sábado, 20 de enero de 2024

SOBRE LA INMACULADA CONCEPCIÓN, en el 170 Aniversario del Dogma

 


               El Dogma de la Inmaculada Concepción de María no se encuentra en las Sagradas Escrituras en sentido literal, pero la Iglesia ha llegado a esa Verdad a partir de muchos textos que hablan de ella y el papel que tiene en la salvación.

              En el libro del Génesis (cap. 3, vers. 15) inmediatamente después del pecado de Adán, Dios revela Su Plan de Salvación y dice que se realizará por la fidelidad de un hombre y una mujer, así como nuestra caída se dio por la infidelidad de un hombre y una mujer.

               "Enemistad pondré entre ti [Satanás] y la mujer, y entre tu linaje y su linaje: él te pisará la cabeza mientras acechas tú su calcañar".

               El linaje de Satanás es el pecado; entonces, la Mujer y Su Linaje no tendrán pecado, en contraposición absoluta con Satanás y su linaje. Vemos, así, en el primer anuncio de la Redención de Dios: Él tiene la intención de preservar a María del pecado para que Jesús pueda asumir una naturaleza humana pura.

               El Nuevo Testamento también nos revela la verdad de ese papel. En el Evangelio de Juan, el Apóstol relata dos ocasiones importantes cuando el Señor llama a Su madre "Mujer", relacionándola con la Mujer del pasaje antes citado del Génesis. La primera es al comienzo de Su ministerio (ver el Evangelio de San Juan, cap. 2, vers. 4); y luego nuevamente en la consumación en la Cruz,(Evangelio de San  Juan, cap. 19, vers. 26)… el momento del aparente triunfo de Satanás. También Juan, en el Libro del Apocalipsis (capítulo 12), se refiere a la "Mujer vestida de sol" que da a luz al Niño destinado a gobernar el mundo.

              En el Evangelio de San Lucas (cap. 1, vers. 28), hay otra confirmación en el pasaje del anuncio del Ángel a María, a quien se refiere como la "llena de gracia" ("íntegra de gracia"). Y también de boca de Isabel, en el Evangelio de San Lucas (cap. 1, vers. 41-44), cuando saluda a Su prima María.

               "Bendita Tú entre las mujeres y bendito el fruto de Tu seno; y ¿de dónde a mí que la Madre de mi Señor venga a mí? Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de Tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno".

               Muy desde sus principios, reconociendo el paralelismo ente la caída y la Redención, la Santa Iglesia comenzó a referirse a María como la Nueva Eva y a ir desglosando, a través de los siglos, todas las implicancias de ese papel de gracia que comenzó a plasmarse desde Su preservación del pecado de Adán por Su Inmaculada Concepción.




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