jueves, 31 de enero de 2019

CALENDARIO CATÓLICO: FEBRERO DE 2019




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SAN JUAN BOSCO, Padre y Maestro de la Juventud




               Bautizado con los nombres de Juan Melchor, había nacido en 1815, junto a Castelnuovo, en la Diócesis de Turín. Era el menor de los hijos de un campesino piamontés. Su niñez fue muy dura. Su padre murió cuando Juan tenía apenas dos años y medio. La madre, Margarita, analfabeta y muy pobre, pero santa y laboriosa mujer, que debió luchar mucho para sacar adelante a sus hijos, se hizo cargo de su educación.

               A los nueve años de edad, un sueño que el niño no olvidó nunca, le reveló su vocación. Más adelante, en todos los períodos críticos de su vida, una visión del Cielo le indicó siempre el camino que debía seguir.

VISIÓN PROFÉTICA EN SU INFANCIA

              En aquel primer sueño, se vio rodeado de una multitud de chiquillos que se peleaban entre sí y blasfemaban; Juan Bosco trató de hacer la paz, primero con exhortaciones y después con los puños. Súbitamente apareció Nuestro Señor y le dijo: "¡No, no; tienes que ganártelos con la mansedumbre y el amor!" Le indicó también que su Maestra sería la Santísima Virgen, quien al instante apareció y le dijo: "Toma tu cayado de pastor y guía a tus ovejas". Cuando la Señora pronunció estas palabras los niños se convirtieron primero, en bestias feroces y luego en ovejas.

             El sueño terminó, pero desde aquel momento Juan Bosco comprendió que su vocación era ayudar a los niños pobres, y empezó inmediatamente a enseñar el Catecismo y a llevar a la iglesia a los chicos de su pueblo. Para ganárselos, acostumbraba ejecutar ante ellos toda clase de acrobacias, en las que llegó a ser muy ducho. Un Domingo por la mañana, un acróbata ambulante dio una función pública y los niños no acudieron a la iglesia; Juan Bosco desafió al acróbata en su propio terreno, obtuvo el triunfo, y se dirigió victoriosamente con los chicos a la Misa.

            Los muchachos de la calle lo llamaban: ‘Ese es el Padre que siempre está alegre. El Padre de los cuentos bonitos’. Su sonrisa era de siempre. Nadie lo encontraba jamás de mal humor y nunca se le escuchaba una palabra dura o humillante. Hablar con él la primera vez era quedar ya de amigo suyo para toda la vida. El Señor le concedió también el don de consejo: Un consejo suyo cambiaba a las personas. Y lo que decía eran cosas ordinarias.

            Durante las semanas que vivió con una tía que prestaba servicios en casa de un sacerdote, Juan Bosco aprendió a leer. Tenía un gran deseo de ser sacerdote, pero hubo de vencer numerosas dificultades antes de poder empezar sus estudios. A los dieciséis años, ingresó finalmente en el seminario de Chieri y era tan pobre, que debía mendigar para reunir el dinero y los vestidos indispensables.

            El alcalde del pueblo le regaló el sombrero, el párroco la chaqueta, uno de los parroquianos el abrigo y otro, un par de zapatos. Después de haber recibido el diaconado, Juan Bosco pasó al seminario mayor de Turín y ahí empezó, con la aprobación de sus superiores, a reunir los Domingos a un grupo de chiquillos y mozuelos abandonados de la ciudad.

            San José Cafasso, sacerdote de la parroquia anexa al Seminario Mayor de Turín, confirmó a Juan Bosco en su vocación, explicándole que Dios no quería que fuese a las misiones extranjeras: "Desempaca tus bártulos --le dijo--, y prosigue tu trabajo con los chicos abandonados. Eso y no otra cosa es lo que Dios quiere de ti".

            El mismo Don Cafasso le puso en contacto con los ricos que podían ayudarle con limosnas para su obra, y le mostró las prisiones y los barrios bajos en los que encontraría suficientes clientes para aprovechar los donativos de los ricos.

EL PADRE DE LOS NIÑOS ABANDONADOS

            El primer puesto que ocupó Don Bosco fue el de capellán auxiliar en una casa de refugio para muchachas, que había fundado la Marquesa di Barola, la rica y caritativa mujer que socorrió a Silvio Pellico cuando éste salió de la prisión. Los Domingos, Don Bosco no tenía trabajo de modo que podía ocuparse de sus chicos, a los que consagraba el día entero en una especie de escuela y centro de recreo, que él llamó "Oratorio Festivo".

            Pero muy pronto, la Marquesa le negó el permiso de reunir a los niños en sus terrenos, porque hacían ruido y destruían las flores. Durante un año, Don Bosco y sus chiquillos anduvieron de "Herodes a Pilatos", porque nadie quería aceptar ese pequeño ejército de más de un centenar de revoltosos muchachos.

            En esos momentos críticos, le sobrevino una pulmonía, cuyas complicaciones estuvieron a punto de costarle la vida. En cuanto se repuso, fue a vivir en unos cuartuchos miserables de su nuevo oratorio, en compañía de su madre, y ahí se entregó, con toda el alma, a consolidar y extender su obra. Dio forma acabada a una escuela nocturna, que había inaugurado el año precedente, y como el oratorio estaba lleno a reventar, abrió otros dos centros en otros tantos barrios de Turín.




            Por la misma época, empezó a dar alojamiento a los niños abandonados. Al poco tiempo, había ya treinta o cuarenta chicos, la mayoría aprendices, que vivían con Don Bosco y su madre en el barrio de Valdocco. Los chicos llamaban a la madre de Don Bosco "Mamá Margarita".

           Con todo, Don Bosco cayó pronto en la cuenta que todo el bien que hacía a sus chicos se perdía con las malas influencias del exterior, y decidió construir sus propios talleres de aprendizaje. Los dos primeros: el de los zapateros y el de los sastres, fueron inaugurados en 1853.

           El siguiente paso fue construir una iglesia, consagrada a San Francisco de Sales. Después vino la construcción de una casa para la enorme familia. El dinero no faltaba, a veces, por verdadero milagro. Don Bosco distinguía dos grupos entre sus chicos: el de los aprendices, y el de los que daban señales de una posible vocación sacerdotal. Al principio iban a las escuelas del pueblo; pero con el tiempo, cuando los fondos fueron suficientes, Don Bosco instituyó los cursos técnicos y los de primeras letras en el oratorio.

TALLERES, IMPRENTA, CLASES...

          En 1856, había ya 150 internos, cuatro talleres, una imprenta, cuatro clases de latín y diez sacerdotes. Los externos eran quinientos. Con su extraordinario don de simpatía y de leer los corazones, Don Bosco ejercía una influencia ilimitada sobre sus chicos, de suerte que podía gobernarles con aparente indulgencia y sin castigos, para gran escándalo de los educadores de su tiempo.

