Celebra hoy la gran Familia del Carmelo a Nuestro Padre San Juan de la Cruz; su nombre de pila era Juan Yepes Álvarez, nació el 24 de Junio del año 1542 en Fontiveros, Ávila (España). Era hijo de un modesto tejedor, descendiente de ricos comerciantes de seda de Toledo, llamado Gonzalo Yepes, que falleció cuando Juan todavía era muy joven. Tras la muerte de su padre, Juan se trasladó junto a su madre, una tejedora huérfana de nombre Catalina Álvarez, a la localidad abulense de Arévalo y más tarde a Medina del Campo (Valladolid), en donde trabajó como aprendiz de varios oficios, entre ellos carpintero y pintor.
Estudió en el Colegio de la Doctrina para los niños pobres. A causa de la pobreza y estrecheces en su infancia y adolescencia, no creció mucho en altura física, no así en su talla espiritual. En el año 1563, cuando contaba 21 años, ingresó en la Orden Carmelita de Medina del Campo, donde tomó el nombre de Juan de San Matías y un año más tarde se instruyó en la Universidad de Salamanca, ordenándose sacerdote en 1567, si bien su vocación es contemplativa y eremítica. San Juan de la Cruz inició junto a Santa Teresa de Jesús la Reforma del Carmelo a mediados del siglo XVI.
Estuvo en prisión en Toledo a finales del año 1577, tras la fundación del Carmelo Descalzo en Segovia, por el conflicto entre Carmelitas Descalzos y Calzados. Durante nueve meses estuvo recluido y allí comenzó a establecer su poesía mística que ejemplifica desde una bella y musical disposición lírica el contacto espiritual del poeta y el sentir creyente.
El 28 de Noviembre de 1581 tiene lugar en Ávila su último encuentro con Santa Teresa de Jesús, en el que tratarán de la fundación de Granada y Burgos. Los Reformadores del Carmelo no volverán a verse.
Huyó de prisión en el verano de 1578 para retornar a sus actividades religiosas en Andalucía. En Úbeda, provincia de Jaén, falleció a causa de unas calenturas el 14 de Diciembre de 1591, a los 49 años de edad y 27 de religioso.
Fue beatificado en 1675 por el Papa Clemente X y canonizado por Benedicto XIII en 1726. El Papa Pío XI lo proclamó Doctor de la Iglesia Universal.
Toma a Dios por Esposo y Amigo
¡Señor Dios, Amado mío! Si todavía te acuerdas de mis pecados para no hacer lo que te ando pidiendo, haz en ellos, Dios mío, Tu Voluntad, que es lo que yo más quiero, y ejercita Tu Bondad y Misericordia y serás conocido en ellos. Y si es que esperas a mis obras para por ese medio concederme mi ruego, dámelas Tú y óbramelas, y las penas que Tú quisieras aceptar, y hágase. Y si a las obras mías no esperas, ¿qué esperas, clementísimo Señor mío? ¿Por qué te tardas? Porque si, en fin, ha de ser gracia y misericordia la que en Tu Hijo te pido, toma mi cornadillo, pues le quieres, y dame este bien, pues que tú también lo quieres.
¿Quién se podrá librar de los modos y términos bajos si no le levantas Tú a Ti en pureza de amor, Dios mío?
¿Cómo se levantará a Ti el hombre, engendrado y criado en bajezas, si no le levantas Tú, Señor, con la mano que le hiciste?
No me quitarás, Dios mío, lo que una vez me diste en Tu Único Hijo Jesucristo, en que me diste todo lo que quiero. Por eso me holgaré que no te tardarás si yo espero.
Míos son los Cielos y mía es la tierra; mías son las gentes, los justos son míos y míos los pecadores; los Ángeles son míos, y la Madre de Dios y todas las cosas son mías; y el mismo Dios es mío y para mí, porque Cristo es mío y todo para mí. Pues ¿qué pides y buscas, alma mía? Tuyo es todo esto, y todo es para ti. No te pongas en menos ni repares en meajas que se caen de la mesa de tu Padre.
Sal fuera y gloríate en tu gloria, escóndete en ella y goza, y alcanzarás las peticiones de tu corazón.
El espíritu bien puro no se mezcla con extrañas advertencias ni humanos respetos, sino solo en soledad de todas las formas, interiormente, con sosiego sabroso se comunica con Dios, porque su conocimiento es en silencio divino.
Un solo pensamiento del hombre vale más que todo el mundo; por tanto, sólo Dios es digno de él.
Para lo insensible, lo que no sientes; para lo sensible, el sentido; y para el espíritu de Dios, el pensamiento.
Mira que tu Ángel Custodio no siempre mueve el apetito a obrar, aunque siempre alumbra la razón; por tanto, para obrar virtud, no esperes al gusto, que bástate la razón y entendimiento.
No te canses, que no entrarás en el sabor y suavidad de espíritu, si no te dieres a la mortificación de todo eso que quieres.
Mira que la flor más delicada más presto se marchita y pierde su olor; por tanto, guárdate de querer caminar por espíritu de sabor, porque no serás constante; mas escoge para ti un espíritu robusto, no asido a nada, y hallarás dulzura y paz en abundancia; porque la sabrosa y durable fruta en tierra fría y seca se coge.
No pienses que el agradar a Dios está tanto en obrar mucho como en obrarlo con buena voluntad, sin propiedad y respetos.
Toma a Dios por Esposo y Amigo con quien te andes de continuo, y no pecarás, y sabrás amar, y haránse las cosas necesarias prósperamente para ti.
Aunque obres muchas cosas, si no aprendes a negar tu voluntad y sujetarte, perdiendo cuidado de ti y de tus cosas, no aprovecharás en la perfección.
¿Qué aprovecha dar tú a Dios una cosa si Él te pide otra? Considera lo que Dios querrá y hazlo, que por ahí satisfarás mejor tu corazón que con aquello a que tú te inclinas.
Si deseas hallar la paz y consuelo de tu alma y servir a Dios de veras, no te contentes con eso que has dejado, porque por ventura te estás, en lo que de nuevo andas, tan impedido o más que antes; las deja todas esas otras cosas que te quedan y apártate a una sola que lo trae todo consigo, que es la soledad santa, acompañada con oración y santa y divina lección, y allí persevera en olvido de todas las cosas; que, si de obligación no te incumben, más agradarás a Dios en saberte guardar y perfeccionar a ti mismo que en granjearlas todas juntas; porque ¿qué le aprovecha al hombre ganar todo el mundo si deja perder su alma? (Evangelio de San Mateo, cap. 16, vers. 26).
Extractos de la "Canción del Alma enamorada"
de San Juan de la Cruz
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