viernes, 12 de abril de 2019

LOS SIETE DOLORES DE MARÍA NUESTRA SEÑORA: las Lágrimas que nos alcanzaron la salvación


               Desde la Edad Media el pueblo cristiano honró los Dolores de Nuestra Señora durante Su vida en este mundo; el amor de los hijos por Madre tan Santa y Buena, llevó a la Piedad Católica a contemplar los diferentes trances por los que pasara María Virgen en compañía de Su Hijo Jesús, para redimirnos y alcanzarnos la Misericordia de Dios.

                La Devoción de Los Siete Dolores de la Virgen María fue extendida por los frailes servitas; el Papa Benedicto XIII extendió universalmente la celebración del “Viernes de Dolores” en 1727, situando la celebración para el anterior al Viernes Santo.



Obra del escultor Don Ramón Cuenca Santo (España)




BUSQUEMOS A DIARIO 
EL CONSUELO DE MARÍA MADRE NUESTRA
mediante la Meditación de Sus Siete Dolores


          "La Santísima Virgen María, por el amor que nos dedicaba, estaba dispuesta a ver a Su Hijo sacrificado a la Justicia Divina por la barbaridad de los hombres. 

          Este gran tormento, pues, que María soportó por nosotros, un tormento mayor de que mil muertes, merece nuestra compasión y nuestra gratitud. 

           Si no podemos corresponder más a un tal gran amor, al menos dediquemos algunos momentos en este día de hoy para considerar cuan grandes fueron los sufrimientos por los cuales María se hizo Reina de los Mártires; porque los sufrimientos de Su gran martirio excedieron los de todos los Mártires, en primer lugar por ser los más largos, y en segundo lugar por ser los mayores en intensidad"

San Alfonso María de Ligorio, Doctor de la Iglesia



LOS SIETE DOLORES 
DE NUESTRA SEÑORA LA VIRGEN MARÍA

(según el tiempo y la devoción de cada uno se pueden rezar de dos maneras:
o bien enunciando el Dolor y a continuación rezar un Avemaría,
o de manera más pausada, meditando cada Dolor y rezando luego un Padrenuestro 
y siete Avemarías, usando para ello la Corona de los Siete Dolores)






Primer Dolor
La Profecía de Simeón

          Me compadezco, Madre Dolorosa, por el dolor que padecisteis con el anuncio de Simeón cuando dijo que vuestro corazón sería el blanco de la Pasión de vuestro Hijo. Haced, Madre Mía, que sienta en mi interior la Pasión de vuestro Hijo y haga míos vuestros dolores.

    Padrenuestro y siete Avemarías

V. Madre llena de aflicción.
R. De Jesucristo las Llagas graba en mi corazón.



Segundo Dolor
La persecución de Herodes y la huida 
de la Sagrada Familia a Egipto

           Me compadezco, Madre Dolorosa, por el dolor que padecisteis en el destierro a Egipto, pobre y necesitada en aquel largo camino. Haced, Señora, que sea libre de las persecuciones de mis enemigos, especialmente de los que buscan perder mi alma.

   Padrenuestro y siete Avemarías.

V. Madre llena de aflicción.
R. De Jesucristo las Llagas graba en mi corazón.



Tercer Dolor
La pérdida del Niño Jesús en el templo 
de Jerusalén durante tres días

          Me compadezco, Madre Dolorosa, por el dolor que padecisteis con la pérdida de vuestro Hijo durante tres días en Jerusalén. Concededme lágrimas de verdadera penitencia para llorar culpas por las veces que he perdido a mi Dios por el pecado y que lo halle para siempre.

   Padrenuestro y siete Avemarías

V. Madre llena de aflicción.
R. De Jesucristo las Llagas graba en mi corazón.



Cuarto Dolor
El encuentro de la Santísima Virgen con Nuestro Señor Jesucristo, 
cargado con la Cruz, en la calle de la Amargura

           Me compadezco, Madre Dolorosa, por el dolor que padecisteis al ver a vuestro Hijo con la cruz sobre los hombros, caminando al Calvario con escarnio, baldones y caídas. Haz, Señora, que lleve con paciencia la cruz de la mortificación y de los trabajos cotidianos.

   Padrenuestro y siete Avemarías

V. Madre llena de aflicción.

R. De Jesucristo las Llagas graba en mi corazón.



Quinto Dolor
La crucifixión de Jesús y Su Santísima Madre 
al pie de la Cruz

           Me compadezco, Madre Dolorosa, por el dolor que padecisteis al ver morir a vuestro Hijo clavado en la cruz entre dos ladrones. Haced, Señora, que viva crucificado para el mundo para vencer mis vicios y pasiones.

    Padrenuestro y siete Avemarías

V. Madre llena de aflicción.
R. De Jesucristo las Llagas graba en mi corazón.



Sexto Dolor
La Virgen teniendo en Sus purísimos brazos el Sacratísimo
Cuerpo de Jesús descolgado de la Cruz

          Me compadezco, Madre Dolorosa, por el dolor que padecisteis al recibir en vuestros brazos aquel santísimo cuerpo difunto y desangrado, con tantas llagas y heridas. Haced, Señora, que mi corazón viva herido de amor y muerto a todo lo profano.

   Padrenuestro y siete Avemarías

V. Madre llena de aflicción.
R. De Jesucristo las Llagas graba en mi corazón.



Séptimo Dolor
La sepultura de Jesús y la soledad 
de la Santísima Virgen

          Me compadezco, Madre Dolorosa, por el dolor que padecisteis en vuestra soledad, sepultado ya vuestro Hijo. Haced, Señora, que yo quede sepultado a todo lo terreno, viva sólo para Vos y sienta en mi interior la Pasión de vuestro Hijo y vuestros dolores.

   Padrenuestro y siete Avemarías

V. Madre llena de aflicción.

R. De Jesucristo las Llagas graba en mi corazón.


ORACIÓN FINAL


          Oh Doloroso e Inmaculado Corazón de María, morada de pureza y santidad, cubrid mi alma con Vuestra protección maternal a fin de que, siendo siempre fiel a la voz de Jesús, responda a Su amor y obedezca a Su Divina Voluntad. Quiero, Madre Mía, vivir íntimamente unido a Vuestro Corazón que está totalmente unido al de Vuestro Divino Hijo. Atadme a Vuestro Corazón con vuestras Virtudes y Dolores y al Corazón de Jesús y protegedme siempre. Para más obligaros os saludo diciendo Dios te Salve, Reina y Madre de Misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra, etc…





LAS INDULGENCIAS 
que regala la Santa Iglesia
a los devotos y propagadores de
LOS DOLORES DE NUESTRA SEÑORA 


             El Papa Clemente XII, concedió en 1734, una Indulgencia Plenaria y remisión de todos los pecados a quienes recen la Corona de los Siete Dolores de Nuestra Señora diariamente, por un mes continuo y luego confesado y comulgado, rogase por la Santa Iglesia; al que verdaderamente arrepentido y confesado, o al menos con firme propósito de confesarse, rezare esta Corona, por cada vez 100 años de indulgencia. 




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