Tal día como hoy, en 1958, dejaba este mundo el último Papa Católico; dejó tras de sí un riquísimo Magisterio, herencia enriquecida de dos mil años de Tradición Católica.
El noble patricio romano que ocupó la Sede de Pedro antes del "Concilio de la Apostasía", fue sin duda un auténtico Príncipe de Dios que dejó marcada la senda por donde transitar antes del Retorno de Nuestro Señor.
Para leer una breve síntesis biográfica del Papa Pío XII sólo tiene que tocar AQUÍ.
"Solamente la Santa Religión Católica
puede garantizar la verdadera Paz
y orden social..."
(...) toda casa que no se apoya sobre una base sólida y segura ruina; toda la inteligencia que no es iluminada por la Luz de Dios se aleja más o menos de la plenitud de la Verdad; surgen las discordias, aumentan, crece, si la caridad fraternal no enfervoriza a los ciudadanos, los pueblos y las naciones.
Ahora bien, sólo la Religión Cristiana enseña esa Verdad Plena, esa Justicia Perfecta y esa Caridad Divina que elimina odios, enemistades y peleas; de hecho, sólo Ella las recibió en custodia del Divino Redentor, Camino, Verdad y Vida (Evangelio de San Juan cap. 14, vers. 6), y con todas las fuerzas debe hacerlas poner en práctica.
No hay duda, entonces, de que aquellos que quieren deliberadamente ignorar la Religión Cristiana y a la Iglesia Católica, o que se esfuerzan en ponerles obstáculos, debilitan con eso las bases de la Sociedad, o las sustituyen por otras que absolutamente no pueden sostener el edificio de la dignidad, libertad y bienestar humanos.
LA APOSTASÍA DE LA FALSA IGLESIA
Es preciso, pues, volver a los Preceptos del Cristianismo, si se quiere formar una sociedad sólida, justa y equitativa. Es perjudicial, es imprudente entrar en conflicto con la Religión Cristiana, cuya duración perenne es garantizada por Dios y probada por la Historia; en un estado sin religión, no puede haber ni rectitud moral ni orden.
La Religión es la que hace que las almas sean formadas en la Justicia, la Caridad, la obediencia a las leyes justas; Ella condena y proscribe el vicio; induce a los ciudadanos a la virtud, si no que les rige y les regula la conducta pública y privada; enseña que la mejor distribución de la riqueza no se logra por la violencia y por la revolución, pero mediante normas justas, de modo que el proletario que aún no tenga los medios de vida necesarios y oportunos puede ser elevado a una condición más formal, con feliz solución para las disensiones sociales; de ese modo ella trae una eficaz contribución al buen orden y la Justicia, aunque no haya sido creada únicamente para ofrecer y aumentar las comodidades de la vida. (...)"
(Papa Pío XII, Carta Encíclica "MEMINISSE IUVAT",
14 de Julio de 1958)
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