martes, 31 de diciembre de 2024

LA VOLUNTAD DEL ALMA COMO REGALO DE AÑO NUEVO PARA EL NIÑO JESÚS

  


              Estaba meditando sobre el año viejo que llegaba a su fin y sobre el nuevo que surgía. Mi estado continúa en el vuelo de la luz del Querer Divino y rogaba al gracioso Niñito que así como moría el año viejo, sin renacer más, así hiciera morir mi voluntad sin hacerla revivir más, y que como regalo de año nuevo me diera Su Voluntad así como yo le hacía el don, como regalo, de la mía, para ponerla como escabel a Sus tiernos piececitos, a fin de que no tuviera otra vida sino sólo Su Voluntad. Ahora, mientras esto y otras cosas decía, mi dulce Jesús ha salido de dentro de mi interior y me ha dicho:

               “Hija de Mi Querer, cómo amo, quiero, deseo que tu querer tenga fin en ti. ¡Oh! cómo acepto tu regalo de fin de año, cómo me será agradable el tenerla como suave escabel a Mis pies, porque la voluntad humana mientras está en la criatura, fuera de su centro que es Dios, es dura, pero cuando regresa a su centro de donde salió y sirve como escabel a los pies de tu Niñito Jesús, se vuelve blanda y Me sirve para entretenerme, ¿no es justo que siendo Yo pequeño tenga una diversión, y en medio de tantos dolores, privaciones y lágrimas tenga tu voluntad que me haga sonreír?. 

               Ahora, tú debes saber que quien pone fin a su voluntad, regresa a su principio, de donde salió, y comienza en ella la vida nueva, la vida de luz, la vida perenne de Mi Voluntad. Mira, cuando Yo vine a la tierra quise dar muchos ejemplos y semejanzas de cómo quería que tuviera fin la voluntad humana: quise nacer a media noche para dividir la noche de la voluntad humana con el brillante día de la Mía, y si bien a media noche la noche sigue, no termina, pero es principio de un nuevo día, y Mis Ángeles para hacer honor a Mi Nacimiento y para indicar a todos el día de Mi Voluntad, llenaron de alegría y felicidad, de media noche en adelante, en la bóveda de los Cielos, nuevas estrellas, nuevos soles, hasta hacer cambiar la noche en día, era el homenaje que los Ángeles daban a Mi pequeña Humanidad, donde residía el pleno día del Sol de Mi Voluntad Divina y la llamada a la criatura al pleno día de Ella. 

               Pequeño aún me sometí al durísimo corte de la circuncisión, que me hizo verter por el dolor amargas lágrimas, no sólo a Mí, sino que junto Conmigo lloraron Mi Mamá y el amado San José; era el corte que Yo quería dar a la voluntad humana, a fin que en aquel corte hicieran correr la Voluntad Divina para que no tuviera más vida una voluntad dividida, sino sólo la Mía, que había corrido en aquel corte a fin de que comenzara nuevamente su Vida. 

               Pequeño aún quise huir a Egipto, una voluntad tirana, inicua, quería asesinarme, símbolo de la voluntad humana que quiere matar la Mía, y Yo huí para decir a todos: ‘Huyan de la voluntad humana si no quieren que sea asesinada la Mía’. Toda Mi vida no fue otra cosa que la llamada de la Voluntad Divina en la humana. En Egipto vivía como un extraño en medio de aquel pueblo, símbolo de Mi Voluntad, que la tienen como extraña en medio de ellos, y símbolo de que quien quiere vivir en paz y unido con la Mía, debe vivir como extraño a la voluntad humana, de otra manera habrá siempre guerra entre la una y la otra, son dos voluntades irreconciliables. 

               Después de Mi exilio volví a Mi patria, símbolo de Mi Voluntad que después de su largo exilio de siglos y siglos volverá a su amada patria en medio de Sus hijos para reinar, y a medida que Yo pasaba estas circunstancias en Mi Vida, así formaba Su Reino en Mí y la llamaba con plegarias incesantes, con penas y lágrimas a venir a reinar en medio de las criaturas. Regresé a Mi patria y viví oculto y desconocido, ¡oh! cómo esto simboliza el dolor de Mi Voluntad, que mientras vive en medio de los pueblos, vive desconocida y escondida, y Yo imploraba con Mi ocultamiento que la Suprema Voluntad fuera conocida, a fin de que recibiera el homenaje y la gloria a Ella debidos. No hubo cosa hecha por Mí que no simbolizara un dolor de Mi Voluntad, la condición en la cual la ponen las criaturas y una llamada que Yo hacía para restituirle Su Reino. Y esto quiero que sea tu vida, la llamada continua del Reino de Mi Voluntad en medio a las criaturas”.


