Tota pulchra es, Maria,
et macula originalis non est in te.
Tu gloria Jerusalem, Tu laetitia Israel,
Tu honorificentia populi nostri.
¡Oh! María, Virgo prudentissima, Mater clementissima,
Ora pro nobis, intercede pro nobis
ad Dominum Jesu Christum
Eres toda belleza, María
y el pecado original no está en Ti
Tú, la gloria de Jerusalén, Tú, alegría de Israel,
Tú, honor de nuestro pueblo,
¡Oh! María, Virgen prudentísima, Madre clementísima.
Ruega por nosotros, intercede por nosotros ante Nuestro Señor Jesucristo.
El Papa Pío IX se decidió a dar el último paso para la suprema exaltación de la Virgen, definiendo el Dogma de Su Concepción Inmaculada. Dícese que en las tristísimas circunstancias por las que atravesaba la Iglesia, en un día de gran abatimiento, el Pontífice decía al Cardenal Lambruschini: "No le encuentro solución humana a esta situación". Y el Cardenal le respondió: "Pues busquemos una solución divina. Defina Su Santidad el Dogma de la Inmaculada Concepción".
Mas para dar este paso, el Pontífice quería conocer la opinión y parecer de todos los Obispos, pero al mismo tiempo le parecía imposible reunir un Concilio para la consulta. Al poco tiempo conoció el parecer de toda la jerarquía.
Y el día 8 de Diciembre de 1854, rodeado de la solemne corona de 92 Obispos, 54 Arzobispos, 43 Cardenales y de una multitud de fieles, definía como Dogma de Fe el gran Privilegio de la Virgen Nuestra Señora:
"La Doctrina que enseña que la Bienaventurada Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de pecado original en el primer instante de Su Concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Jesucristo, Salvador del género humano, es revelada por Dios, y por lo mismo debe creerse firme y constantemente por todos los fieles."
Estas palabras, al parecer tan sencillas y simples, están seleccionadas una por una y tienen resonancia de siglos. Son eco, autorizado y definitivo, de la voz solista que cantaba el común sentir de la Iglesia entre el fragor de las disputas de los teólogos de la Edad Media.
Hoy es el día señalado para renovar nuestra
Consagración Personal a la Virgen
(Esta imagen está diseñada para poder ser imprimida junto con la otra
que se encuentra más abajo del texto)
Este acto de Consagración, según enseña San Luis María Grignión de Montfort, significa que le entreguemos TODO a Ella “el cuerpo, con todos sus sentidos y miembros; el alma, con todas sus facultades; los bienes exteriores —llamados de fortuna— presentes y futuros; los bienes interiores y espirituales, o sea, los méritos, virtudes y buenas obras pasadas, presentes y futuras”.
Y continua explicando el Santo “todo cuanto le puedes dar y mucho más que por las demás devociones, por las cuales le entregas solamente parte de tu tiempo, de tus buenas obras, satisfacciones y mortificaciones. Por esta consagración le entregas y consagras todo, hasta el derecho de disponer de tus bienes interiores y satisfacciones que cada día puedes ganar por tus buenas obras”.
Concluye que debemos hacer TODAS las acciones “por María, con María, en María y para María, a fin de obrar más perfectamente por Jesucristo, con Jesucristo, en Jesucristo y para Jesucristo”.
La Virgen María, vencedora del mundo, del demonio y la carne,
nos auxilia frente a los enemigos del alma
“Pondré enemistades entre ti y la Mujer; y entre tu raza y la descendencia suya, Ella quebrantará tu cabeza, y tú le herirás en su calcañar”
(Libro del Génesis, cap. 3, vers. 15).
“Dios no puso solamente una enemistad, sino enemistades, y no solamente entre María y el demonio, sino también entre la posteridad de la Santísima Virgen y la posteridad del demonio. En otras palabras, Dios puso enemistades, antipatías y odios secretos entre los verdaderos hijos y siervos de la Virgen María y los hijos y esclavos del demonio. ¡No hay entre ellos la menor sombra de amor, ni correspondencia íntima existe entre unos y otros!”
(San Luis María Grignión de Montfort, "Tratado de la Verdadera Devoción")
"Ciertamente que el arca de maderas incorruptibles era el mismo Salvador. Y por esta arca, exenta de podredumbre y corrupción, se significa Su Tabernáculo, que no engendró corrupción de pecado. Pues el Señor estaba exento de pecado y estaba, en cuanto hombre, revestido de maderas incorruptibles, es decir, de la Virgen y del Espíritu Santo, por dentro y por fuera, como de oro purísimo del Verbo de Dios"
(San Hipólito, Mártir)
"Proponte por modelo a la gloriosa Virgen, cuya pureza fue tal, que mereció ser Madre del Señor."
(San Jerónimo)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.