"Jesús yace en el Pesebre, pero lleva las riendas del gobierno del mundo; toma el pecho, y alimenta a los Ángeles; está envuelto en pañales, y nos viste a nosotros de inmortalidad; está amamantado, y lo adoran; no halló lugar en la posada, y Él fabrica templos suyos en los corazones de los creyentes. Para que se hiciera fuerte la debilidad, se hizo débil la fortaleza... Así encendemos nuestra caridad para que lleguemos a Su Eternidad".
San Agustín de Hipona
Durante el Tiempo de Adviento hemos esperado ansiosamente la venida del Verbo, la hemos pedido y estamos ya preparados para Su Aparición. Deseo, demanda, preparación, son las tres palabras que resumen el Adviento.
El motivo fundamental del nuevo período, que se abre con las alegrías de Nochebuena, es el Nacimiento de Jesucristo, del Hijo de Dios humanado. Es el Misterio de la Encarnación, que consiste en la unión en Jesucristo del Verbo "nacido antes de todos los siglos, de la substancia del Padre", con la humanidad "engendrada de la substancia de la Madre en el mundo".
Navidad es, por tanto, la Fiesta del Amor Misericordioso de Dio. "Tanto amó Dios al mundo -decía San Juan Evangelista pensando en este Misterio- que le envió a Su mismo Hijo Unigénito, para que, creyendo en Él, no perezca, antes alcance la Vida Eterna".
Desde el tiempo del Papa San Gregorio Magno (+604), la Santa Iglesia Romana celebra el día de La Navidad tres Misas: la primera, a medianoche, en Santa María la Mayor, donde se veneraba el Pesebre de la gruta de Belén. En ella, el pensamiento capital es Cristo, el Niño de Belén, nacido de la Virgen maría e Hijo eterno y consubstancial del Padre. Celebramos por tanto, el Nacimiento eterno y temporal del Señor.
La segunda Misa, en la aurora, ya que al amanecer los Cristianos de Roma se reunían para ofrecer nuevamente el Sacrificio en la Iglesia de Santa Anastasia, una Mártir de Iliria, que había sufrido en este mismo día, durante la Persecución del Emperador Diocleciano. El horizonte empieza a dorarse con los primeros resplandores del sol, el verdadero sol, Cristo, que brilla ya sobre nuestras cabezas.
La tercera Misa, la propia del día, nos presenta al recién nacido en todo el esplendor de Su hermosura. En la revelación del Misterio de Navidad hay una graduación, expresada en cada una de las tres Misas: noche, alborada, mediodía... aquí se condensa el pensamiento fundamental de la liturgia de este día "Un Niño nos ha nacido..." y pese a que este Niño reposa entre las pajas de un miserable pesebre, continúa diciendo la Escritura que "sobre Sus hombros sostiene el imperio del mundo..."
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