Un Amigo de la Cruz es alguien a quien Dios elige entre diez mil personas que viven conforme a sus sentidos y caprichos. Es alguien a quien Dios hace partícipe de su misma vida y que, superándose a sí mismo y luchando contra los intereses terrenos, vive su existencia a la luz de una fe viva y con amor ardiente a la Cruz.
El Amigo de la Cruz es un rey poderoso, un héroe que triunfa sobre el demonio, el mundo y la carne en sus tres concupiscencias. Efectivamente, al amar las humillaciones arrolla el orgullo de Satanás, al amar la pobreza, triunfa sobre la avaricia; al amar el sufrimiento, domina la sensualidad.
El Amigo de la Cruz es un ser humano santo que trasciende todo lo visible. Su corazón se eleva sobre lo caduco y perecedero. Su conversación está en los Cielos. Vive en esta tierra como extranjero y peregrino, y, sin apegarse a ella, la mira con indiferencia y la pisotea con desdén.
El Amigo de la Cruz es una conquista excepcional de Jesús Crucificado y de su Madre Santísima. Es un Benjamín hijo del dolor y de la diestra, concebido en el corazón doliente de Jesús, nacido de su costado lacerado y empapado en la púrpura de Su Sangre. Hace honor a su origen sangriento y por ello sólo respira Cruz, sangre y muerte a lo mundano, a lo carnal y pecaminoso, a fin de vivir en la tierra oculto en Dios con Jesucristo.
Finalmente, el verdadero Amigo de la Cruz es un verdadero portacristo o mejor, un Cristo viviente, que puede decir con toda verdad: Ya no vivo yo: Cristo vive en mí.
San Luis María Grignión de Montfort
(Extractos de "Carta a los Amigos de la Cruz")
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