jueves, 12 de mayo de 2022

HORA SANTA (I) Dictada a la mística María Valtorta

 

“Si permanecéis en Mí 
y Mi Doctrina permanece en vosotros, 
se os dará cuanto pidáis”

Evangelio de San Juan, cap. 15, vers. 1-8




               Desciendo en vosotros y me hago vuestro alimento. Pero, como Centro que Soy, hacia Mí os aspiro. Vosotros os nutrís de Mí, pero con mayor razón Yo me nutro de vosotros. Ambas hambres son insaciables y continuas. La vid nutre a sus sarmientos, pero son los sarmientos los que hacen la vid. El agua nutre los mares pero son los mares los que nutren el agua, volviendo a subir en evaporaciones para descender de nuevo. Por eso tenéis que permanecer en Mí como Yo en vosotros. Separados, no Yo sino vosotros moriríais.

               Yo Soy alimento para el espíritu y alimento para el pensamiento. El espíritu se nutre de la Carne de un Dios. Esencia infundida por Dios, sólo puede recibir su alimento de lo que es su matriz. El pensamiento se nutre con Mi Palabra que es el Pensamiento de un Dios.

               ¡Vuestro pensamiento! la inteligencia es la que os hace semejantes a Dios, porque en la inteligencia está la memoria, el intelecto y la voluntad como en el espíritu está la semejanza por ser espíritu, libre, inmortal.

               Vuestro pensamiento, para ser capaz de recordar, entender, querer lo que es el bien, tiene que estar nutrido por Mi Doctrina. Ésta os recuerda los beneficios y las Obras de Dios, quién es Dios, qué se le debe a Dios. Ésta os hace comprender el bien y discernirlo del mal, os hace desear el bien. Sin mi Doctrina os hacéis esclavos de otras que tienen el nombre de “doctrina” pero que son errores. Y como naves sin brújula ni timón vais a la deriva. Salís de las rutas. ¿Y entonces cómo podéis decir: “Dios me ha abandonado” cuando sois vosotros los que le habéis abandonado a Él?

               Permaneced en Mí. Si no permanecéis en Mí es signo de que me odiáis. Y mi Padre odia a quien me odia, porque quien me odia, odia al Padre, siendo Yo uno con el Padre. Permaneced en Mí. Haced que el Padre no pueda distinguir al sarmiento de la vid, en tal modo el sarmiento es uno con ella. Haced que el Padre no pueda ver donde termino Yo y comenzáis vosotros, tan plena es la semejanza. Quien ama acaba tomando inflexiones, dichos y gestos del amado.

               Yo quiero que vosotros seáis otros Jesús. Y esto porque quiero que obtengáis cuanto pedís –fundidos Conmigo sólo podéis pedir cosas buenas– y no tengáis que conocer denegaciones. Y esto porque Yo quiero que tengáis aún más de cuanto pedís, porque el Padre efunde Sus tesoros sobre Su Hijo en un continuo flujo de amor, y quien está en el Hijo disfruta de esta efusión infinita que es el Amor de Dios que se deleita en Su Verbo y que circula en Él. Ahora bien, Yo Soy el Cuerpo y vosotros los miembros, y por esto la Alegría que me inunda y viene del Padre, el Poder, la Paz y toda perfección que circula en Mí se os comunica, Mis fieles, a vosotros que sois parte inseparable de Mí aquí y allende.

               Venid y pedid. No tengáis miedo de pedir. Lo podéis pedir todo porque Dios lo puede dar todo. Pedid por los presentes y por los ausentes, pedid por los pasados, los presentes, los futuros, pedid por vuestra jornada, y por vuestra eternidad, y por ésta y aquella de quienes amáis.

               Pedid, pedid, pedid. Por todos. Por los buenos para que Dios les bendiga, por los malvados para que Dios les convierta. Decid conmigo: “Padre, perdónales”. Pedid: la salud, la paz en la familia, la paz en el mundo, la paz para la eternidad. Pedid la Santidad. Sí, también ésta. Dios es el Santo y es el Padre, pedidle, junto con la vida que os mantiene, la Santidad a través de la Fuerza que proviene de Él.

               No tengáis miedo de pedir. El pan de cada día y la bendición cotidiana. No sois sólo cuerpo, aún no sois todo espíritu. Pedid por éste y por aquél y se os dará.

               No temáis ser demasiado osados. Yo por vosotros he pedido Mi misma Gloria, más aún, incluso os la he dado para que seáis semejantes a Nosotros que os amamos, y el mundo conozca que sois hijos de Dios.

               Venid. En Mi Corazón está vuestro Padre. Entrad, para que Él os pueda reconocer y decir: “Que se haga una gran fiesta en el Cielo porque he recobrado a un hijo que amaba”.

                “Te he complacido” dice Jesús. “He hablado Yo todo el tiempo. He querido que hablara Mi Voz eucarística. Tenedla como Mi regalo. Te bendigo y a todos los que la escucharán”.



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