Nuestro Señor a Luisa Piccarreta, “Libro de Cielo”  
Volumen 20, 1 de Enero de 1927



martes, 24 de diciembre de 2024

EL DULCE NIÑITO RECIÉN NACIDO CAMBIÓ LA NOCHE DE MI ALMA. Centenario de la Canonización de Santa Teresita del Niño Jesús y de la Santa Faz, 1925-2025

  

               En la Nochebuena de 1886, a pocos días de cumplir los catorce años, Santa Teresita recibió una gracia espiritual que le marcaría el resto de su vida. Aspiraba desde esa edad a ser esposa de Cristo, como Carmelita Descalza, pero fue en esa Navidad, cuando el Divino Niño Jesús, hecho hombre, inocente y débil, encantó el corazón de Teresita, que dejó por escrito este hecho en su biografía:



Pintura realizada por Sor Genoveva de la Santa Faz
(Céline Martin, hermana de Santa Teresita de Lisieux)

               «No sé cómo podía ilusionarme con la idea de entrar en el Carmelo estando todavía, como estaba, en los pañales de la infancia…

               Era necesario que Dios hiciera un pequeño milagro para hacerme crecer en un momento, y ese milagro lo hizo el día inolvidable de Navidad. En esa noche luminosa que esclarece las delicias de la Santísima Trinidad, Jesús, el dulce Niñito recién nacido, cambió la noche de mi alma en torrentes de luz… En esta noche, en la que Él se hizo débil y doliente por mi amor, me hizo a mí fuerte y valerosa; me revistió de Sus armas, y desde aquella noche bendita ya no conocí la derrota en ningún combate, sino que, al contrario, fui de victoria en victoria y comencé, por así decirlo, «una carrera de gigante».

              Se secó la fuente de mis lágrimas, y en adelante ya no volvió a abrirse sino muy raras veces y con gran dificultad, lo cual justificó estas palabras que un día me habían dicho: «Lloras tanto en la niñez, que más tarde no tendrás ya lágrimas que derramar…»

              Fue el 25 de Diciembre de 1886 cuando recibí la gracia de salir de la niñez; en una palabra, la gracia de mi total conversión. Volvíamos de la Misa de Gallo, en la que yo había tenido la dicha de recibir al Dios fuerte y poderoso.

               Cuando llegábamos a los Buissonnets, me encantaba ir a la chimenea a buscar mis zapatos. Esta antigua costumbre nos había proporcionado tantas alegrías durante la infancia, que Celina quería seguir tratándome como a una niña, por ser yo la pequeña de la familia… Papá gozaba al ver mi alborozo y al escuchar mis gritos de júbilo a medida que iba sacando las sorpresas de mis zapatos encantados, y la alegría de mi querido rey aumentaba mucho más mi propia felicidad.

                Pero Jesús, que quería hacerme ver que ya era hora de que me liberase de los defectos de la niñez, me quitó también sus inocentes alegrías: permitió que papá, que venía cansado de la Misa del Gallo, sintiese fastidio a la vista de mis zapatos en la chimenea y dijese estas palabras que me traspasaron el corazón: «¡Bueno, menos mal que éste es el último año…!»

                 Yo estaba subiendo las escaleras, para ir a quitarme el sombrero. Celina, que conocía mi sensibilidad y veía brillar las lágrimas en mis ojos, sintió también ganas de llorar, pues me quería mucho y se hacía cargo de mi pena. «¡No bajes, Teresa! -me dijo-, sufrirías demasiado al mirar así de golpe dentro de los zapatos».

                Pero Teresa ya no era la misma, ¡Jesús había cambiado su corazón! Reprimiendo las lágrimas, bajé rápidamente la escalera, y conteniendo los latidos del corazón, cogí los zapatos y, poniéndolos delante de papá, fui sacando alegremente todos los regalos, con el aire feliz de una reina. Papá reía, recobrado ya su buen humor, y Celina creía estar soñando … Felizmente, era un hermosa realidad: ¡Teresita había vuelto a encontrar la fortaleza de ánimo que había perdido a los cuatro años y medio, y la conservaría ya para siempre…!

                Aquella noche de luz comenzó el tercer período de mi vida, el más hermoso de todos, el más lleno de gracias del cielo… La obra que yo no había podido realizar en diez años Jesús la consumó en un instante, conformándose con mi buena voluntad, que nunca me había faltado.

                Yo podía decirle, igual que los Apóstoles: «Señor, me he pasado la noche bregando, y no he cogido nada». Y más misericordioso todavía conmigo que con los Apóstoles, Jesús mismo cogió la red, la echó y la sacó repleta de peces… Hizo de mí un pescador de almas, y sentí un gran deseo de trabajar por la conversión de los pecadores, deseo que no había sentido antes con tanta intensidad… Sentí, en una palabra, que entraba en mi corazón la Caridad, sentí la necesidad de olvidarme de mí misma para dar gusto a los demás, ¡y desde entonces fui feliz…!»


"Historia de un alma", autobiografía de Santa Teresita 
del Niño Jesús y de la Santa Faz




sábado, 14 de diciembre de 2024

SANTA TERESITA, PATRONA DE LAS MISIONES. Centenario de la Canonización de Santa Teresita del Niño Jesús y de la Santa Faz, 1925-2025

 

"Como un torrente, arrojándose con impetuosidad 
en el océano, arrastra consigo cuanto encuentra 
a su paso, de la misma forma, o Jesús mío, el alma 
que se sumerge en el océano sin riberas de Vuestro 
Amor arrastra con ella todos sus tesoros. Señor, 
Tú lo sabes, no tengo otros tesoros que las almas 
que Te complació unir a la mía; esos tesoros, 
Tú mismo me los has dado…"



               El 14 de Diciembre de 1927 la Congregación de Ritos publicaba el decreto por el que, por decisión del entonces Papa Pío XI, se declaraba a "Santa Teresita patrona especial de los misioneros, hombres y mujeres, existentes en el mundo". Se le confería este nombramiento "al igual que a San Francisco Javier, con todos los derechos y privilegios que comporta este título" (eran derechos y privilegios del culto litúrgico).  

