El 4 de Noviembre de 1961, apenas 15 días después de la publicación del Primer Mensaje, la Virgen hace un nuevo encargo a las niñas: levantarse, en adelante, temprano para tener diariamente, muy de mañana, un Rosario de la Aurora en la Calleja.
"Jacinta y Mari Cruz iban a las seis de la mañana. A mí, por Semana Santa, [la Señora] me mandó que fuera a las cinco de la mañana, y así fui, porque la Virgen siempre quiere que hagamos penitencia" (Diario de Conchita).
Será algo frecuente a partir de este momento en Garabandal que las niñas, fuera del éxtasis, tuviesen una intensa vida de oración, marcada por la penitencia de las horas incómodas y las inclemencias del tiempo.
A pesar de que conllevaba un verdadero sacrificio, perseveraron en cumplir el deseo de la Virgen. Jacinta revela lo que le supone esta petición de la Virgen en una carta que escribió el 3 de Enero de 1962: "En este momento, llegamos de rezar el Rosario a la Virgen Mari Cruz y yo. Ayer tuvimos una mañana muy mala: bajaba una calleja de agua que casi no podíamos ahincarnos… Ahora, en lo que no nieve, todo va bien".
En estos Rosarios estaban presentes las palabras del Primer Mensaje, comunicado por la Virgen el 18 de Octubre de 1961: "Hay que hacer muchos sacrificios, mucha penitencia...". Sin embargo, la Virgen les enseña que la penitencia no es la lección más importante de sus visitas. Conchita describe esta lección aprendida: "Un día, en una aparición de la Virgen, nosotras llevábamos puesto el cilicio, aunque muy flojo y, para que Ella se diera cuenta de que lo llevábamos (lo teníamos en la cintura), nos lo palpábamos de cuando en cuando. Al fin nos dijo: "Sí, ya sé que lo lleváis; pero no es eso precisamente lo que pido de vosotras ni lo que más me agrada, sino la fidelidad en la vida ordinaria".
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