María, es Madre cariñosa de los predestinados: los esconde bajo las alas de Su protección, como una gallina a sus polluelos; dialogo con ellos; desciende hasta ellos; condesciende con todas sus debilidades, para defenderlos del gavilán y del buitre; los rodea y acompaña como ejército en orden de batalla. ¿Temerá acaso, a sus enemigos quien está defendido por un ejército bien ordenado de cien mil hombres?. Pues bien, ¡un fiel servidor de María, rodeado por su protección y poder imperial, tiene aún menos por qué temer!.
Esta bondadosa Madre y poderosa Princesa Celestial enviará legiones de millones de Ángeles para socorrer a uno de Sus hijos antes que pueda decirse que un fiel servidor de María -que puso en Ella su confianza- haya sucumbido a la malicia, número y fuerza de sus enemigos.
María, después de haber colmado de favores a Sus hijos y fieles servidores, y de haberles alcanzado la bendición del Padre Celestial y la unión con Jesucristo, los conserva en Jesucristo, y a Jesucristo en ellos. Los protege y vigila siempre, no sea que pierdan la gracia frente al enemigo. Ella conserva a los Santos en su plenitud y les ayuda a perseverar en ella.
Tratado de la Verdadera Devoción, nº 210 y 212
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