              El año anterior, concretamente el 29 de Julio de 1926, el mismo Papa Pío XI la había declarado Patrona del Clero Indígena, conocida como "Obra Misional Pontificia de San Pedro Apóstol" y años atrás, el  30 de Abril de 1923, cuando Teresita aún era reconocida como Beata, había sido declarada Patrona de las Misiones Carmelitanas.

               Santa Teresita entendió su vocación como misionera desde la contemplación: "Lo que venía a realizar en el Carmelo, lo declaré a los pies de Jesús-Hostia, en el examen que precedió a mi profesión: He venido al Carmelo para salvar almas y, sobre todo, para rogar por los Sacerdotes. Cuando se desea un fin, hay que emplear los medios necesarios para alcanzarlo. Jesús me hizo comprender que las almas me las daría por medio de la Cruz".

               La conciencia misionera de la Santa de las rosas se reveló en la "conversión" de la Navidad de 1886; describiendo esta gracia, explicó "Como sus apóstoles, yo podía decirle: ‘Señor, he pescado toda la noche sin conseguir nada’ ... Él hizo de mí un pescador de almas, sentí un gran deseo de trabajar en la conversión de los pecadores, deseo que anteriormente nunca lo había sentido así…"Unos meses después, en julio de 1887, se verá confirmada en su vocación en la Catedral de Lisieux: "Un Domingo que contemplaba una estampa de Nuestro Señor en la Cruz, quedé impresionada por la sangre que caía de una de sus manos divinas; experimenté una grande pena pensando en la sangre que caía en tierra sin que nadie se apresurara a recogerla; y resolví de permanecer espiritualmente en pie al pie de la Cruz para recibir el rocío divino que manaba, comprendiendo que después tenía que verterla sobre las almas... Quería dar de beber a mi Bien Amado y me sentía yo misma devorada por la sed de almas... Todavía no eran las almas de los Sacerdotes que me atraían, sino la de los grandes pecadores…"



jueves, 12 de diciembre de 2024

MI MUY QUERIDA REINA... HICE LO QUE ME MANDASTE

  



               ...donde existe la verdadera virtud, aparecen la delicadeza, la cortesía, las maneras nobles. Por el contrario, donde la virtud muere, las maneras nobles, la delicadeza y la cortesía van desapareciendo...

               Juan Diego, como tiene delicadeza de alma, sabe tener delicadeza de maneras, y sabe tratar a Nuestra Señora con respeto, con una verdadera hidalguía. Al contrario, si no tuviese delicadeza de alma, él podría ser un hidalgo, pero no trataría a Nuestra Señora con verdadera hidalguía.

               Lo que, a su vez, prueba lo siguiente: si la Civilización Occidental desarrolló las buenas maneras, la hidalguía de trato, el señorío, el garbo, el tono aristocrático hasta un punto donde nunca ninguna civilización llegó, eso se debe a que hubo una Edad Media, donde esas cosas nacieron y continuaron a desarrollarse incluso después del fin de esa época. Hubo un momento de alta virtud, de alta piedad, donde las almas estuvieron ávidas de nobleza de trato, de delicadeza, de grandeza. Y como las costumbres nacen de la avidez de las almas buenas o malas, de ahí germinó, en el suelo sagrado de la Europa Cristiana, toda a cortesía occidental, hija precisamente de esa Piedad y Virtud.

               Cuando estalla la Revolución, que quebró la vida espiritual de Europa, cuando entraron los principios igualitarios en el espíritu del europeo, comenzó inmediatamente la decadencia. ¿Por qué? Porque bajo este punto de vista, Revolución, igualitarismo, falta de delicadeza de sentimientos y falta de nobleza de maneras son cosas completamente relacionadas. Y no puede tener nobleza de maneras, ni delicadeza de sentimientos, quien es igualitario. Quien es igualitario tiene dentro de sí lo contrario: es egoísta, brutal, tiende para el régimen de masas, no quiere reconocer los méritos y las cualidades de los demás sino, al contrario, quiere sujetar toda la vida social y toda convivencia humana —y por lo tanto, todo el trato de las almas— a una dura, fría y ruda igualdad.


Plinio Corrêa de Oliveira


Toca sobre el siguiente título para leer el relato 
de las Apariciones de Nuestra Señora de Guadalupe



martes, 10 de diciembre de 2024

EL CALVARIO ES EL MONTE DE LOS SANTOS. Meditaciones del Padre Pío de Pietrelcina

  



               La Piedad Católica ha consagrado el día Martes para honrar de manera especial a nuestro Ángel Custodio; podemos saludarle con alguna oración especial; también podemos ofrecer un pequeño sacrificio (privarnos de ver televisión, no comer dulce, etc) como desagravio por tantas almas que ignoran a su Custodio.

               Es opinión muy común entre los teólogos, que recibimos la asistencia de nuestro Ángel de la Guarda desde el momento mismo de la concepción y así, el Ángel particular que todos tenemos, nos cuida ya desde el vientre materno. Jamás podrás tener amigo más fiel y mejor confidente... hasta más allá de esta vida terrena te acompañará, para consolarte en el Purgatorio y para hacerte más feliz en el Paraíso, donde a buen seguro entrarás de su mano. No dejes de encomendarte ni una sola mañana al Ángel Custodio y procura que otros lo hagan también; acude a Él con la seguridad de ser atendido y pronto sentirás su ayuda.


ORACIÓN AL ÁNGEL DE LA GUARDA
compuesta por el Padre Pío de Pietrelcina


               Oh mi Ángel de la Guarda, cuida mi alma y mi cuerpo. Ilumina mi mente para que pueda conocer mejor al Señor mi Dios y amarlo con todo el corazón. Vigílame cuando rezo para que no ceda a las distracciones de la vida.