           Veía en sueños el estado exacto de la conciencia de sus discípulos y después los llamaba y les hacía una descripción tan completa de los pecados que ellos habían cometido, que muchos aclamaban emocionados: "Si hubiera venido un ángel a contarle toda mi vida no me habría hablado con mayor precisión" .

          Se gana de tal manera el cariño de los jóvenes, que es difícil encontrar en toda la historia de la humanidad, después de Jesús, un educador que haya sido tan amado como Don Bosco. Los jóvenes llegaban hasta pelear unos contra otros afirmando cada uno que a él lo amaba el santo más que a los demás.

          Además de este trabajo, Don Bosco se veía asediado de peticiones para que predicara; la fama de su elocuencia se había extendido enormemente a causa de los milagros y curaciones obradas por la intercesión del santo. Otra forma de actividad, que ejerció durante muchos años, fue la de escribir libros para el gusto popular, pues estaba convencido de la influencia de la lectura.

          Él decía que Dios lo había enviado al mundo para educar a los jóvenes pobres y para propagar buenos libros, los cuales, además eran sumamente sencillos y fáciles de entender. "Propagad buenos libros --decía Don Bosco-- sólo en el Cielo sabréis el gran bien que produce una buena lectura". Unas veces se trataba de una obra de apologética, otras de un libro de historia, de educación o bien de una serie de lecturas católicas. Este trabajo le robaba gran parte de la noche y al fin, tuvo que abandonarlo, porque sus ojos empezaron a debilitarse.

         El mayor problema de Don Bosco, durante largo tiempo, fue el de encontrar colaboradores. Muchos jóvenes sacerdotes entusiastas, ofrecían sus servicios, pero acababan por cansarse, ya fuese porque no lograban dominar los métodos impuestos por Don Bosco, o porque carecían de su paciencia para sobrellevar las travesuras de aquel tropel de chicos mal educados y frecuentemente viciosos, o porque perdían la cabeza al ver que el santo se lanzaba a la construcción de escuelas y talleres, sin contar con un céntimo.

          Aun hubo algunos que llevaron a mal que Don Bosco no convirtiera el oratorio en un club político para propagar la causa de "La Joven Italia". En 1850, no quedaba a Don Bosco más que un colaborador y esto le decidió a preparar, por sí mismo, a sus futuros colaboradores. Así fue como Santo Domingo Savio ingresó en el oratorio, en 1854.

LOS SALESIANOS

         Por otra parte, Don Bosco había acariciado siempre la idea, más o menos vaga, de fundar una congregación religiosa. Después de algunos descalabros, consiguió por fin formar un pequeño núcleo. "En la noche del 26 de enero de 1854 --escribe uno de los testigos-- nos reunimos en el cuarto de Don Bosco. Se hallaban ahí además, Cagliero, Rocchetti, Artiglia y Rua. Llegamos a la conclusión de que, con la ayuda de Dios, íbamos a entrar en un período de trabajos prácticos de caridad para ayudar a nuestros prójimos.

         Al fin de ese período, estaríamos en libertad de ligarnos con una promesa, que más tarde podría transformarse en voto. Desde aquella noche recibieron el nombre de Salesianos todos los que se consagraron a tal forma de apostolado. Naturalmente, el nombre provenía del gran obispo de Ginebra, San Francisco de Sales (el "Santo de la amabilidad"). El momento no parecía muy oportuno para fundar una nueva congregación, pues el Piamonte no había sido nunca más anticlerical que entonces.

         Los jesuitas y las Damas del Sagrado Corazón habían sido expulsados; muchos conventos habían sido suprimidos y, cada día, se publicaban nuevas leyes que coartaban los derechos de las órdenes religiosas. Sin embargo, fue el ministro Rattazzi, uno de los que más parte había tenido en la legislación, quien urgió un día a Don Bosco a fundar una congregación para perpetuar su trabajo y le prometió su apoyo ante el rey".

          En Diciembre de 1859, Don Bosco y sus veintidos compañeros decidieron finalmente organizar la Congregación, cuyas reglas habían sido aprobadas por Pío IX. Pero la aprobación definitiva no llegó sino hasta quince años después, junto con el permiso de ordenación para los candidatos del momento. La nueva Congregación creció rápidamente: en 1863 había treinta y nueve salesianos; a la muerte del Fundador, eran ya 768.




LAS HIJAS DE MARÍA AUXILIADORA

           El siguiente paso de Don Bosco fue la fundación de una congregación femenina, encargada de hacer por las niñas lo que los Salesianos hacían por los niños. La Congregación quedó inaugurada en 1872, con la toma de hábito de veintisiete jóvenes, entre ellas, Santa María Dominga Mazzarello, que fue la Cofundadora, a las que el Santo llamó Hijas de Nuestra Señora, Auxilio de los Cristianos (o Hijas de María Auxiliadora).

          Para completar su obra, Don Bosco organizó a sus numerosos colaboradores del exterior en una especie de tercera orden, a la que dio el título de Colaboradores Salesianos. Se trataba de hombres y mujeres de todas las clases sociales, que se obligaban a ayudar en alguna forma a los educadores salesianos.

          Los métodos de Don Bosco consistían en desarrollar el sentido de responsabilidad, en suprimir las ocasiones de desobediencia, en saber apreciar los esfuerzos de los chicos, y en una gran amistad. En 1877 escribía: "No recuerdo haber empleado nunca un castigo propiamente dicho. Por la gracia de Dios, siempre he podido conseguir que los niños observen no sólo las reglas, sino aun mis menores deseos". Pero a esta cualidad se unía la perfecta conciencia del daño que puede hacer a los niños un amor demasiado indulgente, y así lo repetía constantemente Don Bosco a los padres.

MUERTE Y CANONIZACIÓN

          Pero sus días tocaban a su fin; los médicos habían declarado que el santo estaba completamente agotado y que la única solución era el descanso; pero el reposo era desconocido para Don Bosco. A fines de 1887, sus fuerzas empezaron a decaer rápidamente; la muerte sobrevino el 31 de Enero de 1888, cuando apenas comenzaba el día, de suerte que algunos autores escriben, sin razón, que Don Bosco murió al día siguiente de la fiesta de San Francisco de Sales.

          Su cuerpo permanece incorrupto en la Basílica de María Auxiliadora en Turín, Italia.

          Sus últimas recomendaciones fueron: "Propagad la devoción a Jesús Sacramentado y a María Auxiliadora y veréis lo que son milagros. Ayudad mucho a los niños pobres, a los enfermos, a los ancianos y a la gente más necesitada, y conseguiréis enormes bendiciones y ayudas de Dios. Os espero en el Paraíso".

          Fueron tantos los milagros conseguidos al encomendarse a Don Bosco, que el Sumo Pontífice lo canonizó cuando apenas habían pasado cuarenta y seis años de su muerte (en 1934) y lo declaró Patrono de los que difunden buenas lecturas y "Padre y maestro de la Juventud".


