Muero dentro de la Religión Católica, Apostólica y Romana, en la Religión de mis padres, en la cual fui educada y que siempre he profesado, no teniendo ningún consuelo espiritual, ni siquiera he buscado si hay aquí Sacerdotes de esta Religión, en el lugar donde estoy se expondrían mucho.
Pido sinceramente perdón a Dios por todas las faltas que haya podido cometer en mi vida. Espero que en Su Bondad Él tendrá a bien recibir mis últimos votos, así como los que vengo haciendo desde hace tiempo para que Él reciba mi alma en Su misericordia y Su bondad.
Pido perdón a todos aquellos que conozco, a vos, hermana mía, en particular, por todas las penas que, sin querer, os haya podido causar. Perdono a todos mis enemigos el mal que me han hecho...
Extracto de la última carta que la Reina María Antonieta escribió a su cuñada,
Madame Elisabeth, aunque nunca llegó a su destino.
María Antonia Josefa Juana de Habsburgo-Lorena, era por sangre y derecho Archiduquesa de Austria, Princesa Imperial, Princesa Real de Hungría y Bohemia; tras su matrimonio con Luis XVI, Reina de Francia y Navarra hasta la abolición de la Monarquía el 22 de Septiembre de 1792.
Su asesinato por guillotina fue dictaminado por una sentencia pronunciada por el llamado "Tribunal Revolucionario" el 16 de Octubre de 1793, a las cuatro y media de la mañana, tras un simulacro de juicio que duró dos días.
Desde su huida y su arresto en Varennes en Junio de 1791, la suerte de la familia real estaba decidida. El 10 de Agosto de 1792, su regio esposo Luis, fue declarado culpable de espionaje con potencias extranjeras, y es asesinado en la guillotina el 21 de Enero de 1793. Encerrada en la prisión del Temple con sus hijos y su cuñada, María Antonieta teme lo que correrá el mismo destino que su amado.
Mientras las dificultades internas y externas amenazan con derrocar a la Junta Republicana; María Antonieta, es símbolo del Antiguo Régimen y encarnación del mal para una Revolución que intenta hacer un nuevo orden sin Rey ni Altar. El 3 de Octubre de 1793, la Convención decidió llevarla ante el Tribunal Revolucionario acusada de colaboración con el extranjero, de incesto y de alta traición. La Reina se defiende con energía y permanece dignísima hasta el final.
El día 15, al final de un juicio indigno y aunque la acusación en su contra no contenía pruebas, fue condenada a la pena de muerte. El horror de su cautiverio, la separación de sus hijos, la monstruosidad del cargo de incesto durante su juicio, lejos de arruinar su moral la hacen crecer.
El Miércoles 16 de Octubre a las 11 de la mañana, María Antonieta cruza la puerta de la Conciergerie dirigida por el verdugo Henri Sanson (hijo de Charles-Henri Sanson que guillotinó a su esposo Luis XVI), y se dirige hacia la corte de May donde la espera un vulgar carruaje.
Un Sacerdote constitucional designado por el Tribunal Revolucionario lo acompaña como confesor, es el Padre Girard, Párroco de Saint-Landry. El verdugo está detrás de la Reina, su ayudante está sentado en la parte trasera del carro. Una multitud que la sigue se apresura a su paso, sin gritos, sin murmullos, sin insultos.
María Antonieta se presenta frente al cadalso. Sin ayuda subió la escalera y allí perdió uno de sus zapatos. Se afirma que habría pisado el pie del verdugo y que sus últimas palabras habrían sido: "Señor, le ruego que me disculpe, no lo hice adrede".
Los ayudantes la atan al tablero, el bisel de madera se cierra. El hacha cae. A las doce y cuarto, todo se consume.
María Antonieta fue enterrada en el cementerio de la Magdalena con su esposo Luis XVI; ambos serían rociados con cal viva. El 21 de Enero de 1815, sus restos fueron depositados en la basílica de Saint-Denis.
En 1816, el Rey Luis XVIII hizo erigir un monumento funerario en la misma basílica. En el cementerio, Luis XVIII construyó una capilla (la capilla expiatoria) que fue erigida por Le Bas et Fontaine en 1826. La capilla está adornada con dos figuras esculpidas que representan a Luis XVI y María Antonieta.
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