               Sostenme con tus consejos para vivir como un buen Cristiano y ayúdame a cumplir obras de generosidad. Defiéndeme de los engaños del maligno y socórreme durante las tentaciones para que pueda vencer en la lucha contra el mal. 

               Oh mi querido Ángel de la guarda, recito esta oración para pedirte que permanezcas siempre a mi lado y para pedirte que no ceses nunca de ser mi Ángel de la Guarda, hasta que no sea llamado al recinto del Señor, donde adoraremos juntos, por toda la Eternidad a Dios Nuestro Señor. Amén.





lunes, 9 de diciembre de 2024

LA LLUVIA DE ROSAS DE SANTA TERESITA. Novena de los 24 Glorias

 

               La devoción a Santa Teresita del Niño Jesús se ha esparcido de una manera impresionante a través de toda la Iglesia. Durante su corta vida, Teresita no sobresalió por encima de las otras monjas del convento de Carmelitas Descalzas en Lisieux. Pero inmediatamente después de su muerte, muchos milagros y favores fueron concedidos a través de su intercesión. 

               La Santa cumplió la promesa de hacer caer una lluvia de rosas después de su muerte, es decir, una lluvia de beneficios hacia todos los que la invocan. "Lo que me impulsa a ir al Cielo es el pensamiento de poder encender en amor de Dios una multitud de almas que le alabarán eternamente", decía Teresita. Su gran anhelo es que aquellos que la invocan amen a Dios con un amor abrasador.

               Por medio de sus cartas, los testimonios de aquellos que la conocieron, y especialmente su autobiografía, "La Historia de un Alma", millones han llegado a conocer sus grandes dones y virtudes. Incontables peregrinos visitan el convento carmelita de Lisieux, donde, el 9 de Abril de 1888, María Francisca Teresa Martín, la hija menor del relojero Luis Martín, se convirtió en la novicia más joven. Tenía sólo quince años. Estaban ya allí dos de sus hermanas: María, la mayor, se había ido cuando Teresita tenía nueve años, y Paulina, que había cuidado de la familia después de morir su madre, entró cuando Teresita tenía catorce años. Impaciente por seguirlas, fue a Roma en una peregrinación con su padre, y rompiendo la regla del silencio en presencia del Papa, le pidió permiso de entrar al Carmelo a los quince años. "Entrarás si es la Voluntad de Dios", le contestó el Papa León XIII, y Teresita terminó la peregrinación con el espíritu lleno de esperanza. Al terminar el año, el permiso que anteriormente la había sido negado, le fue concedido por el obispo y Teresita entró al Carmelo.

               Teresita había sido la hija preferida de su padre; era tan alegre, atractiva y amable, que los dos sufrieron intensamente cuando llegó el momento de la separación. Pero no le cabía la menor duda de que ésa era su vocación y desde el principio se determinó a ser santa. Aunque la salud de Teresita era muy delicada, no deseó ninguna dispensa de la austera regla y no le fue dada ninguna. Sufría intensamente por el frío y por el cansancio de cumplir con algunas de las penitencias físicas y exteriores que la Regla acostumbraba. "Soy un alma muy pequeña, que sólo puede ofrecer cosas muy pequeñas a Nuestro Señor," dijo en una ocasión, "pero quiero buscar un camino nuevo hacia el Cielo, muy corto, muy recto, un pequeño sendero… Estamos en la era de los inventos. Me gustaría encontrar un elevador para ascender hasta Jesús, pues soy demasiado pequeña para subir los empinados escalones de la perfección…"


Entre los días 9 y 17 de cada mes
únete a la oración mundial en honor de
Santa Teresita del Niño Jesús


Toca sobre la imagen para verla en su tamaño real; 
se permite su copia y difusión, sin fines comerciales

               La Piedad Católica, aquella que nos lleva a la amistad con Jesús y María, también ha querido honrar a Sus imitadores, los Santos, máxime cuando éstos relucen por la integridad de su vida y por la claridad de sus palabras; leyendo la vida de los Santos, apreciamos que tuvieron defectos y miedos, como el resto de los mortales, pero que en la aceptación de su nada y en su entrega confiada a Dios, obtuvieron el premio de la Santidad. Es este el caso de Santa Teresita de Lisieux, "la Santa de las Rosas".

                La misma sencillez que caracterizó su corta vida en este mundo, podemos ahora tomar como referente en nuestra vida cotidiana. Las rosas, que simbolizan las gracias espirituales que el Señor regala al alma, siempre vienen rodeadas de espinas, afiladas y certeras... son el precio de nuestra recompensa eterna. ¿Cómo presentarnos ante Dios con las manos vacías?. Es pues necesario abrazar con esperanza las espinas que encontremos en el camino, lejos de ser problemas, son pruebas, méritos que el Cielo nos ofrece alcanzar.

               La fragancia de la santidad envuelve el dolor, el sufrimiento, pero siempre nos alienta a continuar cortando rosas, a seguir conquistando el Paraíso cada día. Si no sabes cómo hacerlo, por dónde empezar, te invito a parar un momento, busca un espacio en soledad, en intimidad con Jesús y María; encomienda a Ellos tus ilusiones y lo que te quita el sueño. Busca refugio en Sus Corazones Santísimos y entrégate sin reservas, como buen cireneo, a llevar un día más tu particular cruz.