"Propagad buenos librossólo en el Cielo sabréis
 el gran bien que produce una buena lectura



miércoles, 30 de enero de 2019

SAN JOSÉ, ayuda y apoyo de la Virgen y Jesús


              "Para que Dios sea más favorable a nuestras oraciones, y para que Él venga con misericordia y prontitud en auxilio de Su Iglesia, Nos juzgamos de profunda utilidad para el pueblo cristiano, invocar continuamente con gran piedad y confianza, junto con la Virgen-Madre de Dios, su casta Esposa, a San José; y tenemos plena seguridad de que esto será del mayor agrado de la Virgen misma..."

               "...Las razones por las que el bienaventurado José debe ser considerado especial patrono de la Iglesia, y por las que a su vez, la Iglesia espera muchísimo de su tutela y patrocinio, nacen principalmente del hecho de que él es el esposo de María y padre putativo de Jesús. De estas fuentes ha manado su dignidad, su santidad, su gloria..."



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               "...Ya que el matrimonio es el máximo consorcio y amistad —al que de por sí va unida la comunión de bienes— se sigue que, si Dios ha dado a José como esposo a la Virgen, se lo ha dado no sólo como compañero de vida, testigo de la virginidad y tutor de la honestidad, sino también para que participase, por medio del pacto conyugal, en la excelsa grandeza de ella. El se impone entre todos por su augusta dignidad, dado que por disposición divina fue custodio y, en la creencia de los hombres, padre del Hijo de Dios. De donde se seguía que el Verbo de Dios se sometiera a José, le obedeciera y le diera aquel honor y aquella reverencia que los hijos deben a sus propio padres. De esta doble dignidad se siguió la obligación que la naturaleza pone en la cabeza de las familias, de modo que José, en su momento, fue el custodio legítimo y natural, cabeza y defensor de la Sagrada Familia. Y durante el curso entero de su vida él cumplió plenamente con esos cargos y esas responsabilidades. El se dedicó con gran amor y diaria solicitud a proteger a su esposa y al Divino Niño; regularmente por medio de su trabajo consiguió lo que era necesario para la alimentación y el vestido de ambos; cuidó al Niño de la muerte cuando era amenazado por los celos de un monarca, y le encontró un refugio; en las miserias del viaje y en la amargura del exilio fue siempre la compañía, la ayuda y el apoyo de la Virgen y de Jesús."

Extractos de la Encíclica "Quamquam Pluries"




               Fue el devoto Papa León XIII, quien el 15 de Agosto de 1889, publicó la Carta Encíclica Quamquam Pluries; el Papa nos invitaba entonces a conocer e imitar la figura del varón que más amó a Nuestro Señor en la tierra. Al pie de la misma Encíclica quiso el Papa agregar una hermosa súplica a San José que hoy te comparto en la siguiente imagen. Léela varias veces, pues encierra muchos de los privilegios con los que Dios quiso honrar al que fuera Padre Adoptivo de Cristo Nuestro Señor. Además, está enriquecida con generosas indulgencias que se pueden aplicar a las Almas del Purgatorio, donde San José atiende de forma especial a las que le fueron más devotas en esta vida.





martes, 29 de enero de 2019

SAN FRANCISCO DE SALES, Fundador y Doctor de la Iglesia


                Nació el 22 de Agosto de 1567 en el Castillo de Thorens, Ginebra, en el seno de una noble familia de Saboya. A los catorce años fue enviado a París, en donde fue discípulo de los jesuitas durante siete años. Después estudió jurisprudencia en Padua, doctorándose en Derecho en 1592. 

                 Entregado a una vida de ardiente piedad, en 1586 sufrió una terrible tentación de desesperación al pensar que estaba destinado a manifestar eternamente la Justicia de Dios en el infierno. Recobrada la tranquilidad por intercesión de la Virgen María, abandonó el brillante porvenir humano que le esperaba y se hizo sacerdote. 

                 Sus primeros años de sacerdocio (1593-98) los dedicó preferentemente a la evangelización de la provincia de Chablais, que había sido arrastrada por el protestantismo, y que logró, tras grandes esfuerzos, recuperar para el catolicismo. En 1599 fue nombrado coadjutor del Obispo de Ginebra (Annecy), monseñor de Gránier, y poco después le sucedió como obispo de la diócesis. Es admirable la actividad que desplegó como obispo. Es él uno de los más insignes representantes de la maravillosa reforma pastoral que se llevó a cabo en la Francia de su época. 




                 Dios puso en su camino a un alma de talla excepcional: Santa Juana Francisca Fremiot de Chantal. Ambos fundaron el 6 de Junio de 1610 la Congregación de la Visitación para hacer accesible la vida religiosa a quienes por su salud, su educación o sus compromisos en el mundo no tenían acceso a las formas hasta entonces existentes. No cabe un conocimiento más profundo de la psicología humana —y en concreto de la femenina— que la de las constituciones visitandinas. 

                Sin austeridades espectaculares, se logra deshacer por completo la propia voluntad y sumergir al alma en un ambiente de caridad, de amor de Dios, de continua oración y mortificación. La máxima favorita del Santo, que procuró inculcar a sus hijas, era: «No pedir nada, no rehusar nada, a ejemplo del Niño Jesús en la cu-na». Después de un viaje a París —donde conoció a San Vicente de Paúl, a quien confió el cuidado espiritual del recién creado monasterio de la Visitación— Turín y Avignon, llegó a Lyón, donde pocos días después, el 28 de Diciembre de 1622, murió santamente. 

                Sus restos mortales fueron trasladados al Monasterio de la Visitación de Annecy, donde se veneran todavía junto a los de Santa Juana de Chantal. San Francisco de Sales fue Beatificado por Alejandro VII en 1661, Canonizado por el mismo papa en 1665, y declarado Doctor de la Iglesia por Pío IX en 1877. Ha sido declarado también patrono de los periodistas católicos por el Papa Pío XI en 1923.






lunes, 28 de enero de 2019

SAN PEDRO NOLASCO, de comerciante a redentor de cristianos cautivos


                 Pedro Nolasco nace en Mas de Saintes Puelles, Condado de Toulouse, entre el 1180. Avecindada la familia Nolasco en Barcelona, aprendió de su padre Bernardo el arte de mercader.

                 En el ejercicio de su actividad de comerciante descubre el cautiverio de los cristianos en tierras musulmanas. Desde entonces, dedicará su vida y utilizará sus bienes para devolverles la libertad. Poco a poco reuniría a su alrededor un buen número de jóvenes que le ayudarían en la labor de redimir cautivos.

                  Buscó en su fervorosa oración la inspiración divina para poder continuar la obra, y en esta circunstancia, la noche del 1 al 2 de Agosto de 1218, ocurrió la intervención especial de María Santísima en la vida de Pedro Nolasco.

