jueves, 27 de abril de 2023

JESUCRISTO, MODELO DIVINO DEL SACERDOTE. Parte III

  


               En el Seno de Dios hay una desbordante plenitud de Amor, que es Su Esencia, Su Vida, Su Movimiento, Su Fecundidad. Esta Plenitud tiene una continua necesidad de extenderse, de difundirse; va hacia la criatura, hasta el hombre en particular, por una inclinación natural. El Amor necesita llenar el vacío de la criatura y vivificarlo todo. 

               A veces, el corazón del hombre siente el Amor Infinito, pero su inteligencia humana lo conoce menos. Por eso hay tantas sombras en la inteligencia humana, sobre todo en lo que respecta al conocimiento de Dios, de Sus Misterios y de las Verdades sobrenaturales. El Amor no debe ser para el hombre sólo un sentimiento que experimenta sensiblemente, sino un conocimiento recibido por sus facultades intelectuales. 

               En la misma medida en que una persona conciba el Amor Infinito en su mente y su corazón, también concebirá el conocimiento de las Verdades eternas y de todos los Misterios de Dios. El Amor Infinito, como fuego divino, es calor para el corazón del hombre y luz para su inteligencia. Si el hombre se aleja del foco del Amor, su corazón se enfría y su espíritu se oscurece. 

               Miremos el movimiento sublime que se realiza en Dios para atraer hacia Sí a Su amada criatura: es movimiento de Amor y de Misericordia. En primer término abraza al Sacerdocio para estrecharlo junto a Su Corazón y empaparlo de Su Amor; luego, por medio de Sus Sacerdotes, abraza a todas las almas. Los Sacerdotes deben, pues, entrar en un conocimiento profundo y enteramente renovado del Amor Infinito. El mundo no puede recibir directamente esta revelación de Amor ni recoger sus frutos de gracia y salvación. 

               El Sacerdote, más cercano a Dios y ya consagrado, es quien recibe esta manifestación del Amor y la comunica al mundo. Por el Corazón de Jesús, estudiado en el Misterio de Sus divinas virtudes, e imitado, entrará en la plena posesión del Misterio del Amor Infinito. 

               El Sacerdote no debe contentarse con recibir la devoción al Corazón de Jesús, con profesarla él mismo y comunicarla a las almas. Esto es necesario, no hay duda, pero Jesús pide más. Por este Corazón Sagrado, el Sacerdote debe entrar en el conocimiento íntimo de Jesucristo: es como una puerta por la que debe pasar para penetrar en el interior de Cristo, y, después de bañarse e impregnarse de Él, debe convertirse como en un brillante espejo en el cual el Amor Infinito pueda reflejarse. 

              El Amor Infinito es un sol; si directamente proyectase Sus rayos sobre el mundo, las almas se deslumbrarían y serían consumidas por ellos, porque no están suficientemente elevadas y no son bastante puras. Es necesario que este Divino Sol se refleje en un espejo y la reflexión de Sus rayos en este espejo iluminará al mundo y lo calentará. Este espejo, es el Alma del Sacerdocio; pero es preciso que sea puro, que sea transparente. 

               El alma del Sacerdote debe hacerse conforme al Alma de Cristo. Cuando el Sacerdote es verdaderamente otro Jesucristo, se convierte en este espejo tersísimo que refleja los divinos rayos del Amor Infinito. 


Madre Luisa Margarita Claret de la Touche



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