               Busca también la ayuda de los Santos, los mejores amigos de Dios; hoy te propongo a una Maestra fiable y segura como Santa Teresita: que su existencia, sesgada a los 24 años, sea ejemplo para ti de entrega confiada a Dios, en la integridad de la Fe, en la sencillez de los niños, en la esperanza angelical de mejorar con la ayuda de Aquél que todo lo puede.

               Únete cada día 9 a la Novena de los 24 Glorias en honor de Santa Teresita; si perseveras con piedad y confianza pronto sentirás la intercesión de la Santa carmelita.



domingo, 8 de diciembre de 2024

LA INMACULADA CONCEPCIÓN: LA PRIMERA Y EXCLUSIVA OBRA DE DIOS. En el 170 Aniversario del Dogma de la Inmaculada Concepción de María Nuestra Señora

  

"Tú y Tu Madre sois los únicos 
que en todo aspecto 
sois perfectamente hermosos; 
pues en Ti, Señor, no hay mancilla, 
ni mácula en Tu Madre" 


(San Efrén, Doctor de la Iglesia)



               En virtud del pecado original, la inteligencia humana se volvió sujeta a errar, la voluntad quedó expuesta a desfallecimientos, la sensibilidad quedó presa de las pasiones desarregladas, el cuerpo por así decirlo fue puesto en estado de rebeldía contra el alma.

               ...por el privilegio de su Concepción Inmaculada, Nuestra Señora fue preservada de la mancha del pecado original desde el primer instante de Su Ser. Y, así, en Ella todo era armonía profunda, perfecta, imperturbable. El intelecto jamás expuesto a error, dotado de un entendimiento, una claridad, una agilidad inexpresable, iluminado por las gracias más altas, tenía un conocimiento admirable de las cosas del Cielo y de la Tierra. 

               La voluntad, dócil en todo al intelecto, estaba enteramente vuelta hacia el bien y gobernaba plenamente la sensibilidad, que jamás sentía en Sí ni pedía a la voluntad algo que no fuese plenamente justo y conforme a la razón.

               Imagínese una voluntad naturalmente tan perfecta, una sensibilidad naturalmente tan irreprensible, ésta y aquélla enriquecidas y super-enriquecidas de gracias inefables, perfectamente correspondidas en todo momento, y se puede tener una idea de lo que era la Santísima Virgen. O, mejor dicho, se puede comprender por qué motivo ni siquiera se es capaz de formarse una idea de lo que la Virgen era. 

                Dotada de tantas luces naturales y sobrenaturales, Nuestra Señora conoció por cierto la infamia del mundo en Sus días. Y con ello sufrió amargamente. Pues cuanto mayor es el amor a la virtud, tanto mayor es el odio al mal.

                Ahora bien, María Santísima tenía en Sí abismos de amor a la virtud, y, por lo tanto, sentía forzosamente en Sí abismos de odio al mal. María era pues enemiga del mundo, al cual vivió ajena, segregada, sin ninguna mezcla ni alianza, vuelta únicamente hacia las cosas de Dios.

               El mundo, a su vez, parece no haber comprendido ni amado a María. Pues no consta que le hubiese tributado admiración proporcionada a Su hermosura castísima, a Su gracia nobilísima, a Su trato dulcísimo, a Su Caridad siempre compasiva, accesible, más abundante que las aguas del mar y más suave que la miel.

               ¿Y cómo no habría de ser así? ¿Qué comprensión podría haber entre Aquella que era toda del Cielo y aquellos que vivían sólo para la tierra? ¿Aquella que era toda Fe, pureza, humildad, nobleza, y aquellos que eran todos idolatría, escepticismo, herejía, concupiscencia, orgullo, vulgaridad? ¿Aquella que era toda sabiduría, razón, equilibrio, sentido perfecto de todas las cosas, templanza absoluta y sin mancha ni sombra, y aquellos que eran todos exceso, extravagancia, desequilibrio, sentido equivocado, cacofónico, contradictorio, hiriente a respecto de todo, e intemperancia crónica, sistemática, vertiginosamente creciente en todo? ¿Aquella que era la Fe llevada por una lógica diamantina e inflexible a todas sus consecuencias, y aquellos que eran el error llevado por una lógica infernalmente inexorable, también a sus últimas consecuencias? ¿O aquellos que, renunciando a cualquier lógica, vivían voluntariamente en un pantano de contradicciones, en que todas las verdades se mezclaban y se corrompían en la monstruosa interpenetración con todos los errores que les son contrarios?

               Inmaculada significa etimológicamente la ausencia de mácula, y pues de todo y cualquier error por menor que sea, de todo y cualquier pecado por más leve e insignificante que parezca. Es la integridad absoluta en la Fe y en la Virtud. Es por lo tanto la intransigencia absoluta, sistemática, irreductible, la aversión completa, profunda, diametral a toda especie de error o de mal. La santa intransigencia en la verdad y en el bien es la Ortodoxia, la pureza, al estar en oposición a la heterodoxia y al mal. Por amar a Dios sin medida, Nuestra Señora correspondientemente amó de todo corazón todo cuanto era de Dios. Y porque odió sin medida al mal, odió sin medida a Satanás, a sus pompas y sus obras, al Demonio, al mundo y a la carne.

               Por esto, Nuestra Señora rezaba sin cesar. Y según tan razonablemente se cree, Ella pedía el Advenimiento del Mesías y la gracia de ser una Sierva de aquella que fuese escogida para ser Madre de Dios.

