lunes, 22 de diciembre de 2025

LA NOVENA DE LA SANTA NAVIDAD, DÍA 7º

  

La Novena de la Santa Navidad
 
tomada del Primer Volumen de los escritos de la mística italiana 
Luisa Piccarreta, “la pequeña Hija de la Divina Voluntad” 




                    Esta hermosa Novena sobre la Encarnación y el Nacimiento del Niño Jesús es la  experiencia espiritual de la mística Luisa Picarreta, alma especialísima a quien fue revelada la espiritualidad de la Divina Voluntad.

                    A través de esta Novena conoceremos más íntimamente a Jesús Nuestro Señor, desde el momento bendito de Su Encarnación en el vientre la Santísima Virgen María.

                    La Novena de la Santa Navidad se puede hacer en cualquier época del año, es una tierna y santa manera de preparar nuestros corazones para que Jesús nazca en ellos.



                    En el Nombre del Padre y del Hijo  y del Espíritu Santo. 

                    ¡Oh Jesús, oh Esposo, oh fortaleza mía! A Ti me dirijo, a Ti vengo, en Tus brazos me introduzco, me abandono, me reposo. ¡Ah, consuélame en mi aflicción y no me dejes sola y abandonada!. Mírame y vuelve a mirarme, oh Esposo Santo en estos Tus brazos, mira de cuántas tinieblas estoy circundada, son tan densas que no dejan entrar ni siquiera un átomo de luz en mi alma. 

                    ¡Oh! Mi místico Sol Jesús, resplandezca esta Luz en mi mente, a fin de que haga huir las tinieblas y pueda libremente recordar las gracias que has hecho a mi alma. 

                    ¡Oh! Sol Eterno, manda otro rayo de Luz a lo íntimo de mi corazón y lo purifique del fango en el cual yace, lo incendie, lo consuma en Tu Amor, a fin de que Él, que más que todo ha probado las dulzuras de Tu Amor, pueda claramente manifestarlas a quien está obligado.Tú que tanto me amas, continúa mandándome Luz. 

                    ¡Oh! Mi Sol, mi bello, propiamente quiero entrar en el centro, a fin de quedar toda abismada en esta Luz purísima. Haz, oh Sol Divino, que esta Luz me preceda delante, me siga junto, me circunde por doquier, se introduzca en los más íntimos escondites de mi interior, a fin de que consumiendo mi ser terreno, lo transformes todo en Tu Ser Divino. 

                    Mi amable y dulce Jesús, perdóname, no te retires de mí, continúa derramando en mí Tu gracia, a fin de que puedas hacer de mí un triunfo de Tu Misericordia.

                    Virgen Santísima, Madre amable, ven en mi auxilio, obtenme de Tu y mi dulce Jesús gracia y fuerza... 

                    San José, amado protector mío, asísteme en esta circunstancia. 

                    Arcángel San Miguel, defiéndeme del enemigo infernal, que tantos obstáculos me pone en la mente... 

                    Arcángel San Rafael y tú mi Ángel custodio, venid a asistirme y a acompañarme... 



Séptima Meditación: 
El Amor no correspondido y herido.
Por la ingratitud de las criaturas


                    La voz interior continuaba: “Hija Mía, no Me dejes solo en tanta soledad y en tanta oscuridad, no salgas del Seno de Mi Mamá para que veas el séptimo exceso de Mi Amor. Escúchame, en el Seno de Mi Padre Celestial Yo era plenamente feliz, no había bien que no poseyera, alegría, felicidad, todo estaba a Mi disposición; los Ángeles reverentes Me adoraban y estaban a Mis órdenes. Ah, el exceso de Mi Amor, podría decir que Me hizo cambiar fortuna, Me restringió en esta tétrica prisión, Me despojó de todas Mis alegrías, felicidad y bienes para vestirme con todas las infelicidades de las criaturas, y todo esto para hacer el cambio, para dar a ellas Mi fortuna, Mis alegrías y Mi felicidad eterna. 

                    Pero esto habría sido nada si no hubiera encontrado en ellas suma ingratitud y obstinada perfidia. Oh, cómo Mi Amor Eterno quedó sorprendido ante tanta ingratitud y lloró la obstinación y perfidia del hombre. La ingratitud fue la espina más punzante que Me traspasó el Corazón desde Mi Concepción hasta el último instante de Mi Vida, hasta Mi Muerte. 

                    Mira Mi Corazoncito, está herido y gotea sangre. ¡Qué pena! ¡Qué dolor siento! Hija Mía, no seas ingrata; la ingratitud es la pena más dura para tu Jesús, es cerrarme en la cara las puertas para dejarme afuera, aterido de frío. Pero ante tanta ingratitud Mi Amor no se detuvo y se puso en actitud de Amor suplicante, orante, gimiente y mendigante, y éste es el octavo exceso de Mi Amor”. 



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