viernes, 17 de octubre de 2025

PARA LAS ALMAS ATORMENTADAS POR LAS DISTRACCIONES, por Santa Margarita María de Alacoque

 



¡Viva  Jesús!


                    El Lunes se puede tomar la Llaga de la Mano derecha de Nuestro Señor Jesucristo, para que sirva de espejo a nuestra alma y a nuestro corazón. Mirémonos en él, de tiempo en tiempo, para descubrir nuestros movimientos desordenados y todo lo que se opone a nuestra, unión con Él.

                    Y poniéndonos en la actitud de una criminal ante el Juez, le pediremos que sea Él mismo nuestra justificación, diciéndole con frecuencia: ¡Oh Juez lleno de clemencia y misericordia!, por el mérito de ese juicio injusto y esa rigurosa sentencia que fue pronunciada contra Vos, apartad de mí la que mis pecados han merecido. Y otras veces: ¡Ah Señor, salvad por Vuestra Bondad a la que podéis condenar por Vuestra Justicia!.

                    Se puede conversar así durante el día con este Juez soberano, para negociar nuestra eterna salvación, manifestándole el dolor que sentimos de haberle ofendido, por medio de frecuentes actos de contrición; y, después, sufrir y hacer todas nuestras acciones en espíritu de penitencia.


                    El Martes hagamos nuestra morada en la Sagrada Llaga de la Mano izquierda de Nuestro Señor, sintiéndonos como el hijo pródigo ante su padre, pidiéndole perdón por haber abusado tanto tiempo de Sus gracias por nuestros extravíos, resistiendo a Su Santísima Voluntad. Y con confianza filial arrojémonos en Sus brazos, que Su Amor Le hizo extender en la Cruz para redimirnos.

                    Digámosle a menudo: Dios mío, Vos sois mi Padre, tened compasión de mí, según la grandeza de Vuestra Misericordia. Yo me abandono en Vos; no me rechacéis, pues sé que el hijo no puede perecer en los brazos de un Padre Todopoderoso.

                    Y otras veces, mirando Su Bondad y Amor, decidle: ¡Oh mi Buen Padre, hacedme digna de cumplir, en todo, vuestra Santa Voluntad, pues soy toda vuestra!. Ejercitad en ese día las virtudes de la mansedumbre y la paciencia.


                    El Miércoles debemos retirarnos a la Sagrada Llaga del Pie derecho y allí permanecer como la pobre oveja que vuelve de sus extravíos, por temor del lobo infernal, que es nuestro orgulloso amor propio que nos hace caminar tan a menudo por el camino de la iniquidad.

                    Y pensando en los muchos pasos que dio este Soberano Pastor para buscarnos, se lo agradeceremos y uniremos todos nuestros pasos a los Suyos, pidiéndole la gracia de caminar por el camino de Su Amor, diciéndole con frecuencia: ¡Ay mi amable Pastor, desprendedme de todas las cosas terrenas y de mí misma, a fin de que me una a Vos!. Haceos oír de mi corazón y traedlo de tal modo a que Os ame, que no pueda ya resistiros.

                    Y otras veces, descubriéndole las heridas que el pecado ha causado en vuestra alma, le diréis: ¡Oh Señor mío!, curadme aplicándome Vuestras Sagradas llagas; Vos lo podéis si queréis. No perdáis en este día ninguna ocasión de humillaros.


                    El Jueves debemos retirarnos a la Llaga del Pie izquierdo, y allí, como un soldado destinado a combatir constantemente, prepararnos a resistir valerosamente los asaltos de nuestros enemigos, en presencia de nuestro Soberano. Él será nuestro escudo y fortaleza, que puede acabar con ellos cuando le plazca. Pero Su Gloria está en exponernos al combate, a fin de que, dándonos el triunfo, se vea Su fortaleza en nuestra debilidad y nos saque victoriosas para tener ocasión de premiarnos.

                    Y puesto que hace consistir todo Su placer en vernos combatir, complazcámonos en manifestarnos fieles, no deteniéndonos nunca voluntariamente en ningún mal pensamiento. ¡Ah Señor, mi corazón os pertenece!. No permitáis que se ocupe en otra cosa más que en Vos, que Sois el premio de todas mis victorias y el sostén inquebrantable de mi fragilidad. Y otras veces: ¡Dios mío!, sufro violencia; apresuraos a socorrerme. Práctica para este día: la pureza de intención.


                    El Viernes debemos retirarnos a la llaga de Su Sagrado Costado, como un pobre viajero que busca el puerto seguro para ponerse al abrigo de los escollos y borrascas del tempestuoso mar de este mundo, en donde estamos expuestos a continuos naufragios, sin el socorro de nuestro diestro Piloto: debemos dejarnos en absoluto a Su cuidado, sin querernos ocupar más que en amarle y complacerle. 