               Pedía al Mesías, para que viniese Aquel que podría hacer brillar nuevamente la Justicia sobre la faz de la Tierra, para que se levantase el Sol divino de todas las virtudes, golpeando por todo el mundo a las tinieblas de la impiedad y del vicio.

               Nuestra Señora deseaba, es cierto, que los Justos que vivían en la Tierra encontrasen en la Venida del Mesías la realización de sus deseos y de sus esperanzas, que los vacilantes se reanimasen, y que de todos los países, de todos los abismos, almas tocadas por la luz de la gracia levantasen vuelo a las más altas cumbres de la Santidad. Pues éstas son por excelencia las Victorias de Dios, que es la Verdad y el Bien, y las derrotas del Demonio, que es el jefe de todo error y de todo mal.

               La Virgen quería la Gloria de Dios por esa Justicia, que es la realización en la Tierra del Orden deseado por el Creador. Pero, pidiendo la Venida del Mesías, Ella no ignoraba que Él sería la piedra de escándalo, por la que muchos se salvarían y muchos recibirían también el castigo de su pecado. Este castigo del pecador empedernido, este aniquilamiento del impío obcecado y endurecido, Nuestra Señora también lo deseó de todo corazón, y fue una de las consecuencias de la Redención y de la fundación de la Iglesia, que Ella deseó y pidió como nadie. “Ut inimicus Sanctae Ecclesiae humiliare digneris; te rogamus, audi nos” [Para que os dignéis humillar a los enemigos de la Santa Iglesia; te rogamos, óyenos], canta la Liturgia. Y antes que la Liturgia, por cierto el Corazón Inmaculado de María ya elevó a Dios súplica análoga, por la derrota de los impíos irreductibles. Admirable ejemplo de verdadero Amor, de verdadero odio. 

               Dios quiere las obras. Él fundó la Iglesia para el Apostolado. Pero por encima de todo quiere la oración. Pues la oración es la condición de fecundidad de todas las obras. Y quiere como fruto de la oración, la virtud.

               Reina de todos los Apóstoles, Nuestra Señora es sin embargo principalmente modelo de las almas que rezan y se santifican, la estrella polar de toda meditación y vida interior. Pues, dotada de una virtud inmaculada, Ella hizo siempre lo que era más razonable, y si nunca sintió en Sí las agitaciones y los desórdenes de las almas que sólo aman la acción y la agitación, nunca experimentó en Sí, tampoco, las apatías y las negligencias de las almas flojas que hacen de la vida interior un cortaviento a fin de disfrazar su indiferencia por la causa de la Iglesia. Su alejamiento del mundo no significó un desinterés por el mundo. ¿Quién hizo más por los impíos y por los pecadores que Aquella que, para salvarlos, voluntariamente consintió en la inmolación crudelísima de Su Hijo infinitamente inocente y Santo? ¿Quién hizo más por los hombres que Aquella que consiguió que se realizase en Sus días la promesa del Salvador?



               Pero, confiando sobre todo en la oración y en la vida interior, ¿no nos dio la Reina de los Apóstoles una gran lección de Apostolado, haciendo de una y otra Su principal instrumento de acción? 

                Tanto valen a los ojos de Dios las almas que, como Nuestra Señora, poseen el secreto del verdadero Amor y del verdadero odio, de la intransigencia perfecta, del celo incesante, del espíritu de renuncia completo, que propiamente son ellas las que pueden atraer al mundo las gracias divinas.

               Estamos en una época parecida con la de la Venida de Jesucristo a la Tierra. En 1928 escribió el Santo Padre Pío XI que el espectáculo de las desgracias contemporáneas "es tan triste que por estos acontecimientos parecen manifestarse los principios de aquellos dolores que habían de preceder al hombre de pecado que se levanta contra todo lo que se llama Dios o que se adora" (Encíclica Miserentissimus Redemptor, del 8 de Mayo de 1928).

               Y a nosotros, ¿qué nos compete hacer?. Luchar en todos los terrenos permitidos, con todas las armas lícitas. Pero antes que nada, por encima de todo, confiar en la vida interior y en la oración. Es el gran ejemplo de Nuestra Señora.

                El ejemplo de Nuestra Señora, sólo se puede imitar con el Auxilio de Ella. Y el Auxilio de Nuestra Señora, sólo se puede conseguir con la devoción a Ella. Pues bien, ¿qué mejor forma de devoción a María Santísima puede haber que pedirle, no sólo el Amor de Dios y el odio al Demonio, sino aquella santa entereza en el amor al bien y en el odio al mal, en una palabra, aquella santa intransigencia que tanto resplandece en su Inmaculada Concepción?.



sábado, 7 de diciembre de 2024

SER LO QUE ÉL QUIERE QUE SEAMOS. Centenario de la Canonización de Santa Teresita del Niño Jesús y de la Santa Faz, 1925-2025

 


               Durante mucho tiempo me he preguntado por qué tenía Dios preferencias, por qué no recibían todas las almas el mismo grado de gracias. Me extrañaba verle prodigar favores extraordinarios a los Santos que Le habían ofendido, como San Pablo o San Agustín, a los que forzaba, por así decirlo, a recibir Sus gracias; y cuando leía la vida de los Santos a los que Nuestro Señor quiso acariciar desde la cuna hasta el sepulcro, sin dejar en su camino ningún obstáculo que les impidiera elevarse hacia Él y previniendo a esas almas con tales favores que no pudiesen empañar el brillo inmaculado de su vestidura bautismal, me preguntaba por qué los pobres salvajes, por ejemplo, morían en tan gran número sin haber oído ni tan siquiera pronunciar el Nombre de Dios.

