La paz interior, esta Paz que nace de la plena y clara conciencia que tiene uno de estar en el bando de la Verdad y de la Justicia y de combatir y sufrir por ellas, esta Paz que solamente puede darla el Rey Divino y que el mundo es completamente incapaz de dar y quitar, esta Paz bendita y bienhechora, gracias a la Bondad y la Misericordia de Dios, no nos ha abandonado un solo instante, y abrigamos la firme esperanza de que, suceda lo que suceda, no nos abandonará jamás; pero, bien sabéis que esta Paz deja libre acceso a los más amargos sinsabores: así lo experimentó el Sagrado Corazón de Jesús durante Su Pasión; lo mismo experimentan los corazones de los fieles servidores, y también nosotros hemos experimentado la verdad de esta misteriosa palabra: «He aquí que en la paz me sobrevino amargura grandísima» (Profeta Isaías, cap. 38, vers. 17.)
Encíclica "Non abbiamo bisogno", 29 de Junio de 1931
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