sábado, 16 de febrero de 2019

ANIVERSARIO DEL MILAGRO EUCARÍSTICO DE SANTAREM: la Sagrada Forma que sangra durante siglos


              Acontece esta historia en Portugal, en 1247 (1). Elvira Moniz era una sencilla mujer que vivía junto a su promiscuo esposo en la pequeña villa portuguesa de Santarem, situada a 65 kilómetros de Lisboa. Sus días transcurrían en la más completa rutina, mientras rumiaba en su interior las continuas relaciones que su marido mantenía con otra mujer del pueblo. El daño lo provocaba no solo el sufrimiento personal de saberse despreciada y traicionada por su pareja, sino también los comentarios maliciosos de sus vecinos.

              Tras intentar usar su astucia y el cariño para recuperar la atención de su esposo, y obtener como resultado el más rotundo de los fracasos, decidió hacer algo a espaldas de la gente. Un buen día se encaminó desesperada hacia la cercana vivienda de una conocida hechicera, a quien pidió consejo. La bruja, tras usar sus típicos artilugios de consulta, declaró firmemente que sólo había una forma de que Elvira recuperara el amor de su marido. Para ello debía realizar un complejo ritual mágico que solucionaría el problema de inmediato. Pero había un problema. Para llevar a cabo el misterioso prodigio necesitaba obtener una hostia consagrada, que debería conseguir la propia afectada.




             Aquello supuso un duro golpe para Elvira, cristiana muy devota, para quien ese acto constituía un horrible sacrilegio. Sin embargo, finalmente accedió a la petición.

              A los pocos días, concretamente el 16 de Febrero, la atormentada mujer se dirigió a la Iglesia de San Esteban, donde se confesó ante el sacerdote y pidió la comunión. Tras recibir la Sagrada Hostia, no la ingirió, sino que la conservó, saliendo inmediatamente del templo. En el exterior, extrajo con mucho cuidado la forma sacramental y la guardó entre sus ropas, encaminándose rápidamente hacia la casa de la hechicera.

              De pronto, Elvira notó cómo las miradas de los vecinos que se cruzaban con ella se dirigían hacia la parte de su cuerpo donde había escondido la hostia. Al observarse, se dio cuenta horrorizada de que sus ropas estaban manchadas de sangre. Cuando desanudó el pliegue en el cual había escondido la hostia consagrada descubrió que el líquido manaba de la misma. Algunos vecinos le preguntaron si estaba herida y si necesitaba que la llevaran a un médico. La sangre goteaba y manchaba el suelo.

             Elvira se estremeció de pánico y decidió esconderse en su casa, en la Rua das Esteras, muy cerca de la parroquia de San Esteban. Una vez allí, extrajo la hostia de su ropa y la colocó en el interior de un baúl de cedro, donde acostumbraba guardar sus pertenencias. La desgraciada mujer no sabía qué hacer y vivió momentos de angustia indescriptible.

              A altas horas de la noche, Pedro Moniz regresó a casa. Elvira no le contó nada de lo ocurrido. No podía descansar, atormentada por el sacrilegio que había cometido. De madrugada, se produjo un nuevo prodigio. Una luz muy intensa y blanca comenzó a salir por las ranuras del baúl de cedro, despertando a Pedro.

              Toda la casa estaba iluminada por aquel extraño resplandor. Descubrieron entonces a varios Ángeles en actitud contemplativa alrededor del baúl que contenía la Hostia Consagrada. Elvira comprobó que de nuevo comenzaba a sangrar y su esposo fue testigo presencial del milagro. Todo lo vieron a través de la madera del arca, que parecía haberse vuelto transparente gracias a la luz que emitía y a la que recibía de los Ángeles.

              Apresuradamente, la mujer le confesó a su esposo la historia de su sacrilegio. Ambos se arrepintieron de sus respectivos pecados, rezaron y se arrodillaron frente a la Hostia durante el resto de la noche.

              Nada más amanecer, fue requerida la presencia del sacerdote de San Esteban, quien comprobó el misterio de la Hostia sangrante y decidió devolverla a la iglesia. Para ello, se realizó una solemne procesión de retorno, en la cual participaron diversos cleros y laicos. La noticia se difundió por todo Santarem. La Hostia fue depositada en la iglesia, donde continuó sangrando abundantemente durante tres días.

               Finalmente se decidió colocar la reliquia en un recipiente fabricado con cera fundida. Durante muchas décadas fue conservado en dicho relicario y expuesto ante los fieles en una especie de cáliz, sobre el altar principal.

               Durante cerca de un siglo, los habitantes de Santarem y de los pueblos vecinos peregrinaron a iglesia de San Esteban para contemplar el cáliz con la sagrada hostia y rezar ante ella. Pero un día de 1340, el sacerdote abrió la iglesia y, siguiendo la rutina, se dirigió al sagrario para exponer la reliquia a la adoración de los fieles.

               Su sorpresa fue mayúscula al ver que el envase de cera se había reducido a pedazos. Sin embargo, sólo él tenía la llave del recinto y la puerta no había sido forzada. Milagrosamente, una cápsula de fino cristal, en cuyo interior se había depositado la sagrada forma, se había materializado de la nada. Para aumentar la tensión del momento, también apreció que aquellos fragmentos de cera del antiguo envase se habían solidificado con la sangre, adquiriendo un color mucho más oscuro. De manera inexplicable, los trozos de cera y la sangre se encontraban dentro del nuevo envase ovalado de cristal.

              La cápsula con la Hostia fue colocada de nuevo en el altar. En el siglo XVIII se introdujo la reliquia en una custodia de plata dorada, donde ha mantenido el mismo aspecto hasta nuestros días. El frasco con los fragmentos de cera solidificados por la sangre se encuentra a su lado. Ambas piezas pueden ser contempladas junto al relicario, en un trono eucarístico, sobre el altar mayor. Desde ese momento, la Parroquia de San Esteban sería conocida como la Iglesia del Santo Milagro.

               Desde que ocurrió el Milagro se realiza todos los años, en el segundo Domingo de Abril, una procesión con la Preciosa Reliquia que recorre desde la casa de los esposos hasta la iglesia de San Esteban. La casa de los esposos se convirtió en Capilla desde el año 1684.




               Importantes personajes de la monarquía lusitana han sentido desde antaño un gran interés por todo lo relacionado con esta Hostia. La Reina Isabel de Portugal visitaba con frecuencia este templo para admirarla. En dos de esas ocasiones, en 1295 y 1322, fue testigo de diversos prodigios y apariciones, cumpliéndose las peticiones que había realizado a la Santa Reliquia.

               También fueron varios los Pontífices que proclamaron las bondades del Milagro, convirtiendo la veneración de la Sagrada Forma en un ritual oficial. Los Papas Pío IV, Pío V, Pío VI y Gregorio XIV confirmaron los testimonios de los peregrinos. Todos ellos concedieron indulgencias plenarias a los fieles que oraban ante la Hostia Consagrada de Santarem.


               La Iglesia Católica ha intentado verificar de la manera más rigurosa la realidad del prodigio. En 1340 y 1612, se nombraron comisiones de investigación canónica. Con los medios a su alcance en su época, estos expertos verificaron su autenticidad, confirmando la antigüedad que se le atribuía y que la sangre continuaba fresca.


NOTAS ACLARATORIAS:

1- Según algunos historiadores el Milagro tuvo lugar en 1266, aunque tal vez la confusión venga de los muchos milagros que se obraron con la Sagrada Forma.



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