Para que Nuestra Señora vuelva a reinar en las almas y sobre el género humano, es necesario que cada devoto de Ella tenga nostalgia de las épocas católicas en que brilló la plenitud de la Realeza Mariana; que tenga, sobre todo, esperanza de una Nueva Era Católica que vendrá, de aquel Reino de María profetizado y descrito por San Luis Grignión en las páginas de su Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen, en que todos los corazones y toda la Civilización de buen grado estarán sometidos al dulce Imperio de la Madre de Dios.
Plinio Corrêa de Oliveira
"El conocimiento de Jesucristo y la llegada de Su Reino al mundo no serán más que la consecuencia necesaria del conocimiento y Reinado de la Santísima Virgen, quien lo trajo al mundo la primera vez y lo hará resplandecer la segunda...
Pero en la segunda venida de Jesucristo, María tiene que ser conocida y puesta de manifiesto por el Espíritu Santo, a fin de que por Ella Jesucristo sea conocido, amado y servido.
El poder de María sobre todos los demonios resplandecerá, sin embargo, de modo particular en los Últimos Tiempos, cuando Satanás pondrá asechanzas a Su calcañar, o sea, a Sus humildes servidores y pobres hijos que Ella suscitará para hacerle la guerra. Serán pequeños y pobres a juicio del mundo; humillados delante de todos; rebajados y oprimidos como el calcañar respecto de los demás miembros del cuerpo. Pero en cambio, serán ricos en gracias y carismas, que María les distribuirá con abundancia; grandes y elevados en santidad delante de Dios, superiores a cualquier otra criatura por su celo ardoroso; y tan fuertemente apoyados en el socorro divino, que, con la humildad de su calcañar y unidos a María, aplastarán la cabeza del demonio y harán triunfar a Jesucristo.
Serán fuego encendido, Ministros del Señor que prenderán por todas partes el fuego del Amor Divino.
Serán flechas agudas en la mano poderosa de María para atravesar a sus enemigos: como saetas en manos de un guerrero.
Serán Hijos de Leví, bien purificados por el fuego de grandes tribulaciones y muy unidos a Dios. Llevarán en el corazón el oro del amor, el incienso de la oración en el espíritu, y en el cuerpo, la mirra de la mortificación.
Serán en todas partes el buen olor de Jesucristo para los pobres y sencillos; pero para los grandes, los ricos y mundanos orgullosos serán olor de muerte.
Serán nubes tronantes y volantes, en el espacio, al menor soplo del Espíritu Santo. Sin apegarse, ni asustarse, ni inquietarse por nada, derramarán la lluvia de la palabra de Dios y de la vida eterna, tronarán contra el pecado, lanzarán rayos contra el mundo, descargarán golpes contra el demonio y sus secuaces, y con la espada de dos filos de la palabra de Dios traspasarán a todos aquellos a quienes sean enviados de parte del Altísimo.
Serán los Apóstoles auténticos de los Últimos Tiempos, a quienes el Señor de los Ejércitos dará la palabra y la fuerza necesarias para realizar maravillas y ganar gloriosos despojos sobre sus enemigos.
Dormirán sin oro ni plata y lo que más cuenta sin preocupaciones en medio de los demás Sacerdotes, Eclesiásticos y Clérigos. Tendrán sin embargo, las alas plateadas de la paloma, para volar con la pura intención de la Gloria de Dios y de la salvación de los hombres a donde los llame el Espíritu Santo. Y solo dejarán en pos de sí, en los lugares en donde prediquen, el oro de la caridad, que es cumplimiento de toda Ley.
Por último, sabemos que serán verdaderos Discípulos de Jesucristo. Caminarán sobre las huellas de Su pobreza, humildad, desprecio de lo mundano y caridad evangélica, y enseñarán la senda estrecha de Dios en la pura verdad, conforme el Santo Evangelio y no a los códigos mundanos, sin inquietarse por nada ni hacer acepción de personas; sin perdonar, ni escuchar, ni temer a ningún mortal por poderoso que sea.
Llevarán en la boca la espada de dos filos de la palabra de Dios; sobre sus hombros, el estandarte ensangrentado de la Cruz; en la mano derecha el Crucifijo; el rosario en la izquierda; los sagrados nombres de Jesús y de María en el corazón, y en toda su conducta la modestia y mortificación de Jesucristo.
Tales serán los grandes hombres que vendrán y a quienes María formará por orden del Altísimo para extender su imperio sobre el de los impíos, idólatras y mahometanos. Pero, ¿cuándo y cómo sucederá esto? ¡Solo Dios sabe! A nosotros toca callar, orar, suspirar y esperar.
San Luis María Grignión de Montfort
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