lunes, 1 de abril de 2019

Emperador Carlos de Austria: Nobleza obliga a Santidad


                    Tal día como hoy, en 1922, comparecía ante Dios Todopoderoso el alma de Don Carlos de Hansburgo-Lorena y Sajonia, que fuera en esta vida el último Emperador de Austria y el postrer Rey de Hungría, Bohemia y Croacia, que por encima de cualquier rango y obligación, destacó por ser un ferviente católico.

           Carlos de Austria nació el 17 de Agosto de 1887 en el Castillo de Persenbeug, en la región del Austria Inferior. Sus padres eran el Archiduque Otto y la Princesa María Josefina de Sajonia, hija del último Rey de Sajonia. El Emperador José I era el tío abuelo de Carlos.

           Recibió una educación expresamente católica y desde su niñez fue acompañado con la oración por un grupo de personas, porque una religiosa estigmatizada le había profetizado grandes sufrimientos y ataques contra él. De aquí surgió, tras la muerte de Carlos, la «Liga de oración del Emperador Carlos por la paz de los pueblos». 






          Muy pronto creció en Carlos un gran amor por el Santísimo Sacramento y por el Corazón de Jesús. Todas las decisiones importantes provenían de la oración.

          El 21 de Octubre de 1911 se casó con la Princesa Zita de Borbón-Parma. Durante los diez años de vida matrimonial feliz y ejemplar la pareja recibió el don de ocho hijos. En el lecho de muerte, Carlos decía aún a Zita: «¡Te quiero sin fin»!

          El 28 de Junio de 1914, tras el asesinato del Archiduque Francisco Fernando
, en un atentado, Carlos se convierte en el heredero al trono del Imperio Austro-Húngaro. Mientras se encarnizaba la primera Guerra Mundial, con la muerte del Emperador Francisco José, el 21 de Noviembre de 1916, Carlos se convierte en Emperador de Austria. El 30 de Diciembre es coronado Rey Apostólico de Hungría.

          Este deber lo concibe como un camino para seguir a Cristo: en el amor por los pueblos a él confiados, en el cuidado por su bien y en la donación de su vida por ellos. El deber más sagrado de un Rey - el compromiso por la paz - Carlos lo puso al centro de sus preocupaciones a lo largo de la terrible guerra. Fue el único, entre los responsables políticos, que apoyó los esfuerzos por la paz del Papa Benedicto XV.




El Emperador Carlos y su esposa, Zita de Borbón-Parma


          Por lo que respecta a la política interior, incluso en tiempos extremadamente difíciles, abordó una amplia y ejemplar legislación social, inspirada en la enseñanza social cristiana. Su comportamiento hizo posible al final del conflicto una transición a un nuevo orden sin guerra civil. A pesar de ello fue desterrado de su patria.

          Por deseo del Papa, que temía el establecimiento del poder comunista en Centroeuropa, Carlos intentó restablecer su autoridad de gobierno en Hungría. Pero dos intentos fracasaron, porque él quería en cualquier caso evitar el estallido de una guerra civil.

          Carlos fue enviado al exilio en la Isla de Madeira (Portugal). Como consideraba su misión como un mandato de Dios, no pudo abdicar de su cargo. Sumergido en la pobreza, vivió con su familia en una casa bastante húmeda. A causa de lo cual enfermó de muerte y aceptó como un sacrificio por la paz y la unidad de sus pueblos.

          Carlos soportó su sufrimiento sin lamento, perdonó a todos los que no le habían ayudado y murió tal día como hoy, el 1 de Abril de 1922 con la mirada dirigida al Santísimo Sacramento. Como él mismo recordó todavía en el lecho de muerte, el lema de su vida fue: «Todo mi compromiso es siempre, en todas las cosas, conocer lo más claramente posible y seguir la Voluntad de Dios, y esto en el modo más perfecto».










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