sábado, 12 de octubre de 2019

PROMESA CUMPLIDA DE NUESTRA SEÑORA DEL PILAR AL BENDITO APÓSTOL SANTIAGO: "ESTE SITIO PERMANECERÁ HASTA EL FIN DEL MUNDO"




               En la noche del 2 al 3 de Agosto de 1936, a dos semanas de iniciarse la Guerra Civil Española, un avión trimotor Fokker F. VII , de la LAPE (Líneas Aéreas Postales Españolas) militarizado por el bando republicano, recibida orden del Coronel Sandino ( bautizado en El Pilar ), salió del aeródromo militar del Prat de Llobregat para bombardear Zaragoza.

               Se lanzaron cuatro bombas sobre la Basílica, una de 10 kg. y tres de 50 kg. de peso. Una de ellas cayó en la plaza del Pilar; otra, en el río, y las dos últimas impactaron sobre la cubierta de la Iglesia. De estas dos, la primera entró a la basílica por el coreto del Cabildo y la Cámara Angélica (donde se venera a Nuestra Señora sobre el Pilar que le dejó al Apóstol Santiago) y dañó ligeramente una pintura de Goya, y la segunda chocó con una de las pechinas de una cúpula, pero no llego a penetrar en el templo. Sorprendentemente, ninguna de las cuatro hizo explosión.

               El piloto del aparato, según algunas fuentes, fue el alférez Villa Ceballos, apodado el Negus (muerto poco después en el frente de batalla). Según éste, el avión contaba con dos bombas más, pero al ver que ninguna de las cuatro que había tirado hizo explosión, su extrañeza y su asombro fueron tales que regresó a Barcelona. Otras fuentes (Luis Sorando, el “bombardeo” del Pilar. Heraldo de Aragón, 27 de Octubre de 1990) señalan que el piloto era Manuel Gayoso Suárez, que había obtenido su título de piloto militar en 1922 con la 4ª promoción siendo soldado de ingenieros, y durante la Guerra de Marruecos había participado en numerosas misiones.




               Todas las otras bombas arrojadas a Zaragoza antes y después explotaron, excepto las cuatro que se lanzaron contra la Basílica. Sin embargo, los republicanos no volvieron a repetir la hazaña de bombardear el Pilar. El director del Parque de Artillería de Zaragoza analizó la bomba caída en la plaza –la única que quedó entera para poderla estudiar- y habló de un error de fabricación: “la espoleta funcionó, su aguja hirió y dio fuego a la cápsula fulminante, principio de la cadena… que estaba completa (pólvora, cebo y multiplicador), pero su orden cuando la vimos, no era el debido, ya que a continuación de la pólvora venía el multiplicador y a lamitad de éste, el cebo de nitro, que aparecía intacto”. Otros expertos han asegurado que las bombas se lanzaron a unos 150 o 200 metros de altura y no a más de menos 300 metros, que era el mínimo para que hicieran explosión.







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