Oh, dulce Jesús, amigo afectuoso, Hermano, Esposo, ¿es posible que haya quien no se conmueva con Tus palabras y no se enternezca viendo Tus Heridas y Tu Sangre?
¿Cómo puedo permitir que Tú sigas llamando sin descanso? Entra, entra en Tu casa, en Tu estancia: aspérjeme, lávame, embriágame con Tu Sangre, para que pueda estar siempre Contigo y jamás vuelva a alejarme.
Abre, oh Señor, el oído y el corazón de Tus Fieles, para que escuchen Tus llamadas, Te busquen con urgencia durante toda su vida, Te hallen, Te lleven con ellos y jamás dejen que Te alejes: Te custodien en su interior como algo propio, hasta el momento en que Tú los conduzcas a Tu Reino, donde gozarán eternamente.
San Carlos Borromeo, Vercelli, Septiembre de 1583
Celebra hoy la Santa Iglesia la Memoria de
San Carlos Borromeo
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