"Et Ego si exaltátus fúero a terra,
ómnia traham ad Meípsum"
"Y cuando Yo sea exaltado sobre la tierra,
todo lo atraeré hacia Mí"
Evangelio de San Juan, cap. 12, vers. 31
El 14 de Septiembre del año 335 tuvo lugar la Dedicación de la Basílica constantiniana que cubría bajo sus bóvedas el Calvario donde entregó Su Vida Nuestro Señor, y a la vez el Santo Sepulcro.
Cuenta la Historia que Cosroes II, rey persa de la dinastía de los sasánidas, que accedió al trono de manos del emperador bizantino Mauricio, rompió la alianza entre ambos imperios al ser asesinados dicho emperador y toda su familia por Focas, en noviembre del año 602, y aprovechó para atacar al imperio bizantino, reconquistando la provincia de Mesopotamia, tomando Damasco en el año 613, y Jerusalén en el año 614, causando graves daños a la Iglesia del Santo Sepulcro y llevándose consigo la Vera Cruz como trofeo que, se dice, colocó en el escabel de su trono para demostrar su desprecio por los cristianos.
Mientras tanto, depuesto y ejecutado el Emperador Focas por Heraclio, que fue proclamado Emperador del Imperio Bizantino en el año 610, comenzó una serie de campañas contra el imperio persa, al principio desastrosas, pues los persas conquistaron Palestina y Egipto, devastaron Anatolia, y llegaron hasta las misma puertas de Constantinopla; acordada la paz a cambio de onerosas condiciones - un tributo anual de mil talentos de oro, mil talentos de plata, mil vestidos de seda, mil caballos y mil vírgenes para el rey persa -, el emperador Heraclio la utilizó para reconstruir el ejercito imperial, y el 5 de Abril del año 622 partió de Constantinopla, agrupó sus fuerzas en Asia Menor, y lanzó una nueva contraofensiva que, en sucesivas campañas a lo largo de varios años, le llevó hasta las mismas puertas de Ctesifonte, la capital del imperio persa; el rey Cosroes II fue depuesto y asesinado tras un golpe de estado dirigido por su hijo Kavdad II que inmediatamente buscó un acuerdo de paz, aceptando la retirada de todos los territorios ocupados, un golpe del que el imperio persa ya no se recuperó.
La Santa Cruz fue recuperada, y restaurada a su ubicación en Jerusalén en el año 630, en una ceremonia majestuosa en la que el emperador Heraclio, con toda la pompa propia del esplendor imperial bizantino, quiso cargar con la Vera Cruz, como había hecho Cristo a través de la ciudad, pero tan pronto puso el madero al hombro e intentó avanzar hacia el recinto sagrado, no pudo hacerlo y quedó paralizado.
El Patriarca de Jerusalén, Zacarías, que iba a su lado, le indicó que todo aquel esplendor imperial era contrario a la humildad y dolores de Cristo Nuestro Señor cuando iba cargando con la Bendita Cruz por el Vía Crucis; Heraclio comprendió y se humilló, despojado de su atuendo imperial, depuesta la majestad de sus mantos y de su corona, con ceniza en la cabeza, sayal de penitente y descalzo, la Santa Cruz se volvió ligera en sus brazos y pudo entonces avanzar sin dificultad seguido por todo el pueblo hasta dejar la Cruz en el sitio donde había sido venerada antes del saqueo.
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