                    Debemos buscar ocasiones de darle contento por el ejercicio de la Santa Caridad, pensando y hablando siempre bien de nuestro prójimo, asistiendo a los pobres según nuestros medios, espiritual y corporalmente, mirando a Jesucristo en su persona y no haciéndoles nada más que lo que quisiéramos se nos hiciera a nosotros mismos. Digamos a menudo a Nuestro Señor: ¡Dios mío, Vos Sois mi todo, mi vida y mi amor!. Salvadme y no me dejéis perecer en el diluvio de mis iniquidades.


                    El Sábado hay que honrar la Sagrada Llaga del Hombro, mirando a Nuestro Señor como a un verdadero y perfecto amigo, que se ha cargado con nuestros pecados, haciéndose nuestro fiador con Su Eterno Padre. Éste, mirándole bajo este aspecto de pecador, le ha inmolado a todos los rigores de Su Divina Justicia, aunque fuera inocente.

                    Ha querido morir para merecernos por un exceso de Su Amor una vida inmortal y bienaventurada, sacándonos de una muerte inmortalmente desgraciada. Bendigámosle y démosle gracias por tan ardiente caridad. Por ella deberíamos deshacernos en reconocimiento, ofreciéndole un continuo sacrificio de todo nuestro ser, con homenaje de amor y de adoración a Su Soberana Grandeza, que se agrada en nuestra pequeñez.

                    Y otras veces, considerándole en esta calidad de amigo, podemos confiarle todos los secretos de nuestro corazón y descubrirle todas nuestras miserias y necesidades, como a Aquel que únicamente puede remediarlas, diciéndole: ¡Oh Amigo de mi corazón, la que amáis está enferma!. Visitadme y curadme, pues ya sé que no podéis amarme y al mismo tiempo abandonarme a mis miserias.

                    Practicad en este día la mortificación de los sentidos, privándoos de algunos gustos para honrar las privaciones del Sagrado Corazón de Jesucristo.


                    El Domingo, rendiréis homenaje a la Santísima Trinidad, por mediación del Sagrado Corazón de Jesucristo, a quien debemos mirar como a nuestro Libertador, que nos librará del cautiverio de Satanás, y como a nuestro Buen Maestro, que nos enseñará a conocerle y amarle con toda nuestra alma y con todas nuestras fuerzas y potencias, puesto que en este amor consiste toda nuestra dicha y felicidad.

                    Adoremos y amemos a Dios por medio de este Corazón adorable; hagamos todas nuestras acciones en Él; roguémosle que todo lo haga Él en nosotros y por nosotros y nos restituya la vida de la gracia, uniéndonos con Dios cuando el pecado nos hubiese separado. Que repare todos nuestros defectos y supla por todo lo que nos falta para serle agradables. Unámonos a menudo a lo que hace en nosotros y por nosotros, diciéndole: Sagrado Corazón de Jesús, confundid a mis enemigos.

                    Dirijámonos a Él en todas nuestras necesidades, pidámosle que fortalezca nuestra debilidad, que enriquezca nuestra pobreza, que ablande la dureza de nuestros corazones para hacerlos susceptibles de Su Puro Amor, que no acepta los corazones divididos. Por eso, cuando queremos que Su Amor sea nuestro huésped, tenemos que vaciar y desprender nuestro corazón del afecto de todas las criaturas y de nosotros mismos. Todo lo que nos atrae hacia sí nos lo arrebata y nos quita a Dios y Su Puro Amor, que reina en el sufrimiento y triunfa en la humildad, para gozar en la unidad.

                    La Cruz es mi gloria, el Amor a ella me conduce, el Amor me posee, el Amor me basta. Nada hay manchado en la inocencia; nada se pierde en la penitencia, nada pasa en esta hermosa mansión; todo en ella se consuma en el Amor. Pureza en vuestras intenciones, humildad en todas vuestras operaciones, unidad sin mezcla de propio interés en vuestras pretensiones. Por la pureza vendréis a ser objeto de Sus amorosas complacencias; por la humildad Le haréis reinar en vuestros corazones y conservaréis Su amistad; y por la caridad reinaréis vos en ese adorable Corazón.

                    He aquí con qué se pueden ocupar las almas que tienen dificultad para estar en la Presencia de Dios, a quien debemos mirar siempre en nosotras mismas, en cualquier condición que le consideremos, para acostumbrarnos más fácilmente a Su Divina Presencia. Porque mirándole en nosotras, es preciso que todas nuestras potencias y facultades, e incluso nuestros sentidos, se recojan dentro de nosotras mismas. Mirándole fuera de nosotras, los objetos exteriores nos distraen con facilidad.


Santa Margarita María de Alacoque



No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.