                   Según una piadosa tradición, también se apareció la Virgen a San Raimundo de Peñafort, y al Rey Jaime I de Aragón, y les comunicó a los tres por separado Su deseo de fundar una Orden para redimir cautivos cristianos.




                  El hecho es que la Virgen María movió profundamente el corazón de Pedro Nolasco para fundar la Orden de la Merced; el 10 de Agosto de 1218 en el altar mayor de la Catedral de Barcelona, en presencia del Rey Jaime I de Aragón y del Obispo Berenguer de Palou, se crea la nueva institución. Pedro y sus compañeros vistieron el hábito y recibieron el escudo con las cuatro barras rojas sobre un fondo amarillo de la Corona de Aragón y la Cruz Blanca sobre fondo rojo, titular de la catedral de Barcelona. Pedro Nolasco reconoció siempre a María Santísima como la auténtica Fundadora de la Oden, bajo el título de la Merced. "Merced" significa "misericordia".

                   La nueva Orden fue laica en los primeros tiempos. Su primera ubicación fue el Hospital de Santa Eulalia, junto al palacio real. Allí recogían a indigentes y a cautivos que regresaban de tierras de moros y no tenían donde ir. Seguían la labor que ya antes hacían de crear conciencia sobre los cautivos y recaudar dinero para liberarlos. Eran acompañados con frecuencia de ex-cautivos, ya que, cuando uno era rescatado, tenía obligación de participar durante algún tiempo en este servicio. Normalmente iban cada año en expediciones redentoras. San Pedro continuó sus viajes personalmente en busca de esclavos cristianos. En Argelia, Africa, lo hicieron prisionero pero logró conseguir su libertad. Aprovechando sus dones de comerciante, organizó con éxito por muchas ciudades colectas para los esclavos.

                Los frailes hacían, además de los tres votos de la vida religiosa, pobreza, castidad y obediencia, un cuarto: dedicar su vida a liberar esclavos. Al entrar en la Orden los miembros se comprometían a quedarse en lugar de algún cautivo que estuviese en peligro de perder la Fe, en caso que el dinero no alcanzara a pagar su redención. Entre los que se quedaron como esclavos está San Pedro Ermengol, un noble que entró en la orden tras una juventud disoluta. Este cuarto voto distinguió a la nueva comunidad de mercedarios.




                El Papa Gregorio IX aprobó la Orden de la Merced mediante la Bula Devotionis vestrae, el 17 de Enero de 1235 y San Pedro Nolasco fue nombrado Superior General. 

                El Rey Jaime decía que si había logrado conquistar la ciudad de Valencia, ello se debía a las oraciones de Pedro Nolasco. Cada vez que obtenía algún triunfo lo atribuía a las oraciones de este Santo.

                Antes de morir, a los 77 años, pronunció el Salmo 76 "Tú, oh Dios, haciendo maravillas, mostraste Tu poder a los pueblos y con Tu brazo has rescatado a los que estaban cautivos y esclavizados".

              


domingo, 27 de enero de 2019

LA DEVOCIÓN DE LOS SIETE DOMINGOS AL GLORIOSO SAN JOSÉ


                Por encima de los Mártires y de las Vírgenes, más encumbrado que los Patriarcas y los Profetas, y aún más elevado que los Apóstoles y los Ángeles, está el trono de gloria de San José. Así como en la tierra no hubo nadie, después de la Santísima Virgen, más próximo a Jesús que San José, así tampoco, después de la de María, no hay en el Cielo gloria más resplandeciente que la del Santo Patriarca. En proporción con esta gloria tan excelsa está su intercesión tan poderosa. Jesús, que en la tierra le rendía obediencia y respeto como a padre adoptivo, concede plenamente en el Cielo todo lo que San José le pide.

               Enseña Santo Tomás de Aquino que al Santísimo José le está concedido el socorrer en toda necesidad y negocio, el defender, favorecer y tratar con paternal afecto a todos los que acuden a él. Parece que algunos Santos han recibido de Dios la gracia de socorrer en una necesidad particular; según Santa Teresa, el Patriarca San José tiene la capacidad de ayudar en cualquier causa, por grave que sea.




                Ser devoto de San José implica imitar sus virtudes: la conformidad con la Voluntad de Dios, la humildad, el recogimiento, la castidad, la oración. Tratar de buscar su auxilio sin ofrecer nada a cambio, mal asunto será, pues el Señor nos otorga las gracias necesarias siempre que pidamos con insistencia y tratemos de reformar nuestra vida.

               LOS SIETE DOMINGOS DE SAN JOSÉ es una piadosa y muy antigua práctica de piedad católica que se cree surgió en los albores del siglo XVI y desde entonces se viene realizando por los más devotos del Santo Patriarca, muchas vecesse realiza los siete Domingos previos a la Festividad de San José, donde iremos recordando los principales Dolores y Gozos del Patriarca mientras vivió entre nosotros.

                Este año, el Primer Domingo de San José será el próximo 3 de Febrero. No desaproveches la ocasión, para unirte a nosotros en esta plegaria al Padre Adoptivo de Cristo; esta súplica será hecha al unísono por miles de católicos en todas partes del mundo. No dudes en participar, que es tan sencillo como acercarte por nuestro blog. Trae contigo esa preocupación, el proyecto que tienes en mente, la enfermedad que te resta alegría... ofrécete confiado al Patriarca de la Sagrada Familia, como lo hizo el Niño Jesús cada vez que alzaba sus bracitos en busca de la protección y el cariño de Su Padre San José.

                Si estás desconfiado, porque crees que nada puedes lograr con estas devociones, con cariño te desafío a que intentes hacer esta Devoción, con mi palabra de que nada malo te aportará; deja a un lado tus pensamientos y compañías mundanas y trata de buscar refugio en Aquél que más te ama.

                Para ir derechos a Jesús, te he explicado muchas veces que lo hagas a través de Su Madre, que es también la nuestra, pero  a partir de hoy, no olvides a San José, Esposo virginal de María... sólo la Piedad, el verdadero Amor por Jesús, por Santa María y por San José, pueden dar paz y confianza a tu alma. La Devoción que te propongo tan sólo será una vez por semana, no te restará mucho tiempo, puedes hacerla a lo largo del Domingo y sus beneficios espirituales son grandes, si de veras la realizas con un poco de amor.

                Reza conmigo los SIETE DOMINGOS DE SAN JOSÉ y ayúdame a extender esta invitación, para que otras muchas almas se beneficien de su ayuda e intercesión. El Glorioso San José sabrá recompensar tu apostolado.





