viernes, 21 de octubre de 2022

LAS HORAS DE LA PASIÓN, de las Revelaciones de Luisa Piccarreta. VIGÉSIMA TERCERA HORA:

                

"...quien piensa siempre en Mi Pasión 
forma en su corazón una fuente, 
y por cuanto más piensa tanto más 
esta fuente sea grande, y como las aguas 
que brotan son comunes a todos, 
esta fuente de Mi Pasión que se forma 
en el corazón sirve para el bien del alma, 
para gloria Mía y para bien de las criaturas." 


Revelación de Nuestro Señor a Luisa Piccarreta, 
el 10 Abril de 1913


Preparación antes de la Meditación 


               Oh Señor mío Jesucristo, postrado ante Tu divina presencia suplico a Tu amorosísimo Corazón que quieras admitirme a la dolorosa meditación de las Veinticuatro Horas en las que por nuestro amor quisiste padecer, tanto en Tu Cuerpo adorable como en Tu Alma Santísima, hasta la muerte de Cruz. 

               Ah, dame Tu ayuda, Gracia, Amor, profunda compasión y entendimiento de Tus padecimientos mientras medito ahora la Hora...(primera, segunda, etc) y por las que no puedo meditar te ofrezco la voluntad que tengo de meditarlas, y quiero en mi intención meditarlas durante las horas en que estoy obligado dedicarme a mis deberes o a dormir. 

               Acepta, oh misericordioso Señor, mi amorosa intención y haz que sea de provecho para mí y para muchos, como si en efecto hiciera santamente todo lo que deseo practicar. 

               Gracias te doy, oh mi Jesús, por llamarme a la unión Contigo por medio de la oración. Y para agradecerte mejor, tomo Tus pensamientos, Tu lengua, Tu corazón y con éstos quiero orar, fundiéndome todo en Tu Voluntad y en Tu amor, y extendiendo mis brazos para abrazarte y apoyando mi cabeza en Tu Corazón empiezo...




DE LAS 2 A LAS 3 DE LA TARDE 

VIGÉSIMA TERCERA HORA 

Jesús muerto, traspasado por la lanza. 
El Descendimiento de la Cruz


                 ¡Oh Jesús mío, ya estás muerto! Y yo, estando en Tu Corazón, empiezo a gozar ya de los copiosos frutos de la Redención. Aún los más incrédulos se doblegan reverentes ante Ti, golpeándose el pecho; lo que no hicieron ante Tu cuerpo viviente, lo hacen ahora ante Tu cuerpo ya muerto... La naturaleza se estremece, el sol se eclipsa, la tierra tiembla, los elementos se conmueven y parecen tomar parte en Tu dolorosísima muerte. Los Ángeles, sobrecogidos de admiración y de amor, descienden del Cielo a millares, te adoran y te rinden homenajes de reconocimiento, confesándote como nuestro Verdadero Dios. 

               Oh Jesús mío, yo también uno mis adoraciones a las suyas y te ofrezco mi gratitud y todo el amor de mi pobre corazón. Pero veo que Tu Amor no está aún satisfecho, y para darnos una última muestra, permites que un soldado se acerque a Ti y con una lanzada te abra el Corazón, haciéndote derramar las últimas gotas de Sangre y agua, contenidas aún en Él. Oh, ¿No quisieras Tú permitir, Jesús mío, que esta lanza hiera también mi corazón? ¡Ah sí, que esta lanza sea la que hiera mis deseos, mis pensamientos, mis latidos y mi voluntad, y que me de Tu Querer, tus pensamientos y toda tu vida de amor y de inmolación! 

