Alejandrina Da Costa era una joven portuguesa que contaba apenas 14 años cuando sufrió un intento de violación; tratando de huir de su agresor se arrojó por una ventana, lo que le ocasionó una grave lesión que más adelante la obligaría a permanecer en la cama más de 30 años, hasta su muerte. Se ofreció como Alma Víctima para reparar el abandono de los Sagrarios y pedir misericordia por las profanaciones hacia Jesús Sacramentado.
Durante 13 años y 7 meses, desde 1942 hasta su último aliento, en 1955, el Señor la bendijo con el don místico de la inedia: no comió ni bebió nada, sino que tan solo se alimentó tan solo de la Comunión diaria, manteniendo un estado de salud óptimo.
Mientras Alejandrina oraba sus pensamientos se transportaban hacia el Santísimo Sacramento, en el Sagrario de la iglesia parroquial, a donde no podía acudir... Acusaba una soledad inmensa a lo que se unía el dolor y la incapacidad por su enfermedad; en medio de sus ruegos, Nuestro Señor la consoló haciéndole ver que Él también se encontraba prisionero en el Tabernáculo. Este eslabón con Jesús le permitió visitarle en espíritu y permanecer constantemente en Su presencia, amándole incesantemente, orando, ofreciéndose como inmolación para consolar Su Sagrado Corazón y obtener la conversión de los pecadores. Alejandrina suplicó a Nuestro Señor le permitiera sufrir hasta el límite de su tolerancia si esto contribuía a evitar el Infierno para muchas almas...
El 25 de Febrero de 1949, en medio de un éxtasis, Jesús hizo esta promesa a Alejandrina
Hija Mía, Mi esposa querida, haz que Yo sea amado, consolado y reparado en Mi Eucaristía. Haz saber en Mi Nombre que, todos cuantos hagan bien la Comunión con sincera humildad, fervor y amor, durante los seis primeros Jueves de mes consecutivos y pasen una hora de Adoración ante Mi Sagrario en íntima unión Conmigo, les prometo el Cielo.
Di que honren, por medio de la Eucaristía, Mis Santas Llagas, honrando primero la de Mi sagrado Hombro, tan poco recordada.
Quien, al recuerdo de Mis Llagas, una la de los Dolores de Mi Madre Bendita y por ellos nos pida gracias, espirituales o corporales, tiene Mi Promesa que serán concedidas, a menos que no sean en detrimento de sus almas. En el momento de la muerte traeré Conmigo a Mi Santísima Madre para defenderlos.
Di a las almas que me aman, que vivan unidas a Mí durante el trabajo, que en sus casas, sea de día o de noche, se arrodillen a menudo en espíritu y con la cabeza inclinada digan:
Jesús, Te adoro en cada lugar donde moras Sacramentado, Te hago compañía por aquellos que Te desprecian, Te amo por aquellos que no Te aman, Te doy alivio por aquellos que Te ofenden. Jesús, ¡ven a mi corazón!
Estos momentos serán para Mí de gran alegría y consuelo. ¡Qué crímenes se cometen contra Mí en la Eucaristía!
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