INDULGENCIAS QUE PODEMOS GANAR
cuando practicamos LOS SIETE DOMINGOS DE SAN JOSÉ


               El Papa Gregorio XVI concedió 300 días en cada uno de los seis primeros Domingos; indulgencia plenaria en el séptimo, confesando y comulgando (22 de Enero de 1836)

               El Papa Pío IX concedió una indulgencia plenaria para cada uno de los siete domingos de San José, si se observan las condiciones de Confesión, Comunión y visita en cualquier templo, rogando por las necesidades de la Santa Iglesia (1 de Febrero de 1847)

               Se pueden rezar también en cualquier época del año, pero, han de ser siete Domingos seguidos, sin interrupción y que en cada Domingo se recen TODOS los Dolores y Gozos de San José; y quien esté impedido a leer, debe rezar siete veces el Padrenuestro, el Avemaría y el Gloria. 


               Las indulgencias son aplicables a las Benditas Almas retenidas en el Purgatorio.



sábado, 26 de enero de 2019

EL ESCAPULARIO VERDE: regalo de la Virgen para convertir a los pecadores


              El Escapulario Verde es un sacramental, aprobado por el Papa Pío IX en 1870. Debe ser bendecido por un sacerdote católico si bien no necesita de ninguna imposición para recibirlo; se recomienda llevarlo al pecho o prendido entre la ropa, así como colocarlo en medio de otras pertenencias que usemos habitualmente (cartera, tarjetero, monedero, etc). La Virgen Nuestra Señora aseguró la conversión de aquellos pecadores que lo llevasen consigo.




             Nueve años después que a Santa Catalina Labouré, se apareció la Santísima Virgen María a la Hermana Justina Bisqueyburu, en el mismo convento de la Rue du Bac, sosteniendo el Inmaculado Corazón en sus manos, resplandeciente con las más intensas y deslumbrantes llamas que salían de él, y le entregó el Escapulario Verde…

              En La Rue du Bac de París se encuentra el Convento de las Hermanas de la Caridad de San Vicente de Paúl. Personas de todo el mundo van a allí para orar en la Capilla y pedir la intercesión de la Virgen Inmaculada.

               La historia del Escapulario Verde empieza en la misma Capilla, pero nueve años después, y con otra Hermana, Justina Bisqueyburu. Es a ella a quien Nuestra Señora del Escapulario Verde se le apareció.


LAS VISIONES DE LA HERMANA JUSTINA

               La Hermana Justina Bisqueyburu nació el 11 de Noviembre de 1817, en el pueblo de Mauleon, en los bajos Pirineos de Francia. Pasó sus primeros años con la hermana de su madre.

               Su vida en ese momento era simple, como la de cualquier niña de su edad.

               Cuando cumplió los 22 años, Justina se unió a las Hermanas de Caridad de San Vicente de Paúl, una Congregación muy popular y extendida en Francia, y fundada en los grandes principios de espiritualidad y caridad del gran ‘Monseñor Vicente’, que era como a él se le refería. El Convento de la Congregación estaba en la Rue du Bac, en París, una calle bulliciosa en el corazón del sector comercial de la ciudad.

               Después de su llegada al Convento, Justina comenzó a experimentar gracias místicas y manifestaciones sobrenaturales.


PRIMERAS MANIFESTACIONES DE LA VIRGEN

                El 28 de Enero de 1840, durante su retiro de noviciado, estando orando en silencio en la Capilla del convento, se le apareció, sobresaltándola, la Santísima Virgen María. La Madre de Dios tenía un vestido largo de seda blanca dejando al descubierto sus pies. Encima del vestido tenía un manto del más pálido azul. Su cabello caía suavemente sobre sus hombros y no estaba cubierto por un velo. La Hermana observó que las manos de la Santísima Virgen estaban dobladas hacia su pecho y sosteniendo el Inmaculado Corazón, del cual salían llamas resplandecientes. La Madre de Dios no dijo nada.

               Esta visión se repitió al final del retiro de la Hermana Justina y en otras cinco ocasiones durante el curso de su noviciado. En cada ocasión, la Santísima Virgen no decía nada y los detalles de cada visión eran idénticos.

               Después de hacer sus primeros votos, Sor Justina fue enviada al pueblo de Blangy, para trabajar allí con las Hermanas de su Congregación. Al poco tiempo de su llegada, las Hermanas se reunieron para celebrar la fiesta del Nacimiento de la Santísima Virgen María. Sor Justina se encontraba en oración meditando en esta celebración. De pronto tuvo una nueva visión, esta vez diferente a la de ocasiones anteriores.

               La Santísima Virgen se le aparece vestida igual que en las otras ocasiones: con un vestido de seda blanca cubierto por el manto azul pálido, y en sus manos sosteniendo el Inmaculado Corazón, resplandeciente con las más intensas y deslumbrantes llamas que salían de él. Pero, tenía algo diferente: en su mano izquierda sostenía lo que parecía ser un Escapulario o insignia de alguna clase.


PARA CONVERTIR A LOS ALEJADOS DE DIOS

               Durante esta visión se le dio a conocer por una revelación interior el significado de esta Aparición. Se le reveló que este Escapulario del Inmaculado Corazón sería un poderoso instrumento para la conversión de almas, particularmente aquellas que no tienen Fe, y que por medio de él, la Santísima Virgen obtendría para ellos, mediante su Hijo, la gracia de una muerte en ‘gracia de Dios.

               Se le hizo también saber a la religiosa el deseo de la Madre de Dios de que el Escapulario fuese propagado por todas partes para que estas gracias particulares, lleguen a todas las almas que abracen esta devoción.




               La Hermana Justina mantuvo un velo de silencio sobre estas manifestaciones y sólo hablo de ellas con aquéllas personas directamente responsables de su preparación espiritual. Y así, la Hermana Justina era vista únicamente como una Hermana religiosa humilde y fiel, como tantas otras, fiel a la Regla, obediente a aquellos cuya autoridad estaba por encima de ella, y compasiva con aquellos que necesitaran de su ayuda. Al finalizar su formación religiosa, la Sor Justina dedicó calladamente la mayoría de sus años en varios hospitales de la Congregación en Francia, y se le recordó después como una Hermana diligente, capaz, compasiva y gentil.


DISEÑO DEL ESCAPULARIO VERDE

               A diferencia de otros Escapularios, éste tenía un sólo cuadrado de tela en lugar de dos. El cuadrado de tela estaba atado con cordones verdes.

               En él estaba una imagen de la Virgen de la misma forma en que se la había aparecido a Sor Justina en sus anteriores visiones, sosteniendo en su mano derecha Su Inmaculado Corazón.

               Al voltear la imagen, la religiosa vio “un Corazón ardiendo con rayos más deslumbrantes que el sol y tan transparente como el cristal.” El Corazón fue perforado por una espada y rodeado por una oración en forma oval, y en la parte superior de óvalo, una Cruz de oro. En la oración se lee: “Inmaculado Corazón de María, ruega por nosotros, ahora y en la hora de nuestra muerte.”

               El Escapulario Verde no requiere ninguna fórmula particular de investidura sino una simple bendición de cualquier Sacerdote católico. A diferencia de otros Escapularios que hacen necesario llevarlos puestos, el Escapulario Verde puede llevarse puesto o estar con uno, e incluso tenerlo entre las pertenencias de uno.

