miércoles, 6 de febrero de 2019

LOS DOLORES Y ALEGRÍAS DE NUESTRO PADRE Y SEÑOR SAN JOSÉ




                Dos padres franciscanos navegaban por las costas de Flandes, cuando se levantó una horrorosa tempestad que sumergió el buque con trescientos pasajeros que llevaba. La Divina Providencia dispuso que estos dos religiosos se amparasen de una de las tablas del buque, sobre la cual se sostuvieron entre la vida y la muerte durante tres días, teniendo siempre el abismo debajo de ellos, que amenazaba tragarlos. 

               Siendo muy devotos de San José, llenos de confianza en su protección poderosa, se encomendaron a él como verdadera tabla de salvación, y como benigna estrella que debía conducirles al puerto. Apenas terminada su plegaria, fueron atendidos; la tempestad cesó, el cielo se puso despejado y sereno, la mar se calmó y la esperanza volvió a tener cabida en el fondo de sus corazones. Pero lo que colmó su alegría fue la aparición de un joven lleno de gracia y majestad, quien después de haberlos saludado bondadosamente, se ofreció a servirles de piloto, lo que hizo con tanta felicidad, que al cabo de poco saltaban ya en tierra. 

               Allí los dos religiosos se arrojaron a los pies de su libertador, y después de haberle declarado con afectuosas palabras su eterno agradecimiento, le rogaron encarecidamente que se dignase decirles quién era. “Yo soy José, les respondió; si queréis hacer algo que me sea agradable, no dejéis pasar día sin rezar devotamente siete veces la oración dominical y la salutación angélica en memoria de los siete dolores con que mi alma fue afligida y en consideración a los siete gozos con que mi corazón fue consolado en grado eminente, durante el tiempo que pasé sobre la tierra viviendo con Jesús y María”. Dichas estas palabras desapareció, dejándolos llenos de alegría y penetrados de un sincero deseo de honrar y servir durante toda la vida a su glorioso Protector.

               Devoto josefino, acepta esta promesa y está seguro que el mejor medio de alcanzar los favores de este gran Santo es, como él mismo lo ha declarado terminantemente, tomar parte en sus dolores y sus gozos, rezando con esta intención las oraciones aprobadas y enriquecidas de indulgencias por los Sumos Pontífices. Los sentimientos que llenarán tu corazón meditando estos tiernos misterios, serán uno de los más poderosos testimonios de amor que puedes tributar a san José y le inclinarán infaliblemente a protegerte en vida, a socorrerte en todas tus necesidades y a alcanzarte una santa muerte.




A LOS DEVOTOS DE SAN JOSÉ
o a aquellos que deseen serlo


               1º. Cada día. Tus primeras palabras al despertarte, y al dormirte las últimas serán: Jesús, María y José. Asimismo, cada día le rezarás al Santo bendito, mañana y noche, a lo menos un Padrenuestro, Avemaría y Gloria, recordando uno de sus siete dolores y gozos.

               2º. Cada semana. Conságrale el Miércoles, y en este día rézale los Siete Dolores y Gozos.

               3º. Cada Mes. Conságrale el día 19 y confiesa y comulga o el Domingo inmediato, si no puedes en dicho día. Hazle la visita y el ejercicio propio de aquel día, y guarda más silencio y recogimiento y retiro.

              4º. Cada año. Conságrale el mes de Marzo y haz siete días de ejercicios espirituales, si te es posible.

              5º. Celebra sus fiestas: Desposorios, Patrocinio, Huida a Egipto, etc. Sobre todo el día de su Fiesta principal (19 de Marzo) no dejes de confesar y comulgar, ayunando y haciendo
alguna limosna u obra de misericordia en honor del Santo.

              6º. Haz los Siete Domingos, como preparación remota a su Fiesta y la novena, como preparación próxima a la misma; y siempre que necesites alcanzar por intercesión del Santo alguna gracia especial.

             7º. En todo tiempo y lugar hazte un deber de imitar las virtudes del Santo, y de alabar, invocar y pregonar sus bondades y excelencias, propagando su Devoción y culto siempre que tengas ocasión propicia. Sobre todo, ante todo y más que todo, pide a Dios, por intercesión del Santo Patriarca, la gracia de la buena muerte, porque es la gracia de las gracias, y todas las otras gracias sin ella serían para ti mayores desgracias. A este fin que te sea muy familiar la jaculatoria: Jesús, José y María, expire en paz con vos el alma mía. (100 días de indulgencia).



Esta imagen está diseñada para el apostolado; se recomienda su copia y difusión siempre
que se respete en su originalidad y no se use con fines económicos


               No olvides por fin, devoto josefino, que las devociones y practica de piedad que más agradan al santo patriarca, son las que logran más eficazmente que Jesús viva por amor y gracia en las almas y muera el pecado, y que , por consiguiente, la oración, confesión y comunión frecuentes son las devociones que más le agradan. Ora, pues, confiésate y comulga lo más a menudo que puedas, y con esto, no lo dudes, merecerás la protección y amor del Santo en vida y en la hora de la muerte. Haz esto, devoto josefino, y serás feliz en el tiempo y por toda la eternidad. 


De los escritos del Padre Enrique de Ossó en su "Devocionario josefino"




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