Esta alma santa, viviendo todavía en la carne, se encontraba puesta en el Purgatorio del fuego del Divino Amor, que la quemaba entera y la purificaba de cuanto en ella había para purificar, a fin de que, pasando de esta vida, pudiese ser presentada ante la Presencia de su dulce Dios Amor. Y comprendía en su alma, por medio de este fuego amoroso, cómo estaban las Almas de los Fieles en el lugar del Purgatorio para purgar toda herrumbre y mancha de pecado, que en esta vida no hubiesen purgado. Y así como ella, puesta en el Purgatorio amoroso del fuego divino, estaba unida a ese Divino Amor, y contenta de todo aquello que Él en ella operaba, así entendía acerca de las Almas que están en el Purgatorio.
Almas ajenas a todo, absortas en el Amor de Dios. Y decía: Las Almas que están en el Purgatorio, según me parece entender, no pueden tener otra elección que estar en aquel lugar; y esto es por la ordenación de Dios, que ha hecho esto justamente. Ellas, reflexionando sobre sí mismas, no pueden decir: "Yo, cometiendo tales y tales pecados, he merecido estar aquí". Ni pueden decir: "No quisiera yo haberlos cometido, pues ahora estaría en el Paraíso". Y tampoco pueden decirse: "Aquéllas salen del Purgatorio antes que yo", o bien "yo saldré antes de aquél". Y es que no pueden tener memoria alguna, en bien o en mal, ni de sí ni de otros, sino que, por el contrario, tienen un contento tan grande de estar cumpliendo la ordenación de Dios, y de que Él obre en Ellas todo lo que quiera y como quiera, que no pueden pensar nada de sus cosas.
Lo único que ven es la operación de la Bondad Divina, que tiene tanta Misericordia del hombre para conducirlo hacia Sí; y nada reparan en sí mismas, ni de penas ni de bienes. Si en ello pudieran fijarse, no estarían viviendo en la pura Caridad. Por lo demás, tampoco pueden ver a sus compañeras que allí penan por sus propios pecados. Están lejos de ocuparse en esos pensamientos. Eso sería una imperfección activa, que no puede darse en aquel lugar, donde los pecados actuales no son ya posibles. La causa del Purgatorio que sufren la conocieron de una sola vez, al partir de esta vida; y después ya no piensan más en ella, pues otra cosa sería un apego de propiedad desordenada.
Estas Almas, viviendo en la Caridad, y no pudiendo desviarse de ella con defectos actuales, por eso ya no pueden querer ni desear otra cosa que el puro querer de la Caridad. Estando en aquel fuego purgatorio, están en la Ordenación Divina, que es la pura Caridad, y ya no pueden desviarse de ella en nada, pues ya no pueden actualmente ni pecar ni merecer.
Santa Catalina de Génova, Tratado del Purgatorio
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