               Corazón de mi Jesús herido por esta lanza, ah, prepara a todas las almas a un baño, un refugio a todos los corazones, un descanso a todos los atribulados. De esta herida es de donde haces brotar a Tu amada Esposa, la Iglesia; de ahí haces salir los Sacramentos y la Vida de las almas; y yo, junto con Tu Madre Santísima, cruelmente herida en Su Corazón, quiero reparar por las ofensas, abusos y profanaciones que se le hacen a la Iglesia, y por los méritos de esta herida y de María Santísima, nuestra dulcísima Madre, te suplico que encierres a todos en Tu amantísimo Corazón, y que protejas, defiendas e ilumines a quienes rigen la Iglesia. Oh Jesús mío, después de Tu dolorosísima muerte, parece que yo no debería tener más vida propia, pero en este Tu Corazón herido encontraré mi vida, de modo que cualquier cosa que esté por hacer, la tomaré siempre de este Corazón Divino. No volveré a dar vida a mis pensamientos, pero si quisieran vida, la tomaré de Tus pensamientos. Mi querer no volverá a tener vida, pero si vida quisiera, la tomaré de Tu Santísima Voluntad. No volverá a tener vida mi amor, pero si quisiera amor, tomaré la vida de Tu amor. Oh Jesús mío, toda Tu Voluntad sea mía, pues ésta es Tu Voluntad, y ésta es también la mía. 

               Jesús mío, nos has dado la última prueba de Tu Amor: Tu Corazón traspasado. Ya no te queda más qué hacer por nosotros; pero he aquí que ya se preparan a descenderte de la Cruz; y yo, después de haber puesto todo en Ti, con Tus amados discípulos quiero quitar los clavos de Tus sacratísimos pies y de Tus sagradas manos, y mientras te desclavo, Tú clávame toda en Ti. Jesús mío, la primera en recibirte en su regazo, bajado de la Cruz, es Tu Madre Dolorosa; y entre sus brazos, Tu cabeza traspasada, dulcemente reposa... Oh dulce Mamá, no desdeñes tenerme en Tu compañía, y haz que también yo, junto Contigo, pueda prestar los últimos servicios a mi amado Jesús... 

               Madre mía dulcísima, es verdad que Tú me superas en el amor y en la delicadeza al tocar a mi Jesús, pero yo trataré de imitarte en el mejor modo posible para complacer en todo al adorado Jesús. Por eso juntamente con Tus manos pongo las mías y quito todas las espinas que rodean Su adorable cabeza, con la intención de unir a Tus profundas adoraciones las mías. Celestial Mamá, ya llegan Tus manos a los ojos de mi Jesús y se disponen a remover la sangre coagulada de esos ojos que un día daban luz a todo el mundo y que ahora están oscurecidos y apagados... Oh Mamá, me uno a Ti, besémoslos juntas y adorémoslos profundamente... 

               Veo los oídos de mi Jesús llenos de sangre, macerados por los golpes, heridos por las espinas... Hagamos penetrar, oh Madre, nuestras adoraciones en esos oídos que ya no oyen y que también han sufrido tanto por llamar a tantas almas obstinadas y sordas a las voces de la Gracia... Oh dulce Mamá, veo Tu rostro bañado en lágrimas, y a Ti toda llena de dolor al ver el rostro adorable de Jesús. Uno mi dolor al Tuyo, y juntas limpiemos el fango y los salivazos que tanto lo han ensuciado; adoremos ese Rostro de majestad divina que enamoraba al Cielo y a la tierra y que ahora ya no da señal alguna de vida... Besemos juntas Su boca, dulce Mamá, esa boca divina que con la suavidad de Su Palabra ha atraído a tantas almas a Su Corazón... Oh Madre, quiero con Tu misma boca besar esos labios lívidos y ensangrentados... y profundamente los adoro. Oh dulce Mamá, junto Contigo quiero besar y volver a besar el cuerpo adorable de Jesús, hecho toda una llaga; juntamente Contigo pongo mis manos para unir esos jirones de carne que en Él aún quedan, y adorémoslo profundamente... 

               Besemos, oh Madre, esas manos creadoras, que han obrado por nosotros tantos prodigios... Esas manos taladradas, que ya están frías y con la rigidez de la muerte. Oh dulce Mamá, encerremos en esas sacrosantas heridas a todas las almas, para que Jesús, al resucitar, las encuentre a todas en Él, depositadas por Ti, y así no se pierda ninguna. 

               Oh Mamá, adoremos juntas estas profundas heridas en nombre de todos y con todos...Oh Celestial Mamá, veo que te acercas a besar los pies de Jesús... ¡Cuán desgarradoras son estas heridas! Los clavos se han llevado gran parte de la carne y de la piel, y el peso de Su Santísimo Cuerpo los ha herido horriblemente... Besémoslos juntas, adorémoslos profundamente y encerremos en estas heridas todos los pasos de los pecadores, para que cuando caminen sientan los pasos de Jesús, que de cerca los sigue, y no se atrevan a ofenderlo... 