               Jesús se ha dignado instruirme acerca de este misterio. Puso ante mis ojos el libro de la naturaleza y comprendí que todas las flores que Él ha creado son hermosas, y que el esplendor de la rosa y la blancura del lirio no le quitan a la humilde violeta su perfume ni a la margarita su encantadora sencillez...

               Comprendí que si todas las florecitas quisieran ser rosas, la naturaleza perdería su gala primaveral y los campos ya no se verían esmaltados de florecillas...

              Eso mismo sucede en el mundo de las almas, que es el Jardín de Jesús. Él ha querido crear grandes Santos, que pueden compararse a los lirios y a las rosas; pero ha creado también otros más pequeños, y éstos han de conformarse con ser margaritas o violetas destinadas a recrear los ojos de Dios cuando los baja a Sus pies. La perfección consiste en hacer Su Voluntad, en ser lo que Él quiere que seamos...

               Comprendí también que el Amor de Nuestro Señor se revela lo mismo en el alma más sencilla que no opone resistencia alguna a Su gracia, que en el alma más sublime. Y es que, como lo propio del Amor es abajarse, si todas las almas se parecieran a las de los Santos Doctores que han iluminado a la Iglesia con la luz de su doctrina, parecería que Dios no tendría que abajarse demasiado al venir a sus corazones. Pero Él ha creado al niño, que no sabe nada y que sólo deja oír débiles gemidos; y ha creado al pobre salvaje, que sólo tiene para guiarse la Ley Natural. Y hasta sus corazones quiere abajarse. Estas son Sus flores de los campos, cuya sencillez le fascina...


"Historia de un alma", autobiografía de Santa Teresita 
del Niño Jesús y de la Santa Faz



lunes, 2 de diciembre de 2024

LA CONFRATERNIZACIÓN VACÍA, por el Doctor Plinio Corrêa de Oliveira

 

                Esta Navidad... marca, en relación a las anteriores, el agravamiento de un fenómeno que no debería existir. Pero que existiendo, debería por lo menos hacer excepción a la Fiesta del Nacimiento del Salvador.

                Me refiero a la laicización generalizada de las mentalidades, de la cultura, del arte, de las relaciones, en una palabra, de la vida. En esta materia laicización significa propiamente paganización. Pues a medida que se va empujando hacia la penumbra al Hombre Dios, el lugar dejado vacío por El va siendo llenado por “valores” muy concretos y palpables, pero que, a veces son glorificados como si fuesen fastuosas abstracciones: la Economía, la Salud, el Sexo, la Máquina, y tantos otros (las mayúsculas anacrónicas sirven para que se sienta mejor lo que afirmo). “Valores” materiales, es obvio. Y enfatizados por una orquestación propagandística saturada de marxismo, de freudismo, etc.




                Al contrario de lo que sucedía en el mundo clásico, esos “valores” no están personificados – es claro – en dioses, y tampoco concretizados en estatuas. Lo que no impide que sean ellos los verdaderos ídolos paganos de nuestro infeliz mundo laicizado.

                La influencia del neopaganismo laico viene infiltrando cada vez más la Navidad moderna. Infiltración gradual, pero perfectamente evidente. ¿De qué manera? No existe una sola manera, sino simultáneamente de todas las maneras concebibles.

                Comenzando por el Adviento, ese período del año litúrgico que consta de las cuatro semanas que preceden a la Navidad. Este tiempo constituía para la Cristiandad una parte del año especialmente dedicada al recogimiento, a una discreta compunción y a la esperanza palpitante del gran júbilo que el nacimiento del Mesías traerá. Todos se preparaban así para acoger al Niño Dios, que en el virginal sagrario materno, se acercaba cada día más del bendito momento en que iniciaría su convivencia salvífica con los hombres.

                De toda esta preparación, ¿qué quedó? ¿Quién piensa en el Adviento, salvo una minoría ínfima? Y dentro de esa pequeña minoría, ¿cuántos lo hacen bajo la influencia de la teología católica verdadera y tradicional, y no de las teologías ambiguas y desvariadas que sacuden hoy en día, como si fuesen convulsiones febriles, al mundo cristiano?

                Y todo recuerda  – eso sí –  a la economía ansiosa de ser superactivada: el comercio que palpita por ampliar la salida de sus stocks, y la industria que multiplica sus productos (y sus ganancias) para llenar los vacíos abiertos en las estanterías de la tiendas, en virtud del aumento del consumo. En suma, es el ídolo-Economía el que se va tornando el gran centro de las expectativas, de los anhelos, de los festejos navideños de este fin de siglo. Mamón. El Estómago. La Materia. – ¡Jesús, No!...

                Llega por fin la Navidad. ¿Reúne ella todavía los hogares alrededor de un Pesebre? A veces, sí. Sin embargo, en numerosos casos, los reúne no en torno de una cuna donde el Niño Dios abre los brazos hacia María Santísima profundamente enternecida, bajo la mirada meditativa y recogidamente jubilosa de San José. Sino en torno de una mesa en que las golosinas, el champagne de los que pueden, y las modestas bebidas de los que no pueden, ocupan las atenciones, en otro tiempo vueltas fundamentalmente hacia el Nacimiento del Redentor. En cuantos hogares, la reducción y la transparencia cada vez más acentuada de los trajes difunden una atmósfera de sensualidad, desvirtuando profundamente el significado de esa noche de insuperable pureza.


