martes, 16 de mayo de 2023

SAN SIMÓN STOCK Y EL PRIVILEGIO CARMELITANO

  



Infancia

               San Simón nació en 1165, en el castillo de Harford, condado de Kent, en Inglaterra, del que su padre era gobernador. Sus padres unieron la virtud a la más alta Nobleza. Algunos escritores juzgan que estaban emparentados con la familia real inglesa.

               Antes de nacer su madre lo consagró a la Santísima Virgen. En reconocimiento por el feliz parto y para pedir su especial protección, la joven madre antes de amamantarlo, lo ofrecía a la Madre de Dios, rezando de rodillas un Avemaría. Si por distracción se olvidaba de ello, encontraba una resistencia de parte del pequeño Simón, que rechazaba alimentarse hasta que ella rezase esa oración. Cuando la criatura, debido a algún malestar propio de la edad, comenzaba a llorar, bastaba que su madre le mostrase una estampa de la Virgen para que se calmase.

               El niño aprendió a leer a muy tierna edad. A ejemplo de sus padres, comenzó a rezar el Pequeño Oficio de la Santísima Virgen, y luego también el Salterio en latín. Aunque aún no conocía la lengua latina, encontraba tanto placer en ello que quedaba extasiado.

               Muy precoz, inició a los siete años el estudio de Bellas Artes en el colegio de Oxford, con tanto éxito que sorprendió a sus profesores. Eso hizo con que fuese admitido a la Mesa Eucarística, en un tiempo en que la costumbre era recibir la Sagrada Hostia mucho más tarde; el día de esta Primera Comunión consagró su virginidad a la Santísima Virgen.

Eremita a los doce años de edad

               Perseguido por la envidia de su hermano mayor, y atendiendo a una voz interior que le inspiraba el deseo de abandonar el mundo, dejó el hogar paterno a la edad de doce años, encontrando refugio en un retirado bosque. Prefirió seguir el llamado de Dios que permanecer en la comodidad del hogar.

               Un enorme roble cuyo tronco consumido formara una cavidad suficientemente amplia como para colocar una cruz, una imagen de Nuestra Señora y recostarse, le sirvió de oratorio y habitación. Empleaba el tiempo en la contemplación de las cosas divinas, oración y austeridades. Bebía agua de una fuente en las proximidades y se alimentaba de hierbas, raíces y frutos silvestres. De vez en cuando, sin embargo, un misterioso perro le llevaba un pedazo de pan. Evidentemente, como otrora a los solitarios del desierto, el demonio no lo dejaba en paz, pero la protección de Nuestra Señora, a quien fuera consagrado desde el vientre materno, le devolvía la paz. De otro lado, también los Ángeles venían a hacerle compañía y lo entretenían en la soledad en que moraba. Así vivió cerca de 20 años.

Mandato para que se uniese a los Carmelitas

               Nuestra Señora le reveló entonces su deseo que se uniese a ciertos monjes que vendrían a Inglaterra provenientes del Monte Carmelo, en Palestina. A pesar del gran atractivo que tenía por la soledad, San Simón volvió a la casa de sus padres y retomó el curso de sus estudios. Se graduó en Teología y recibió las Sagradas Órdenes. Mientras aguardaba la llegada de los monjes anunciados, San Simón Stock, ahora Sacerdote de Cristo, se dedicó a la predicación.

Como Vicario General de la Orden, enfrenta una obstinada persecución

               Finalmente dos Frailes Carmelitas llegaron el año 1213, y San Simón pudo recibir el hábito de la Orden en Aylesford. Años más tarde, en 1215, habiendo llegado a oídos de San Brocardo, segundo General del Carmen, la fama de virtudes de San Simón, quiso tenerlo como coadjutor en la dirección de la Orden; en 1226, lo nombró Vicario General de todas las provincias europeas.

               San Simón tuvo que hacer frente, en esa ocasión, a una verdadera tormenta contra los Carmelitas en Europa, suscitada por el demonio a través de personas que se decían celosas por las leyes de la Iglesia. Éstas querían a todo costo suprimir la Orden, bajo pretexto de ser nueva, instituida sin la aprobación de la Iglesia, contrariamente a lo que disponía el IV Concilio de Letrán.

