"Un siervo devoto de María nunca perecerá"
Modelo 1 (Díptico, para imprimir por ambas caras con el modelo 2 que aparece más abajo)
Fue Nuestra Señora misma quien prometió a Santa Matilde -y posteriormente, a otras almas piadosas- que quien rezara diariamente Tres Avemarías, tendría Su auxilio durante la vida y Su especial asistencia a la hora de la muerte, presentándose en esa hora final con el brillo de una belleza tal que con sólo verla la consolaría y le transmitiría las alegrías del Cielo.
Una manera sencilla de saludar y encomendarse a la Virgen Purísima es usando la tradicional Devoción de Las Tres Avemarías, una piadosa forma de agradecer a la Santísima Trinidad los Tres principales Privilegios que le han sido otorgados a la Virgen María: Poder, Sabiduría y Misericordia. Como cualquier otra devoción mariana, no tiene otro fin que el de dar Gloria a Dios y reconocer Su Obra perfecta en la Virgen Nuestra Madre.
La devoción de las Tres Avemarías es muy grata a la Madre de Dios y es recomendable rezarla cada día, o cada noche a antes de retirarse a descansar.
La Santísima Virgen, refiriéndose a todo aquel que la haya invocado diariamente conmemorando el Poder, la Sabiduría y el Amor misericordioso que le fueron comunicados por la Augusta Trinidad, dijo a Santa Gertrudis que, "a la hora de su muerte Me mostraré a él con el brillo de una belleza tan grande, que Mi vista le consolará y le comunicará las alegrías celestiales".
Modelo 3 (Para imprimir por ambas caras con el modelo 4 que aparece más abajo)
Esta sencilla plegaria de las Tres Avemarías nos recuerda nuestra vocación de entrar, como María, en comunión de Vida con las Tres Personas de la Santísima Trinidad. Por eso, muchos Santos han rezado a María, recitando cada día con perseverancia las Tres Avemarías.
Este es particularmente el caso de Santa Juana de Arco, quien recomendó a sus soldados rezar las Tres Avemarías antes de ir a la batalla. Otros ardientes propagadores fueron San Antonio de Padua, que las rezaba para honrar a la Virgen y conseguir el don de la santa pureza; también San Leonardo de Porto Mauricio, que rezaba las Tres Avemarías cada mañana y cada noche. San Alfonso María de Ligorio, Doctor de la Iglesia, no cesaba de recomendar la piadosa práctica del rezo de las Tres Avemarías; el Santo Cura de Ars, San Juan Bosco y otras muchas almas santas, que pese a no estar en los altares, difundieron con el ejemplo y con la palabra esta tradicional devoción de las Tres Avemarías.
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