llevar a cabo esta misión, el 10 de Agosto de 1218, San Pedro Nolasco fundó en Barcelona la Orden de la Virgen María de la Merced de la redención de los cautivos, con la participación del Rey Jaime de Aragón y ante el Obispo de la ciudad, Berenguer de Palou.
Por la confirmación del Papa Gregorio IX aprobó la Orden el 17 de Enero de 1235; la ratificó en la práctica de la Regla de San Agustín; le dio carácter universal incorporándola plenamente a su vida y sancionó su obra como "Misión en el pueblo de Dios".
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