En este mundo descristianizado, el ser creyente se ha vuelto misión arriesgada, donde los hombres, los varones, tal vez nos llevamos la peor parte; muchos siempre entendieron que ser piadoso era "poco viril", y asociaban rezar, ir a Misa u observar los Mandamientos como "cosas de mujeres"... así les ha ido y peor que terminarán los que se mantengan en esos pobres planteamientos.
El varón católico demuestra su hombría cuando es fuerte en la adversidad, cuando entiende que el mundo no se mejora en los gimnasios o los campos de fútbol, sino que todo puede tomar otro sentido en la medida que nos acercamos a Dios y nos conformamos con Su Voluntad. Sólo ahí, en ese momento de humildad y entrega, somos auténticos hombres. La virilidad no va aparejada con la complexión o resistencia física del sujeto, sino con la capacidad en que éste se sienta hijo de Dios, criatura hecha a Su imagen y redimido en la Sangre Preciosa de Cristo; ésa y no otra es nuestra verdadera hombría como católicos.
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