domingo, 22 de noviembre de 2020

EL SANTO SACRIFICIO DE LA MISA, por el Padre Martin de Cochem, Capuchino. CAPÍTULO 3, Parte 1: SOBRE LOS MISTERIOS DE LA SANTA MISA

 


“Venid y ved las proezas del Señor, 

los prodigios que obró sobre la tierra” 


Salmo 46, vers. 9




               Muchos son los milagros y signos que Cristo ha hecho en la tierra, pero de todos, el mayor y más maravilloso es la institución de la Santa Misa en la Ultima Cena.

              Es el sumario, por decirlo así, de todas las maravillas que Dios ha llevado a cabo, y, esta tan repleta de Misterios que San Buenaventura no vacila en decir de ella: “La Santa Misa está tan llena de Misterios como el océano está lleno de gotas o como el Cielo está lleno de estrellas, o como las Cortes del Cielo están llenas de Ángeles. Pues en ella se realizan tantos Misterios diariamente que no sé si puedo decir si maravillas mayores o más sublimes han sido hechas aún por la Omnipotencia Divina.”

               Esta declaración suena extraña y casi increíble. ¿Realmente es verdad que no se pueden enumerar los misterios contenidos en la Santa Misa?.

               El teólogo Doctor Sánchez está de acuerdo con San Buenaventura en este punto, puesto que dice: “En la Santa Misa recibimos tesoros tan maravillosos y reales, dones tan divinos y costosos, tantos beneficios referentes a esta vida temporal, esperanza tan segura para la vida que va a venir, que, sin Fe, sería imposible para nosotros creer que estas afirmaciones son verdaderas.” Por estas palabras quiere decir que las cosas buenas, tanto para el presente como para el futuro, que recibimos por la Santa Misa, exceden a nuestros poderes naturales de creencia; y si Dios no nos hubiera dado el don de la Fe sobrenatural – por la cual somos habilitados para que podamos creer cosas que no podemos comprender completamente – nunca daríamos crédito a los beneficios que sacamos de la Santa Misa.

               El mismo escritor añade: “Tal como se puede tomar del mar o de un río toda el agua que se necesita, no sólo sin agotarlo, sino sin aun disminuir su volumen de ninguna manera, así es con la Santa Misa. Tan inconmensurablemente grande es, que no puede sufrir ninguna disminución, mucho menos agotamiento de su plenitud.” Esta comparación nos enseña que la Santa Misa es un océano de Gracia y Misterios gloriosos, de que podemos obtener diariamente toda clase de cosas buenas tanto para nuestras almas como para nuestros cuerpos.

               El siguiente incidente notable será útil para ilustrar lo que acabamos de decir y para fomentar una devoción mayor a la Santa Misa.

               Leemos en la Vida de San Juan Facundo, un miembro famoso de los Agustinos, que nunca dejó de celebrar la Santa Misa lo más temprano que podía, llevado de su gran anhelo de recibir al Señor.

               Sin embargo, era tan lento que acabó por no encontrar acólitos dispuestos a servirle. Fue entonces el Santo al Prior y le suplicó ordenase a un hermano hacerlo. Pero el Prior le habló con aspereza, diciendo: “¿Por qué molestas a los hermanos tardando tanto tiempo en tu Misa?. Yo exijo más bien que celebres la Misa como lo hacen los demás Sacerdotes.” Juan hizo lo que le fue mandado, pero la obediencia le costaba tanto que fue otra vez al Prior y le suplicó que retractase su mandato. El Prior no consintió hasta que Juan le confió, bajo secreto de confesión, las razones que le hacían imposible para él celebrar más rápidamente. Entonces el Prior mandó a los hermanos que sirvieran a la Misa del Padre Juan aunque pusiese a prueba su paciencia. 

               Con el permiso del Santo, el Prior le confió a otro Sacerdote: “Puedes creerme cuando te digo que la razón de porque el Padre Juan tarda tanto tiempo en celebrar la Misa es porque Dios le revela los Misterios profundos que se efectúan en la Misa, Misterios tan sublimes que ninguna inteligencia humana es capaz de comprenderlos. Los secretos que me divulgó concernientes a ellos eran de una naturaleza tan tremenda que estaba yo asombrado con temor reverencial y casi me desmayé...




               Es cierto - continuó explicando el Prior- que Cristo con frecuencia se manifiesta visiblemente a este Padre, hablando con Él como con un amigo y mostrándole Sus cinco Sagradas Llagas, de las cuales sale una luz muy resplandeciente que envolviendo al Santo, aviva tanto el alma como el cuerpo de modo que no siente ninguna necesidad de alimento. También contempla el Cuerpo de Cristo radiante como el sol de mediodía, y percibe su hermosura y gloria infinita. Tal son las cosas sublimes y divinas que es privilegio saber, Misterios que no son dados a los hombres para desentrañar, y menos para pronunciar. Desde que me enteré así de los beneficios inmensos dados a la humanidad por la celebración o asistencia a la Santa Misa, he hecho una resolución firme de nunca dejar de celebrar o asistir a Misa, y hacer todo lo posible por inducir a otros para que hagan lo mismo.”

               De estas notables observaciones del Prior, vemos claramente los misterios solemnes que contienen en la Santa Misa que hay que reverenciar profundamente.


     Continuará...




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