               La oración encontrada en el Escapulario debe orarse al menos diariamente. Si la persona para quien estas gracias se buscan no dice la oración, entonces debe hacerla la persona que le haya entregado el Escapulario o se lo haya puesto en su alcance.

               Por varias razones la ejecución del plan de difusión del Escapulario sufrió largas dilaciones, por lo que la Santísima Virgen se quejó a Sor Justina en varias manifestaciones entre los años 1840 y 1846. Por fin, vencidos todos los obstáculos, la insignia fue distribuyéndose, obteniéndose por su medio admirables conversiones y aún curaciones corporales.

               Finalmente, los Escapularios se empezaron a fabricar y a ser distribuidos por las Hermanas en París, luego por toda Francia y fuera de ella. Con este fin, las Hermanas habían recibido la aprobación formal y el impulso necesario de Su Santidad, Papa Pío IX, en 1870.






viernes, 25 de enero de 2019

EL MILAGROSO NIÑO JESÚS DE PRAGA


ORIGEN DE LA PIADOSA IMAGEN DEL NIÑO JESÚS

               Fray José de la Santa Casa era un fraile lego, de Córdoba. Un buen día Fray José está barriendo el suelo del monasterio, y de repente se le presenta un hermoso Niño que le dice:

              -¡Qué bien barres, fray José, y que brillante dejas el suelo! ¿Serías capaz de recitar el Ave María?. Pues entonces, dilo.

               Fray José deja a un lado la escoba, se recoge, junta las manos y con los ojos bajos, comienza la salutación angélica.

               Al llegar a las palabras “et benedictus fructus ventris tui” (y bendito el fruto de tu vientre), el niño le interrumpe y le dice:

              -¡ESE SOY YO!, y enseguida desaparece.

               Fray José grita extasiado:

              -¡Vuelve Pequeño Jesús, porque de otro modo moriré del deseo de verte!.

               Pero Jesús no vino. Y Fray José, seguía llamándolo día tras día, en la celda, en el huerto, en la cocina…en todas partes.

               Al fin un día sintió que la voz de Jesús le respondía:

              “Volveré, pero cuida de tener todo preparado para que a mi llegada hagas de Mí una estatua de cera en todo igual a como soy”.




               Fray José corrió a contárselo al Padre Prior, pidiéndole cera, un cuchillo y un pincel.

               El Superior se lo concedió y Fray José se entregó con ilusión a modelar una estatua de cera del Niño que había visto.

               Hacía una y la deshacía, para hacer otra, pues nunca estaba conforme, y cada una que hacía le salía más bella que la anterior, y así pasaba el tiempo, esperando que regresase su Amado Jesusito.

               Y por fin llegó el día en el que rodeado de Ángeles, se le presenta el Niño Jesús.

               Y Fray José en éxtasis, pero con la mayor naturalidad pone los ojos en el Divino modelo y copia al Niño que tiene delante.

               Cuando termina y observa que su estatua es igual al Sagrado Modelo, estalla en risas y llantos de alegría.

               Cae de rodillas delante de ella y posando la cabeza sobre las manos juntas, muere.

               Y los mismos ángeles que acompañaron a su Niño Jesús, recogieron su espíritu y lo llevaron al Paraíso.

               Los religiosos enterraron piadosamente el cuerpo del santo lego y con particular devoción colocaron la imagen de cera del Niño Jesús en el oratorio del monasterio.

DESTINO DE LA IMAGEN

               Aquella misma noche Fray José se apareció en sueños al Padre Prior, comunicándole la siguiente profecía:

        “Esta estatua, hecha indignamente por mí, no es para el monasterio. Dentro de un año vendrá Doña Isabel Manrique de Lara, a quien se la daréis, quien a su vez se la entregará a su hija como regalo de bodas. Quien la llevará a Bohemia y de la capital de aquel reino será llamado Niño Jesús de Praga entre los pueblos y naciones. La gracia, la paz y la misericordia descenderán a la tierra, por Él escogida para habitar en ella, el pueblo de aquel reino será su pueblo, y Él será su PEQUEÑO REY”.

               Y efectivamente al año en punto, Doña Isabel Manrique de Lara, en un viaje de recreo por la zona, topó con las ruinas del monasterio, y el prior, ya único superviviente le entregó la imagen del Niño Jesús, contándole su fascinante historia.

               La dama llena de alegría, retornó a su castillo de Sierra Morena, muy cerca de Córdoba. Y aquí la leyenda deja paso a la Historia…

              Lo que sí se sabe es que cuando en 1526 un Habsburgo se ciñó la Corona de Bohemia, los enlaces entre las familias nobles españolas y eslovacas se repitieron.

               Cuando la Emperatriz partió para Praga en 1547, entre sus damas de la corte iba Doña María Manrique de Lara, hija de Don García Manrique de Lara y de doña Isabel de Bregsano, de noble familia italiana.


La presente imagen está diseñada para ser imprimida a doble cara; se autoriza su copia y difusión
a condición de que no se altere la imagen y no se use con fines lucrativos


LOS MANRIQUE DE LARA, PRIMITIVOS DUEÑOS DEL SANTO NIÑO JESÚS DE PRAGA

               En la casa solariega de los Manrique de Lara, en la región cordobesa, se veneraba una preciosa estatua del Niño Jesús.

               En 1566, la hija de la familia Doña María se casó con el noble bohemio Vratislav de Pernstejn. En 1582 moría este noble caballero rodeado por su esposa y sus siete hijos, dos varones y cinco hembras. Polixena era la favorita de Dona María.




               Doña María entregó la imagen de su querido Niño Jesús a Polixena, quien la consoló en su pronta viudez, pues su primer matrimonio sólo duró cinco años. Luego de su segunda viudez, la piadosa princesa Polixena Lobkowitz, sintiendo en el alma las apremiantes necesidades de los Carmelitas, resolvió entregarles la pequeña estatua de cera, de 48 cm.

               La piadosa imagen representaba un hermoso Niño Dios, de pie, con la mano derecha levantada, en actitud de bendecir, mientras con la izquierda sostenía un globo dorado.

               Su rostro era muy amable y lleno de gracia, la túnica y el manto habían sido arreglados por la misma princesa, la cual, al dar la estatua a esos religiosos, les dijo: “Padres míos, os entrego lo más caro que poseo en el mundo: Honrad mucho a este Niño Jesús y nada os faltará.”




jueves, 24 de enero de 2019

Nuestra Señora la Virgen María REGÍNA PACIS


               En el transcurso de la I Guerra Mundial, el noble Papa Benedicto XV, decidió extender el culto a Nuestra Señora de la Paz, pues siendo Ella Reina del Universo, era la única esperanza para traer el fin de la contienda europea. De los diferentes documentos y cartas que escribió con este fin, extraemos parte de la carta al Secretario de Estado del Vaticano, en la que se refleja la preocupación del Pontífice y la esperanza que éste pone en la oración confiada a la Virgen Santísima para lograr el fin de la Guerra.