               San Simón envió delegados al Papa Honorio III, para informarlo de la persecución de que estaban siendo víctimas los Carmelitas y pedir su protección. El Soberano Pontífice delegó dos comisarios para examinar la cuestión. Éstos, ganados por los adversarios, opinaron por la supresión de los Carmelitas. Pero la Santísima Virgen se apareció a Honorio III, ordenándole que aprobase las Reglas del Carmen, confirmase la Orden y la protegiese contra sus adversarios. El Sumo Pontífice lo hizo mediante una Bula, en la cual declaró legítima y conforme a los Decretos del Concilio de Letrán la existencia legal de la Orden de los Carmelitas, y la autorizó continuar sus fundaciones en Europa.




Eremita en Oriente y Prior General

               San Simón participó del Capítulo General de la Orden en Tierra Santa, en 1237. En ese Capítulo, se trataba de decidir, debido a las continuas persecuciones movidas por los moros, si era el caso de mantener aún los conventos de Tierra Santa. Una ala pretendía permanecer, incluso bajo el riesgo de enfrentarse al martirio. Otros, alegando la frase de Nuestro Señor —“cuando os persiguieren en una ciudad, huid hacia otra”— eran partidarios del traslado total a Europa. San Simón Stock era de esta segunda opinión, alegando, además, que no se podía tentar a Dios en esa situación. Pero él mismo no pudo volver inmediatamente a Europa, porque los sarracenos dominaban los mares. Con ello, placenteramente se aisló en una gruta del Monte Carmelo, donde pasó más de seis años en completa soledad, hasta que, sabiendo que algunos cruzados ingleses se preparaban para volver a su tierra, juzgó su deber partir con ellos. En un nuevo Capítulo, en 1245, fue elegido 6º Prior General de la Orden Carmelita.

               Si la Bula Papal había aplacado momentáneamente el furor de los enemigos del Carmelo, no lo hizo cesar del todo. Después de un periodo de calma, las persecuciones recomenzaron con más intensidad.

Nuestra Señora le concede el Escapulario de la Orden

               Abandonado del auxilio humano, San Simón recurría a la Virgen Nuestra Señora, con toda la amargura de su corazón, pidiendo que fuese propicia a su Orden, tan probada, y que diese una señal de su alianza con ella.

               En la mañana del día 16 de Julio de 1251, San Simón Stock suplicaba con mayor empeño a la Madre del Carmelo su protección, recitando la bella oración por él compuesta, Flos Carmeli. Según narró San Simón Stock al Padre Pedro Swayngton, su secretario y Confesor, de repente “la Virgen se me apareció en gran cortejo, y, teniendo en la mano el hábito de la Orden me dijo: «Recibe, dilectísimo hijo, este escapulario de tu Orden como señal distintiva y la marca del privilegio que Yo obtuve para ti y para todos los hijos del Carmelo; es una señal de salvación, una salvaguarda en los peligros, alianza de paz y de una protección sempiterna. Quien muriese revestido con él será preservado del fuego eterno... Ella me dijo ( ... ) que bastaba enviar una delegación al Papa Inocencio, Vicario de su Hijo, que él no dejaría de mandarme un remedio para nuestros males”.

La expansión de la Orden del Carmen

               Esa gracia especialísima fue inmediatamente difundida por los lugares donde los Carmelitas estaban establecidos, y autenticada por muchos milagros que ocurrían en todas partes, hicieron callar a los adversarios de los Hermanos de la Santísima Virgen del Monte Carmelo. Como General, San Simón procuró propagar por todos los medios la Orden por Europa, prefiriendo fundar casas en ciudades donde había universidades. Fue lo que realizó en Cambridge (1249), Oxford (1253), París (1254) y Bolonia (1260).

               San Simón alcanzó una vejez extrema y altísima santidad, obrando innumerables milagros, habiendo también obtenido el don de las lenguas. A pesar de su edad, viajó por Europa erigiendo incontables monasterios, y se le atribuye también la fundación de las Cofradías del Santo Escapulario.

               Ya centenario, San Simón llegó a Burdeos, en Francia, cuando se dirigía a Tolosa para el Capítulo General de la Orden, entregó su alma a Dios, tal día como hoy, el 16 de Mayo de 1265.

               De su tumba salieron rayos de luz durante 15 días después de sepultado, lo que llevó a los Carmelitas a comunicar el portento al Obispo. Éste llegó a su tumba, acompañado del Clero y de mucho pueblo. Habiendo constatado el fenómeno, mandó que se abriese el sepulcro, apareciendo el cuerpo del santo emitiendo rayos de luz y exhalando una delicada fragancia.

               Alrededor del año 1276, el culto a San Simón Stock fue confirmado para el convento de Burdeos y poco después, para los de toda la Orden Carmelita.  



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