"Como uvas en desierto hallé a Israel: como los primeros frutos de la higuera en lo alto de ella, vi a los padres de ellos: mas ellos entraron al templo de Beelphegór, y se enajenaron para su confusión, y se hicieron abominables, como aquellas cosas que amaron" 

(Profeta Oseas, cap. 9, vers.10)


                Existen los festejos bajo cuya influencia la caridad se encoge y se extiende siempre menos hasta los lugares de los que nada tienen. En estos, las larguezas difundidas otrora por la justicia y la caridad cristianas, son substituidas por el silbido de la subversión “católica” que, bajo el pretexto de la Navidad, se hace oír por la voz del (o de la) agente de una comunidad de base cualquiera. O de una cosa semejante.

                En realidad, sin embargo, la neo-Navidad laica tiene todavía otro aspecto. El tifón del turismo arranca a incontables familias del hogar, el cual debe ser, con la Parroquia, el cuadro específico de la noche de Navidad. Y las dispersa a través de los hoteles, de la playa o del campo, en medio de un bullicio mundano en el cual no consiguen penetrar las voces angélicas que cantan el "Glória in excelsis Deo".

                Pero la laicización no para ahí. Ella persigue la Navidad hasta en los ecos augustos con que ella se prolonga en las fiestas que la siguen. Año Nuevo, Reyes…

                La fiesta del Año Nuevo es, en términos religiosos, la fiesta de la Circuncisión, que recuerda a Nuestro Señor Jesucristo, el cual movido por el amor al género humano, derrama ya en su primera infancia gotas de su sangre infinitamente preciosa en favor de los hombres, y hace así pensar en el sacrificio augusto que los redimirá del pecado, los arrancará de la muerte eterna y les abrirá el camino del Cielo.

                Pues a esta fiesta religiosa del Niño Dios se sobrepone la conmemoración salobre de una muy laica confraternización universal de los pueblos. Confraternización irremediablemente vacía, como todo cuanto es laico, y de la cual parecen dar carcajadas cínicas las murallas de de acero y bambú que cortan a los pueblos, el terrorismo que los llena de pavor, el riesgo de la destrucción atómica que pesa sobre ellos como una plomiza nube, y la zarabanda cada vez más cargada de antagonismos y odios, de las ideas y de los intereses incompatibles e inconciliables.

                En una palabra, cuando el sol se oculta, los animales dañinos salen de sus guaridas y pasean por el bosque. El laicismo presenta a Jesucristo a los ojos del mundo como un sol de fin de ocaso. ¿Qué espanto puede haber en que se multiplique y se difunda todo cuanto es dañino en los antros de los corazones descristianizados, de las ciudades enloquecidas y de las soledades en que el vicio y el crimen se esconden, para, a voluntad, multiplicar el requinte por el requinte?

                Pero – alguien dirá – ¿por qué recordar todo esto en esta parcela de alegría? ¿Por qué ese lamento, en el momento en que los hombres están ávidos de reír y de festejar?

                Para protestar. Y si esa protesta suena como lamento a algún oído insensibilizado por la cacofonía moderna, el defecto no es de la protesta. El defecto es de quien no sabe sentir en él, sino lo que no es: un lloriqueo.

                Pues el lloriqueo es pusilánime, suena a derrota y a capitulación. Mientras que la protesta que está inspirada por el amor de Cristo, y el de María, "ut castrorum acies ordinata", se yergue con intrepidez en medio de la incomprensión. Esa protesta es un grito de reparación, una proclamación de inconformidad, y más que eso, es un presagio de victoria.


Extracto de un artículo publicado en "Folha de São Paulo", 
el 1 de Enero de 1979



domingo, 1 de diciembre de 2024

DOCTRINA CATÓLICA SOBRE EL ADVIENTO

  

          1) ¿Por qué se llaman Adviento las cuatro semanas que preceden a la Fiesta de Navidad?

          Las cuatro semanas que preceden a la Fiesta de Navidad se llaman Adviento, que quiere decir advenimiento o venida, porque en este tiempo la Iglesia se dispone a celebrar dignamente la memoria de la primera venida de Jesucristo a este mundo con su nacimiento temporal.

          2) ¿Qué propone la Santa Iglesia a nuestra consideración en el Adviento?

          La Santa Iglesia en el Adviento propone a nuestra consideración cuatro cosas:

          a) las Promesas que Dios había hecho de enviar al Mesías para nuestra salvación;

          b) los deseos de los Antiguos Padres que suspiraban por su venida;

          c) la predicación de San Juan Bautista, que preparaba al pueblo para recibirlo exhortando a penitencia;

          d) la última Venida de Jesucristo en Gloria a juzgar a vivos y muertos.




          3) ¿Qué hemos de hacer en el Adviento para conformarnos con las intenciones de la Iglesia?

          Para conformarnos con las intenciones de la Iglesia en el Adviento hemos de hacer cinco cosas:

          a) meditar con viva fe y con ardiente amor el gran beneficio de la Encarnación del Hijo de Dios;

          b) reconocer nuestra miseria y la suma necesidad que tenemos de Jesucristo;

          c) suplicarle venga a nacer y crecer espiritualmente en nosotros con Su Gracia;

          d) prepararle el camino con obras de penitencia, especialmente frecuentando los Santos Sacramentos;

          e) pensar a menudo en Su Última espantosa venida, y a la vista de ella ajustar a Su Vida Santísima la nuestra, a fin de tener parte en Su Gloria.


Catecismo de San Pío X