               Parece que la oscura marea del odio crece más y más entre las naciones beligerantes, y la guerra, envolviendo a otros países en su espantoso remolino, multiplica las ruinas y los estragos.

               Sin embargo, Nuestra confianza no disminuye […] Y como todas las gracias que el Autor de todos los bienes se digna conceder a los pobres descendientes de Adán, por amoroso designio de su Divina Providencia, vienen distribuidas por las manos de la Virgen Santísima, Nos queremos que a la Gran Madre de Dios, en esta hora más tremenda que nunca, se eleve viva y confiada la súplica de sus muy afligidos hijos. 

               ...que se implore al Corazón de Jesús, Trono de Gracia, y que a este Trono se acuda por medio de María. Con ese fin ordenamos que, desde el comienzo del próximo mes de Junio, quede fijada en las Letanías Lauretanas la invocación “Regina pacis, ora pro nobis”

               Elévese, por tanto, hacia María, que es Madre de Misericordia y omnipotente por la gracia, desde todos los lugares de la tierra, desde los templos más nobles hasta las más pequeñas capillas, desde los palacios regios hasta las más pobres casuchas, desde allí donde haya un alma fiel, desde los campos y los mares ensangrentados, la piadosa y devota invocación [“Regina pacis, ora pro nobis” ], y llegue hasta Ella el grito angustiado de las madres y esposas, el gemido de los niños inocentes, el suspiro de todos los corazones bien nacidos. Que Su dulce y benignísima solicitud sea conmovida, y sea obtenida la paz suplicada para este mundo convulso. Y que los siglos futuros recuerden la eficacia de Su intercesión y la grandeza de los beneficios por Ella conseguidos.

                 Ciudad del Vaticano, 5 de Mayo de 1917 

(Carta del Papa Benedicto XV al Cardenal Pietro Gasparri, su Secretario de Estado)




               La Divina Providencia quiso escuchar el anhelo del Papa cuando, ocho días más tarde, la Virgen Nuestra Señora se apareció en Fátima, para advertir a la Humanidad del fin de la Guerra y del inicio de otra si no volvían a Dios... "Rezad el Rosario todos los días para alcanzar la paz para el mundo y el fin de la guerra." Esa fue la sencilla petición de la Virgen María: el rezo diario del Santo Rosario, como condición para terminar con la Gran Guerra que enfrentó a medio mundo. Sin embargo, la sociedad castigada por la contienda, en lugar de buscar sus esperanzas en Dios, siguió encaminándose a su auto destrucción, minusvalorando la Santa Ley de Dios e ignorando los llamados de la Virgen a la oración y a la conversión sincera. El resultado no se hizo esperar y pronto llegó la II Guerra Mundial, "durante el Pontificado de Pío XI", tal y como había advertido Nuestra Señora a los niños de Fátima.

              En la actualidad, el mundo de nuevo se debate en mil contiendas: guerras civiles, enfrentamientos fronterizos, competencia salvaje en el mercado, pobreza extrema... pero la peor batalla es la que pocos pueden apreciar, la batalla que se libra entre la luz y las tinieblas, entre los que se quieren seguir las huellas ensangrentadas de Cristo y aquellos otros que, como los sacerdotes judíos, conspiran contra él desde las sombras.

              Elevemos nuestras oraciones a la que es Reina de la Paz, para que nos bendiga con el consuelo de ser Madre de los que a Su Hijo se entregan; que por Su intercesión pronto gocemos en la tierra de aquél suspiro católico: la paz de Cristo en el Reino de Cristo.





miércoles, 23 de enero de 2019

San Raimundo de Peñafort


               San Raimundo de Peñafort, nació en 1175 en el castillo de Peñafort, en Cataluña, España. Siendo ya sacerdote, ingresaría en la Orden de Predicadores, eximio maestro en Derecho Canónico. Sería elegido Maestro General de los Dominicos, preparó la redacción de las nuevas Constituciones.

               Cuando Gregorio IX, de quien había sido un precioso colaborador, le comunicó su intención de nombrarlo Arzobispo de Tarragona, la consternación de Raimundo de Peñafort fue tal que se enfermó. El humilde y docto sacerdote, que había nacido entre el 1175 y el 1180, siempre rehusó honores y prestigio, pero nunca lo logró. Rechazando una vida cómoda y alegre (era hijo del noble castellano de Peñafort), se había dedicado desde muy joven a los estudios filosóficos y jurídicos; a los veinte años enseñaba filosofía en Barcelona, y a los treinta años, recién graduado, enseñaba jurisprudencia en Bolonia. El sueldo que obtenía por ello lo gastaba todo en socorrer a los necesitados.




                Regresó a Barcelona por invitación de su Obispo, quien lo nombró canónigo. Pero cuando los dominicos llegaron a esa ciudad, le invitaron a ingresar en sus filas y Raimundo, abandonándolo todo, entró a la Orden. Dieciséis años después, en 1238, fue nombrado Superior General, cargo que no pudo rehusar. Durante dos años visitó a pie los conventos de la Orden, después reunió el Capítulo general en Bolonia y presentó su renuncia. Así, a los setenta años de edad pudo regresar a la enseñanza y a la pastoral.

                Nombrado confesor del Rey Santiago de Aragón, no dudó en reprocharle su conducta escandalosa durante la expedición a la isla de Mallorca. Una leyenda cuenta que el rey había prohibido que las embarcaciones se dirigieran hacia la Península, y entonces, Raimundo, para manifestar su desacuerdo con el soberano, extendió su manta sobre el agua y sobre él navegó hasta Barcelona.

               San Raimundo de Peñafort conoció a San Pedro Nolasco, Fundador de la Orden de la Merced, quien se puso bajo su dirección espiritual y le encomendó la redacción de las Constituciones de la nueva Orden. 

               Una de sus obras apostólicas dignas de recordar son las misiones para la conversión de los judíos y los mahometanos que vivían en España. Según la tradición, se le atribuye el mérito de haber invitado a Santo Tomás de Aquino a escribir la Summa contra Gentiles, para que sus predicadores tuvieran un texto seguro de apologética para las controversias con los herejes e infieles. Él mismo redactó importantes obras de teología moral y de derecho, entre ellas la Summa casuum para la administración correcta y eficaz del sacramento de la Confesión. Murió casi a los cien años, el 6 de Enero de 1275 y fue canonizado el 29 de Abril de 1601 por el Papa Clemente VIII.




martes, 22 de enero de 2019

EL ÁNGEL DE FÁTIMA, ante la impiedad del mundo pidió a los niños "reparad sus crímenes y consolad a vuestro Dios"

               Desde que tenemos uso de razón en nuestros hogares cristianos se nos infunde la devoción al Ángel de nuestra Guarda y se nos recomienda que no demos oído al ángel malo que nos instigará al pecado y que tratemos de oír siempre al Ángel bueno que nos inspirará lo que hemos de hacer y hemos de evitar.

