jueves, 6 de junio de 2019

HORA SANTA DEL MES DE JUNIO... "Tus tristezas son un Cielo..."


"Mi Alma está triste hasta el punto de morir; 
quedaos aquí y velad conmigo" 

Evangelio de San Mateo, cap. 26, vers. 38 




              La devoción de la HORA SANTA tuvo su origen en la oración que Jesús hizo en el Huerto de Getsemaní, la víspera de Su muerte en la noche del Jueves al Viernes Santo.

              Su institución se debe a Nuestro Señor mismo, que la pidió a Su fiel Santa Margarita María de Alacoque, religiosa de la Orden de la Visitación, en estos términos: 


                    “Todas las noches del Jueves al Viernes, te haré participante de aquella mortal tristeza que quise sentir en el Huerto de Getsemaní… Y para acompañarme en la humilde oración que presenté entonces a Mi Padre, te levantarás entre once y doce de la noche; y prosternada, pegando el rostro con la tierra, procurarás no sólo aplacar la Ira Divina pidiendo gracia para los pecadores, sino también endulzar de alguna manera, la amargura que sentí por el abandono de Mis Apóstoles, a quienes reprendí por no haber podido velar una hora conmigo”.


                El compromiso formal es de una hora de Adoración Nocturna al mes; pero muy numerosos son los que la hacen dos veces y aun cada semana. Esto por la santificación del Hogar y la conversión de pecadores.

                La idea dominante que inspira todo el hermoso ejercicio de la Hora Santa y de la Adoración Nocturna es éste: Jesús Agonizante en Getsemaní está triste hasta la muerte y pide a los tres Apóstoles preferidos que velen con Él una hora, que le consuelen. Y como los apóstoles soñolientos, así a Margarita María, Jesús le dice en tono de súplica: ¡levántate, ven y consuélame!.

                Consolar al Corazón dolorido de Jesús, poner en la Llaga de su Costado, bálsamo de
amor y ternura, y esto con mortificación, con generosidad en el sacrificio, ¡tal es el sublime ideal de nuestra vela nocturna! 

                La Hora Santa es, pues, una hora de deliciosa intimidad entre el Adorable Agonizante de Getsemaní y nosotros, sus confidentes y amigos. 



MEDITACIONES del Padre Mateo Crawley
 para LA HORA SANTA

(Busquemos la intimidad con Jesús en Getsemaní; apaguemos la televisión,
 el teléfono móvil...alejemos de nuestra mente preocupaciones mundanas 
pues no hay nada más reconfortante que descansar en el Corazón de Jesús)

               Te adoramos, ¡oh Dios Sacramentado!, te bendecimos, Redentor del mundo: te amamos, Jesús, en la hermosura de Tu Corazón agonizante… Sólo Tú eres grande, Tú sólo Santo en esta humillación de la Divina Hostia… Tú sólo altísimo en este Misterio de incruento sacrificio… ¡Gloria, pues, a Ti, que siendo el Dios del Cielo, vives en el Getsemaní del Santo Tabernáculo!… 

              ¡Gloria a Ti, Jesús-Eucaristía, en las alturas de Tus Ángeles…; alabanza a Ti, en el corazón de los humanos!… En nombre de todos ellos y, en especial, en nombre de todos los que sufren con amor y fe, adoramos las lágrimas, la soledad, el tedio, las angustias, todas las amarguras, las agonías todas de Tu Sagrado Corazón. Creemos que Tú eres el Cristo, el Hombre-Dios de todos los dolores.

          (Pausa)

          (Muy lento y cortado)

              LAS ALMAS: El abismo de Tu Corazón nos ha arrastrado, Jesús, con la fuerza de Tu Amor y de Tus lágrimas… Tus tristezas son un Cielo… ¡Qué misterio impenetrable y qué suavísimo consuelo, saber que Tú has llorado!… ¡Cuán elocuente es Tu palabra de paz, cuando al salir de Tus labios, temblorosos de emoción, ha debido pasar entre sollozos, y ha brotado de lo íntimo de Tu Alma, mortalmente entristecida!… Aquí nos tienes, pues, trayéndote, Señor, muchos dolores, y también las aflicciones de tantos infortunados y dolientes que te adoran… ¡Qué bien puedes comprender, Tú, Jesús, ese mar de penas, cuyas aguas amarguísimas sumergieron Tu Alma benditísima!…

              Y mira, Maestro, te nombro en primer lugar a los que sufren pobreza y enfermedades… Aquí mismo, entre los que hemos venido a acompañarte en esta Hora Santa, o entre sus queridos deudos, hay tal vez enfermos y hay necesitados… ¡Con cuánta compasión miraste siempre a los enfermos!… ¡Con qué ternura buscaron Tus ojos la lepra, las heridas, los miembros paralizados, los ojos sin luz, para sanarlos con una sonrisa y con una bendición de amor!… 

              Y si ellos no podían ir en busca tuya, Tú te adelantabas, hendías la turba… Tú pasabas por el camino en que yacían… los mirabas… les tendías la mano y te seguían, sanos de cuerpo y de conciencia… ¡Ah!, pero mucho más numerosos que ellos, son los pobres… los que trabajan rudamente y que sufren penurias… necesidades de pan, de abrigo, de remedios, de solaz… ¿Qué podemos decirte a Ti, el Pobre Divino, de los sufrimientos de los pobres, que no lo sepas ya, Nazareno, encantador en Tu pobreza?… Tuviste hambre… sentiste frío… ¡Ah!, y, más que todo, sufriste el desdén y la posposición con que el mundo trata a los que no tienen ni casa, ni campos, ni dinero… ¿Qué podías saber Tú, decían Tus acusadores, qué podías pedir con derecho en Israel?… ¿Qué podías pretender en Nazaret, señalado como el hijo de un humilde carpintero?… 

              Acuérdate en esta Hora Santa de semejante humillación y pon los ojos en tantos pobres que padecen…, en tantos enfermos que sufren… Te pedimos para todos ellos el don de Tu paz y el obsequio de Tu bendición milagrosa… Dales la recompensa de su resignación… ¡Oh, sí, y, en cuanto convenga a la gloria de Tu Corazón, da también el alivio temporal a tantos enfermos… inválidos, pobres, necesitados y menesterosos!… Tú que cuidas, con desvelos, de la espiga del campo y de la avecita de la montaña… bendice ahora, con particular ternura, desde esta Hostia, a los afligidos para quienes pedimos las aguas vivas y la fortuna de Tu adorable Corazón…

     (Ofreced esta Hora Santa a su Corazón herido, agonizante, como un homenaje de resignación y amor, en nombre vuestro y de todos los que sufren).


(Para leer el texto completo sólo tiene que tocar AQUÍ)




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