Grande es este Misterio, y grande es la dignidad de los Sacerdotes, a los cuales es dado lo que no es concedido a los Ángeles. Pues sólo los Sacerdotes ordenados en la Iglesia tienen poder de Celebrar y Consagrar el Cuerpo de Jesucristo. El Sacerdote es Ministro de Dios, cuyas palabras usa por Su Mandamiento y Ordenación; mas Dios es allí el principal Autor y obrador invisible, a cuya Voluntad todo está sujeto, y a cuyo Mandamiento todo obedece.
¡Cuán grande y honorífico es el Oficio de los Sacerdotes, a los cuales es concedido Consagrar al Señor de la Majestad con las palabras sagradas, bendecirlo con sus labios, tenerlo en sus manos, recibirlo en su propia boca, y distribuirle a los demás!
La Imitación de Cristo, por Tomás de Kempis
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