lunes, 29 de julio de 2019

LA SANGRE DE CRISTO, ESPERANZA DEL PURGATORIO




         Termina el Mes que hemos dedicado a la Preciosísima Sangre de Nuestro Señor; la historia de esta Devoción es la misma Historia de la Santa Iglesia Católica, porque Nuestro Señor, con el derramamiento de Su Bendita Sangre, desde la flagelación hasta la inmolación en la Cruz, nos ha redimido de nuestros pecados; en esta necesaria devoción se condensa la Predicación del Evangelio y la administración de los Sacramentos, especialmente en la confesión sacramental, donde místicamente, vuelve a rociarnos con esa Preciosa Sangre para lavarnos de la inmundicia del pecado.

          Esa misma Preciosa Sangre, puede y debe ser ofrecida por todos los católicos a fin de liberar -o al menos aliviar- a nuestras Hermanas retenidas en el Purgatorio. El Poder de la Sangre de Nuestro Señor redime a vivos y difuntos, por eso no dejemos ni un sólo día de rezar por las almas de nuestros ausentes usando para ello la intercesión de la Sangre Preciosísima derramada en el Calvario.

         Los Santos Padres fueron devotísimos de la Preciosa Sangre, como San Juan Crisóstomo en Oriente y San Agustín en Occidente. Entre las Santas, las revelaciones de Santa Gertrudis están llenas de las palabras más dulces y profundas acerca de la Preciosa Sangre.

         La Devoción de la Preciosa Sangre es inseparable del Santo Sacrificio de la Misa, donde Nuestro Señor se hace presente en el Altar con Su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinad por medio de las palabras de la Consagración; sería ideal que todo buen católico, en el momento de la elevación del Cáliz, rogase para sí y para los suyos, ser lavados en esta Bendita Sangre; que pidamos al Buen Jesús, que si fuese necesario, también nosotros derramemos nuestra sangre para defender y transmitir la Fe Católica, como han hecho los innumerables Mártires que no dudaron en entregarse como Nuestro Señor lo hizo en la Cruz Redentora.


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