Lo que ha hecho el Amado Jesús, no solo escogiéndolos, mimándolos, entresacándolos, cuidándolos y cultivándolos en el Seminario, protegiéndolos como a las niñas de sus ojos, sino que después, cuando ya revestidos de la dignidad sacerdotal, nos lanzamos a la brega continua del día y de la noche, en los campos y en la sierra, en las ciudades y en el Apostolado, las palabras calientes del Evangelio se levantan ante nuestros ojos como una antorcha de consuelo. ¿Que el Sacerdote está solo?.
Ya lo dijo Nuestro Señor, "no os dejaré huérfanos, estaré con vosotros hasta la consumación de los siglos". ¿Que el mundo persigue y no comprende al Sacerdote?, ¿que la sociedad los acribilla?, ¿que la humanidad los abandona?, ¿que el mundo se enracima como una serpiente en torno a la vida del Sacerdote, en torno a su apostolado y ministerio?. Salta la página del Evangelio, y se oyen las palabras de Cristo "Ego vinci mundo", "Yo vencí al mundo". ¿Que la gente le da la espalda al Sacerdote?, ¿que nadie les escucha?, ¿que el mundo se encierra en sus casas?, ¿que se atan en rondón las almas en las cadenas del pecado?, "El que a vosotros oye a Mí me oye, el que a vosotros desprecia, a Mí me desprecia".
Y ahí tenemos a Cristo, el Sumo y Eterno Sacerdote, convertido en el paladín y en el cruzado, en el defensor y en el abogado, en el auxilio continuo del Sacerdote en cualquier parte de la tierra que está. Porque Él es el Supremo, Último, Eterno Sacerdote. El Sacerdocio de los demás le participa, se le comunica, le desciende, le sustituye, le sucede.
Y todavía el mismo Cristo cuando escogió dentro de los hombres, no importa de dónde, ni cuándo, ni cómo; cuando sacó dentro de la sociedad, al pie le arrancó aquel padre y aquella madre, aquellos trozos de sus entrañas para hacerlo Sacerdote; entonces llega un día, en que el mismo Cristo se encierra en los Sagrarios, se esconde en la Corte Celestial, y hay unas manos que son las manos de Jesús, unos labios que son los de Cristo, una cabeza que es la de Cristo, un cuerpo que es el de Cristo: ése es el Sacerdote.
Monseñor José Rodríguez y Rodríguez, nació en Juncalillo, Gáldar (isla de Gran Canaria) el 7 de Mayo de 1912. Fue ordenado Sacerdote por el Obispo Antonio Pildain, el 20 de Febrero de 1938. Obtuvo las Licenciaturas en Filosofía, Sagrada Teología y Derecho Canónico por la Universidad Pontificia de Comillas; ejerció como Profesor de Derecho, Teología y Doctrina Social. Fundador de Cáritas Diocesana en 1957 e impulsor de numerosas obras sociales; el Gobierno Español le concedió la Gran Cruz de la Orden Civil de la Beneficencia; en su tierra natal fue distinguido con el título de Hijo Predilecto de Gran Canaria. Falleció en Las Palmas de Gran Canaria, el 7 de Enero de 2008.
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