jueves, 9 de marzo de 2023

TE DOY UNA GOTA DE MI SANGRE

 

Anegaos, pues, es la Sangre Cristo Crucificado, 
bañaos en la Sangre, embriagaos con la Sangre, 
saciaos de la Sangre y vestíos con la Sangre. 

Santa Catalina de Siena



               Alimentarse directamente de la Sangre de Jesús Nuestro Señor es un fenómeno místico que se ha dado en la vida de pocos Santos, como Santa Catalina de Siena. Pese a la diferencia temporal, Cristo quiso comunicar también esta gracia a Alejandrina Da Costa, a la que frecuentemente alimentaba física y espiritualmente con su Sangre Divina ( la joven mística estaba en ayuno total desde 1942).

               Este fenómeno parece que comenzó en 1935, pero con toda seguridad desde el 25 de Junio de 1944. Al principio, los intervalos entre una y otra transfusión son de dos o tres meses, pero desde el 7 de Febrero de 1947 serán cada semana, los Viernes, durante la Pasión, que ya no es externa, sino vivida internamente. También son distintos los modos de esta transfusión. Puede ser, bebiendo con los labios la Sangre directamente del Corazón de Jesús, de Corazón a corazón o por medio de una cañita dorada. 

               En su Diario Espiritual Alejandrina explica: Jesús me dio a beber la Sangre de Su Divino Corazón. Sentía pasar la Sangre con toda abundancia del Corazón de Jesús a mí y Jesús me decía: Valor, hija mía, recibe fortaleza. Mi Sangre y Mi Carne son tu alimento. Eran las cuatro de la mañana y estaba agotadísima. Me preparaba para recibir la Comunión. Jesús me dijo: Hija Mía, ven a Mis brazos, sacia tu hambre y tu sed, recibe Mi Sangre que es tu vida y tu alimento. Llevó a mis labios Su Sangre y me la dio a beber. Y sentí en mi corazón que, dentro de mí, caía una lluvia de sangre. Y Jesús me decía: Es la Sangre de Mis venas. Ten coraje, llénate de Mí para llevar tu cruz. Jesús tomó en Sus manos Su Corazón e hizo un vaso bellísimo del que dejó caer en mi corazón las gotas de Su Preciosísima Sangre y muchos rayos dorados de Su Amor. Y comencé a sentirme grande y fuerte. 

               Otro día le dice Jesús: Te doy Mi Divina Sangre, uno a ti la cañita de amor. Así quedan unidos nuestros corazones y nuestros rostros... Recibe Vida, recibe Amor. Te daré una gota de Mi Divina Sangre, la mayor prueba de Mi infinito Amor, la mayor de todas las maravillas. Otra vez, como de costumbre, Jesús introdujo en mi corazón la cañita a la cual unió su Corazón lleno de rayos de amor. Despacio, muy despacio, pasó la pequeña gota de Su Preciosísima Sangre. En esta unión de corazones que ardían en llamas divinas permanecimos en silencio hasta que me adormecí. Desperté cuando Jesús sacaba la cañita.

               En otra oportunidad -escribe Alejandrina- Jesús unió Su Divino Corazón al mío y también Su Rostro y Sus labios se unieron a los míos. Mi corazón parecía pegado al de Jesús y de Su Divino Corazón pasaba Su Sangre al mío. Sentía mi corazón dilatarse: era grande. Sentía también recibir vida de los labios de Jesús por medio de los míos. Jesús le dijo: Uno tu corazón al Mío. Es un sólo corazón, una sola vida. Te doy una gota de Mi Sangre y permanece en el tuyo Mi Divino Corazón para continuar el milagro, para que puedas vivir y resistir el dolor... y dar vida a las almas y hacerlas vencer en la guerra contra Satanás. ¡Que unión tan íntima! ¡Su divino Corazón unido al mío!

               Otro día vinieron los Ángeles y Jesús le dice: Esposa mía, te doy la gota de Mi Divina Sangre. Dos Ángeles introducirán en tu corazón la cañita del Amor. Vinieron dos Ángeles, introdujeron en mi corazón una cañita dorada. Vino Jesús y, sobre la parte superior de la cañita, colocó el centro de Su Divino Corazón. La gota de la Sangre cayó mientras los Ángeles con toda reverencia se inclinaban ante Jesús y batían lentamente cada uno a su vez sus propias alas blancas. Después de comulgar, vino Jesús, tomó Su Divino Corazón y echó, en el cáliz que tenía el Ángel, la pequeña gota de Su Divina Sangre y el Ángel me la dio a beber. 

               En muchas transfusiones se hace presente también la Virgen María. Dice Alejandrina: Vino la Virgen, se puso a mi costado, extrajo del pecho el Corazón Divino de Jesús y lo unió al mío. Recibí la gota de Sangre y María soplaba sobre mí y me lavaba y me purificaba. Los Ángeles cantaban: Venimos del Cielo a adorar a nuestro Rey y Creador, venimos del Cielo a contemplar las maravillas de Su Amor... 

               Un día, vino del Cielo la Virgen María con millones de Ángeles. El Ángel Custodio de Alejandrina llevaba una corona de flores en unión con San Miguel Arcángel. Ella se inclinó y la Virgen le puso sobre la cabeza la corona de flores… Después, Jesús hizo de Su Corazón una copa y muy despacio la inclinó para echar en el mío la gota de Su Sangre... Después, me sentí entre los brazos de María. Sus caricias, Su ternura y Su Amor me dieron de nuevo la vida. 

              Otra vez, una bandada de Ángeles bajaron del Cielo, batiendo sus almas. Por último, vino María coronada como Reina sobre un trono. Se puso delante de mí. Sentí como si se abriese mi pecho y María introdujo en mi corazón Sus santísimas manos. Y del Corazón Divino de Jesús salió hacía mi corazón fuego, mucho fuego y, por último, la gota de Sangre... María me acariciaba y, gracias a estas caricias y besos que me daba, pude soportar el Amor de Jesús. Vino María y Jesús se acercó y unió los tres corazones en uno solo e hizo pasar a mí la gota de Sangre Divina, diciendo: Recibe esta Vida, Vida Divina, Vida de Gracia, Fortaleza y Amor. Comunícala a las almas en abundancia. Tú eres de Jesús y por tu medio ellas reciben a Jesús.



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