               Veo, oh dulce Mamá, que Tu mirada se detiene en el Corazón del adorado Jesús... ¿Qué haremos en este Corazón? Tú me lo mostrarás, Mamá y en Él me sepultarás, lo cerrarás con la piedra y lo sellarás; y aquí adentro, depositando en Él mi corazón y mi vida, me quedaré encerrada hasta la eternidad... ¡Dame Tu amor, oh Mamá, para que con él ame a Jesús, y dame Tu dolor para interceder con él por todos y para reparar toda ofensa que se le haga a este Corazón! 

               Acuérdate, oh Mamá, que al sepultar a Jesús, quiero con Tus mismas manos ser también yo sepultada, para que después de haber sido sepultada con Él, pueda resucitar con Él y con todo lo que es Suyo. Y ahora unas palabras a Ti, oh dulce Mamá: ¡Cuánto te compadezco! Con toda la efusión de mi pobre corazón quiero reunir todos los latidos, todos los deseos y todas las vidas de las criaturas y postrarlos ante Ti en un acto del más ferviente amor y compasión. 

               Te compadezco en el extremo dolor que has sufrido al ver a Jesús muerto, coronado de espinas, destrozado por los azotes y por los clavos..., al ver esos ojos que ya no te miran, esos oídos que no escuchan más Tu voz, esa boca que ya no te habla, esas manos que ya no te abrazan, esos pies que nunca te dejaban y que aun desde lejos seguían Tus pasos... Quiero ofrecerte el Corazón mismo de Jesús, rebosante de amor, para compadecerte como mereces y para dar un consuelo a Tus amarguísimos dolores. 

               


Ofrecimiento después de Cada Hora

 

                Amable Jesús mío, Tú me has llamado en esta Hora de Tu Pasión a hacerte compañía y yo he venido. Me parecía sentirte angustiado y doliente que orabas, que reparabas y sufrías y que con las palabras más elocuentes y conmovedoras suplicabas la salvación de las almas. He tratado de seguirte en todo, y ahora, teniendo que dejarte por mis habituales obligaciones, siento el deber de decirte: “Gracias” y “Te Bendigo”. Sí, oh Jesús!, gracias te repito mil y mil veces y Te bendigo por todo lo que has hecho y padecido por mí y por todos...

               Gracias y Te bendigo por cada gota de Sangre que has derramado, por cada respiro, por cada latido, por cada paso, palabra y mirada, por cada amargura y ofensa que has soportado. En todo, oh Jesús mío, quiero besarte con un “Gracias” y un “Te bendigo”. 

               Ah Jesús, haz que todo mi ser Te envíe un flujo continuo de gratitud y de bendiciones, de manera que atraiga sobre mí y sobre todos el flujo continuo de Tus bendiciones y de Tus gracias...

               Ah Jesús, estréchame a Tu Corazón y con tus manos santísimas séllame todas las partículas de mi ser con un “Te Bendigo” Tuyo, para hacer que no pueda salir de mí otra cosa sino un himno de amor continuo hacia Ti. 

               Dulce Amor mío, debiendo atender a mis ocupaciones, me quedo en Tu Corazón. Temo salir de Él, pero Tú me mantendrás en Él, ¿no es cierto? Nuestros latidos se tocarán sin cesar, de manera que me darás vida, amor y estrecha e inseparable unión Contigo. 

               Ah, te ruego, dulce Jesús mío, si ves que alguna vez estoy por dejarte, que Tus latidos se sientan más fuertemente en los míos, que tus manos me estrechen más fuertemente a Tu Corazón, que Tus ojos me miren y me lancen saetas de fuego, para que sintiéndote, me deje atraer a la mayor unión Contigo. Oh Jesús mío!, mantente en guardia para que no me aleje de Ti. Ah bésame, abrázame, bendíceme y haz junto conmigo lo que debo ahora hacer... 


LAS HORAS DE LA PASIÓN cuenta con aprobación eclesiástica:
Imprimatur dado en el año 1915 por Mons. Giuseppe María Leo,
Arzobispo de Trani-Barletta-Bisciglie, y con Nihil Obstat 
del Canónigo Aníbal María de Francia





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