               Es doctrina comúnmente admitida que, al nacer, el Señor ya nos señala un Ángel para nuestra custodia y que cada familia, cada pueblo, cada Nación tienen su propio Ángel. El sabio Orígenes ya decía algo parecido en el siglo III: «Sí, cada uno de nosotros tenemos un Ángel que nos dirige, nos acompaña, nos gobierna, nos amonesta y presenta a Dios nuestras plegarias y buenas obras».

               Dios se vale de Sus Ángeles como Mensajeros entre el Cielo y la Tierra, para advertirnos y ayudarnos, por eso, nunca dejemos de invocar con confianza y piedad sincera, a nuestro Ángel Custodio ante cualquier dificultad: estas criaturas celestiales gozan de nuestra compañía y nos alientan siempre a obrar el bien; su mayor tristeza será que no los tratemos como verdaderos aliados.

               A lo largo de los siglos, los Ángeles han intercedido en momentos de dificultad, como los brazos de Dios que tocan la tierra para bendecirla o para amonestarla por su olvido de Dios. Éste es el caso que aconteció en Fátima, en 1916, algunos meses antes de que Nuestra Señora se apareciese a los tres niños Lucía, Francisco y Jacinta. Quiso Dios preparar a los que serían los videntes de la Virgen María mediante tres visitas celestiales del que se identificaría como "el Ángel de Portugal". (1)

               Como cada Martes, honremos de manera especial a los Santos Ángeles Custodios, en particular al nuestro; que el relato que hoy te traigo de las Apariciones del Ángel en Fátima, te ayuden a extraer buenos propósitos tras su lectura, entre otros, un mayor amor a los Corazones de Jesús y de María, necesitados de tu amor y reparación...






PRIMERA APARICIÓN DEL ÁNGEL Outeiro do Cabeço, Aljustrel, Primavera de 1916

Cuenta Lucía Dos Santos:

               Sólo habíamos jugado unos momentos cuando un viento fuerte sacude los árboles y nos hace levantar la vista para ver qué pasaba, pues el día estaba sereno. Comenzamos a ver, a cierta distancia, sobre los árboles que se extendían en dirección al este, una luz más blanca que la nieve, con la forma de un joven transparente más brillante que un cristal atravesado por los rayos del sol.

               A medida que se aproximaba fuimos distinguiendo sus facciones: era un joven de unos catorce o quince años, de una gran belleza. Estábamos sorprendidos y absortos; no decíamos ni una palabra.

              Al llegar junto a nosotros nos dijo:

           – “No temáis, soy el Ángel de la Paz. Rezad conmigo”.

               Y arrodillándose, inclinó su frente hasta el suelo. Llevados por un movimiento sobrenatural, le imitamos y repetimos las palabras que le oímos pronunciar:

           – “Dios mío, yo creo, adoro, espero y Te amo. Te pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan y no Te aman”.

               Después de repetir esto tres veces se irguió y dijo:

           – “Rezad así. Los Corazones de Jesús y de María están atentos a la voz de vuestras súplicas”.

              Y desapareció.

              El ambiente sobrenatural que nos rodeaba era tan intenso, que casi no nos dimos cuenta de nuestra propia existencia durante mucho tiempo y permanecimos en esta posición en que nos había dejado repitiendo siempre la misma oración. La presencia de Dios se sentía tan intensa y tan íntima que ni entre nosotros nos atrevíamos a hablar. Al día siguiente todavía sentíamos nuestro espíritu envuelto por esa atmósfera, que sólo muy lentamente desapareció.

              Ninguno pensó en hablar de esta aparición ni en recomendar secreto. Se imponía por sí solo. Era tan íntima, que no era fácil decir sobre ella la menor palabra. Quizá nos hizo tan fuerte impresión por ser la primera en que así se manifestaba.



SEGUNDA APARICIÓN DEL ÁNGEL, en el pozo de la casa de los padres de Lucía, Verano de 1916

               Mientras jugaban los niños se les aparece el Ángel a ella y a sus primos:

          – ¿Qué hacéis? Rezad, rezad mucho. Los Corazones de Jesús y de María tienen sobre vosotros designios de Misericordia. Ofreced constantemente al Altísimo oraciones y sacrificios.

          – ¿Cómo nos tenemos que sacrificar?, pregunté.

          – De todo lo que podáis, ofreced a Dios un sacrificio de reparación por los pecados con que Él es ofendido y de súplica por la conversión de los pecadores. Atraed así la paz sobre vuestra patria. Yo soy su Ángel de la Guarda, el Ángel de Portugal. Sobre todo, aceptad y soportad con resignación el sufrimiento que Nuestro Señor os envíe.

                Y desapareció. Estas palabras del Ángel se grabaron en nuestro espíritu como una luz que nos hacía comprender quién era Dios, cómo nos amaba y quería ser amado; el valor del sacrificio y cómo le era agradable; y cómo en atención a él, convertía a los pecadores.





TERCERA APARICIÓN DEL ÁNGEL, Gruta del Cabeço, final del Verano de 1916
         
               En cuanto llegamos allí, de rodillas, con los rostros en tierra, comenzamos a repetir la oración del Ángel: “Dios mío, yo creo, adoro, espero y te amo...” No sé cuantas veces habíamos repetido esta oración cuando advertimos que sobre nosotros brillaba una luz desconocida. Nos incorporamos para ver lo que pasaba y vemos al Ángel trayendo en la mano izquierda un cáliz sobre el cual está suspendida una hostia de la que caían, dentro del cáliz, algunas gotas de sangre. Dejando el cáliz y la hostia suspendidos en el aire, se postró en tierra y repitió tres veces la oración:

          – Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo: yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Vuestro amadísimo Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, presente en todos los Sagrarios de la tierra, en reparación por las iniquidades, sacrilegios e indiferencias con que Él mismo es ofendido. Y por los méritos infinitos de Su Sacratísimo Corazón y del Corazón Inmaculado de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.

               Después se levantó, tomó de nuevo en la mano el Cáliz y la Hostia, y me dio la Hostia a mí. Lo que contenía el Cáliz se lo dio a beber a Jacinta y a Francisco, diciendo al mismo tiempo:

          – Tomad y bebed el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo, horriblemente ultrajado por los hombres ingratos. Reparad sus crímenes y consolad a vuestro Dios.

                De nuevo se postró en tierra y repitió con nosotros otras tres veces la misma oración: – “Santísima Trinidad...” Y desapareció.


NOTAS ACLARATORIAS

1- Según algunos teólogos, Dios Nuestro Señor designa un Ángel Protector para cada nación. Otros se inclinan por pensar que se trataba del Arcángel San Miguel, como Guardián único de todas las naciones. Ocurrirá décadas más tarde en San Sebastián de GARABANDAL.