Corazón de mi Jesús Sacramentado, ¡un rato en Tu compañía! ¿Me lo concedes? Mi alma tiene ansias de hablarte; está cansada de hablar con el mundo y no es oída o no es entendida. Déjame descansar hablando Contigo. Tú siempre oyes y siempre entiendes, ¡qué alegría!
Como el agua del arroyo exhala frescura y humedad, aunque nadie se acerque a sus riberas, como la rosa exhala perfumes, aunque nadie se incline a olerla, así el Corazón de Jesús que vive en el Sagrario está siempre exhalando virtud, abandonado y solo...
Pero, ¿en dónde me encontraré con Él? ¡Soberana realidad de los Sagrarios Cristianos, ven a dar a mi alma la respuesta y la seguridad de su dicha! Dile que sí, que el Jesús de la virtud aquella vive todavía y vive muy cerca de mí, junto a mi casa, ¡en el Sagrario! Di a mi alma y di a todas las almas que quieran oír, que en el Sagrario vive el mismo Jesús de Jerusalén y Nazaret, con Su mismo Corazón tan lleno, tan rebosante de virtud de sanar y tan abierto para que salga perennemente en favor de todos...
En esa oscuridad, en que el abandono de los hombres Te tiene sumergido, Te confieso Luz de la luz de Dios y única Luz del mundo. En ese silencio, a que voluntariamente Te has reducido ahí, yo Te proclamo Palabra substancial de Dios y única Palabra creadora, restauradora, glorificadora y deificadora. En esa inmovilidad, a que Te has obligado ahí, yo Te reconozco Vida de Dios y única Vida de todo lo que vive.
(+)Manuel González, Obispo de Palencia
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